Se fracturó el secesionismo catalán y no eligió presidente
MADRID.- Pretendió ser una sesión de investidura para elegir, por fin, un nuevo presidente autonómico tras meses de intervención del gobierno nacional en Cataluña .
Pero, preso de sus propias divisiones, el independentismo no solo fue incapaz de usar su mayoría parlamentaria, sino que la sesión escenificó la fractura de su bloque, con la huida de sus diputados más radicales.
En efecto, la antisistema Candidatura de Unidad Popular (CUP) anunció su ruptura para pasar "a la oposición" y construir la república catalana "desde la calle".
Jordi Turull, el frustrado aspirante a presidente, traicionado por los propios independentistas, debe presentarse hoy ante la Justicia en Madrid y corre el riesgo de quedar preso. Ayer solo logró 64 de los 68 votos necesarios. Le faltaron los cuatro de la CUP.
Pero, con haber sido un día amargo para quienes hace solo pocas semanas anunciaban "una nueva época, sin el yugo español", la sesión puso en marcha el reloj institucional que pone límite al limbo en que vive Cataluña desde la frustrada declaración de independencia de octubre pasado. Con la sesión de ayer se activó el plazo de 60 días para llamar a nuevas elecciones autonómicas si, para entonces, no hay nuevo presidente.
La idea de ungir como presidente al exvocero del destituido gobierno independentista de Carles Puigdemont fue una maniobra exprés llamada al fracaso. No solo porque Turull resultó rechazado por la CUP. También podría quedar preso hoy cuando comparezca ante el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena, que lo procesó por varios delitos durante el fallido proceso de independencia de octubre pasado.
Turull jamás fue un candidato firme. Pero, movidos por la urgencia, los suyos lo sacaron de la galera para responder al Estado español con un desafío: investirlo como presidente antes de que el juez lo meta en la cárcel. De ese modo, forzaban al magistrado a una decisión de mayor impacto.
Tan desesperados estaban los otros dos partidos independentistas -Junts per Cataluña y Esquerra Republicana- que llegaron a proponer una investidura con garantía de devolución en un mes. Esto es, si a la CUP no le gustaba Turull en la presidencia, a los 30 días le daban la baja. Pero tampoco aceptaron.
Lo importante de la sesión es que abrió el conteo de 60 días para llamar a nuevas elecciones si, en ese plazo, no surge un nuevo presidente. Algo que, a esta altura, parece bastante poco probable.
La sesión en sí fue un largo montaje de final anunciado. Aun antes de arrancar, ya todos, incluido Turull, sabían que no saldría elegido.
De todos modos, el fallido presidente despachó un discurso de una hora con un contenido muy distinto a los que acostumbraba en plena efervescencia independentista.
"Diálogo y mano tendida al presidente español y al rey", ofreció, en una larga ponencia en la que no mencionó ni una vez la palabra república y menos aún independencia.
"No se lo creen ni ustedes", despachó Inés Arrimadas, del partido Ciudadanos. La ganadora de las elecciones autonómicas reprochó que el independentismo "siga viviendo en la ficción" a costa del bienestar de los catalanes.
Igual de contundente estuvo la antisistema CUP. Harta de la puesta en escena con Turull, rompió el puente con los otros dos partidos independentistas y anunció que a partir de ahora "hará oposición" y "construirá la república (catalana) desde la calle". Así se expresó uno de sus cuatro diputados. Carlos Riera echaba espuma por la boca cuando quebró la alianza con el resto del independentismo.
Un giro que implica "el final" del llamado "proceso" que lideró el derrocado expresidente y hoy prófugo de la Justicia Carles Puigdemont, y que deja a las fuerzas mayoritarias del separatismo sin la posibilidad de mayoría. Salvo que haya una marcha atrás, por la que ayer pocos apostaban.
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