Símbolos del drama, bajo bombas o en el agua
Hace algunos días, un ataque atribuido al grupo terrorista Estado Islámico (EI) en una fiesta de casamiento en la ciudad turca de Gaziantiep dejó 52 muertos. Más de la mitad de las víctimas fueron chicos. Al mundo luego se le heló la sangre cuando el gobierno turco dijo que el atacante había sido un chico de apenas 12 años, información que luego no pudo ser confirmada.
La misma edad tenía un chico que, al día siguiente, en Kirkuk, apareció ante los ojos del mundo cargando en su pecho, debajo de la camiseta 10 de Messi, un cinturón explosivo que nunca alcanzó a detonar. Al parecer, militantes de EI lo habían enviado desde Mosul con la misión de inmolarse.
Esa misma semana, otra imagen apareció en la tapa de los diarios y sacudió la opinión pública mundial. Era el rostro empolvado de Omran Daqneesh, un sirio de cinco años que fue rescatado de los escombros luego de que su casa fuera blanco de un bombardeo en Aleppo. En la fotoa, Omran espera que lo atiendan, atónito y con la mirada impasible. No derramó una sola lágrima. "Lloraba yo, no él", confesó más tarde el fotógrafo.
Omran, cuyo hermano perdió su vida al día siguiente que salvaran la suya, tiene cinco años. No conoce más que la violencia y el horror diario. Su corta vida ha sido hasta ahora una larga pesadilla, marcada a sangre y fuego por el conflicto sirio, que empezó antes que el naciera.
Pero Omran es tan sólo uno de los 3,7 millones de sirios que nacieron tras el estallido de la guerra civil en 2011. Las bombas que caen del cielo son algo cotidiano para ellos.
Protagonistas involuntarios de una guerra conducida por adultos, los menores aparecen, una y otra vez, como el reflejo del lado más oscuro de los desastres humanitarios actuales. Estas imágenes recurrentes son el crudo retrato del drama que padecen hoy millones de niños en los rincones más castigados del planeta.
Buena parte de los ahogados en el Mediterráneo también son menores. Durante 2015, los menores de 18 años de edad constituyeron la mitad de la población de refugiados, según se desprende del último informe publicado por el Acnur, la Agencia de la ONU para los refugiados.
Un año atrás, el mundo amanecía conmocionado ante la imagen del pequeño Aylan Kurdi, ahogado boca abajo en una playa turca. Había sido expulsado a la orilla por el Mediterráneo tras el naufragio del barco en el que viajaba con su familia.
Dilema
La imagen, que causó arduos debates en todas las redacciones del mundo, enfrentados al dilema de publicar o no una imagen tan cruel, no resultó suficiente para frenar este desastre humanitario.
A pesar de algunos esfuerzos de la Unión Europea, no mucho cambió desde entonces. Miles de personas continúan arriesgando sus vidas embarcándose en precarias embarcaciones con el único objetivo de escapar de la violencia.
"¿Qué ser humano puede ver el sufrimiento aturdido de Omran y no sentir una abrumadora sensación de empatía?", se preguntaba después del ataque Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef. "¿No podemos extender la misma empatía para los más de 100.000 niños atrapados del mismo modo en el horror de Aleppo? Todos están sufriendo cosas que ningún niño debería sufrir -o incluso ver", alertó.
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