“Sillóngate”: el escándalo toma temperatura y Draghi tilda a Erdogan de “dictador”
Turquía condenó el comentario y convocó al embajador italiano en Ankara; el Parlamento europeo llamó a una sesión para aclarar el escándalo protocolar
ROMA.- Lejos de calmarse, el denominado “sillóngate”, siguió hoy al rojo vivo y generando aún más polémicas y repercusiones.
El escándalo protocolar teñido de machismo sufrido por la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el martes en el Palacio Presidencial de Ankara, cuando pese a su rango fue relegada a un sofá lateral, a diferencia de sus colegas hombres, hasta llevó al primer ministro italiano, Mario Draghi, a definir como un “dictador” al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
“No comparto el comportamiento de Erdogan hacia von der Leyen. Creo que fue un comportamiento inapropiado y lamenté mucho la humillación que la presidenta de la Comisión europea tuvo que padecer”, dijo Draghi, al responder una pregunta sobre el “sillóngate” en una conferencia de prensa centrada principalmente en el tema vacunas.
El prestigioso economista y expresidente del Banco Central Europeo sorprendió a todos y fue más allá: “Con estos, llamémoslos, dictadores, con quienes sin embargo debemos colaborar, hay que ser francos para afirmar los propios valores, pero también hay que estar listos para cooperar por los intereses del propio país”, dijo. “Hay que encontrar un equilibrio justo”, agregó.
Draghi se convirtió, así, en uno de los primeros líderes de Occidente que define de esta manera a Erdogan, que técnicamente no es un dictador porque electo en comicios, pero muy cuestionado en todo el mundo por sus modos autoritarios y violaciones a los derechos humanos. Como era de esperar, enseguida Turquía reaccionó al comentario y convocó al embajador italiano en Ankara, Massimo Gaiani. “Condenamos enérgicamente las afirmaciones descontroladas del primer ministro italiano Mario Draghi sobre nuestro presidente electo”, afirmó el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu.
Revuelo
Desde la mañana, el “sillóngate” siguió dando que hablar, con fuentes el gobierno turco que negaron su responsabilidad en el escándalo, que ocurrió en una reunión en la que la Unión Europea (UE) paradójicamente intentaba relanzar la relación con Turquía. Tanto es así que la presidenta de la Comisión (el órgano ejecutivo de la UE) y el presidente del Consejo Europeo (el órgano político del bloque), el expremier belga Charles Michel, viajaron hasta la capital turca para reunirse con Erdogan.
La gaffe protocolar ocurrió cuando Von der Leyen llegó al fastuoso salón del encuentro y se encontró con que no había silla de honor para ella, sino tan sólo para sus dos colegas hombres, Michel y Erdogan. En un momento más que incómodo que quedó inmortalizado en un video que dio la vuelta al mundo, la presidenta, evidentemente descolocada, se vio obligada a sentarse en un sofá lateral, pese a ostentar el mismo nivel protocolar que sus dos colegas varones, sin que nadie, sobre todo Michel, se inmutara.
“Se siguió el protocolo estándar. La presidenta de la Comisión europea no fue tratada en modo distinto. Ni la delegación UE pidió una disposición distinta. En esta situación, nos hubiéramos esperado que los dos huéspedes se hubieran puesto de acuerdo entre ellos”, dijeron a la agencia ANSA fuentes del gobierno turco.
El canciller turco, Cavusoglu, que participó del encuentro, sentado en otro sofá enfrentado al de Von der Leyen, sostuvo la misma versión. “Hay acusaciones injustas hacia Turquía, no es la primera vez que recibimos a un huésped extranjero. Durante el encuentro se respetó el protocolo. Las unidades de protocolo de Turquía y de la UE se reunieron antes y se pusieron de acuerdo”, se justificó.
Reacción del Parlamento Europeo
En el Parlamento Europeo, en tanto, el también llamado “sofágate” provocó una tormenta. Los dos grupos mayoritarios, el Partido Popular Europeo y los socialdemócratas, pidieron calendarizar una sesión no sólo para aclarar el episodio, sino para pedir la cabeza del belga Charles Michel, considerado culpable de haberse prestado al juego del presidente turco. Todo el mundo cree, en efecto, que aunque se le había asignado la silla puesta al lado de la Erdogan, Michel debería de inmediato cedido a von der Leyen, por una mera cuestión de educación.
“La misión de Ursula von der Leyen y Charles Michel a Turquía debería haber sido un mensaje de firmeza y unidad en nuestro enfoque hacia el presidente Erdogan. Pero ha creado divisiones, porque la UE no logró mantenerse unida cuando era necesario”, lamentó el líder del PPE, Manfred Weber, al pedir una discusión parlamentaria sobre el tema. “Las relaciones entre la UE y Turquía son fundamentales, pero también la unidad de la UE y el respeto de los derechos humanos, incluídos los derechos de las mujeres”, coincidió Iratxe García Pérez, jefa de la bancada de centroizquierda del Parlamento.
En el ojo del ciclón, en una entrevista televisiva Michel intentó defenderse y se mostró arrepentido. “Lamento profundamente lo sucedido y la imagen desastrosa que esto significa. En ese momento no reaccioné porque había riesgo de que me percibieran como un paternalista y pensé que causaría un incidente más grave que habría comprometido el intento de tener relaciones menos negativas” con Turquía, se justificó.
En medio del escándalo, en Italia Beatrice Lorenzin, diputada del Partido Democrático, de centroizquierda, manifestó su indignación al colocar un simbólico sillón vacío en el centro del hemiciclo del Parlamento. Y al denunciar “una ofensa a todas las mujeres y a la UE, porque ofender a von der Leyen significa ofender a la UE y a lo que representa sobre el tema de los derechos humanos y de las mujeres”.
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