Sin líderes, la socialdemocracia pierde el poder y el rumbo
La izquierda no sabe cómo revertir el descenso que sufre desde la crisis de 2008
MADRID.- Los socialistas europeos eran una gran familia feliz. Se veían seguido, compartían éxitos y posaban sonrientes para las fotos. Ahora se parecen a esos parientes que se reencuentran en los velatorios: hablan con nostalgia de los años dorados mientras se preguntan en secreto quién será el próximo en caer.
El español Pedro Sánchez se sumó a la lista hace una semana. Defenestrado por sus compañeros, perdió el mando del PSOE y dejó un partido aterrorizado ante el dilema de apoyar un gobierno del conservador Mariano Rajoy o enfrentar en modo agonizante otras elecciones.
Pocos días antes los caciques del Partido Laborista británico complotaron para echar a su líder, Jeremy Corbyn. Denuncian que con su programa de izquierda dura los condena a una larga temporada en la oposición. Él los retó a duelo y logró que la militancia lo ratificara en el cargo. Las dos fueron guerras sin ganadores y que ilustran un fenómeno que recorre Europa: la caída de la socialdemocracia no encuentra fondo y coloca a sus líderes ante el desafío de reinventarse o morir.
¿Cómo reconquistar a las mayorías cuando se resquebraja el Estado benefactor y las políticas de ajuste se afianzan como un dogma? ¿Volviendo a la pureza ideológica que rescata Corbyn? ¿Se puede todavía vencer a liberales y conservadores con una versión atenuada de sus recetas? ¿O hay que buscar caminos inexplorados?
"Los partidos socialdemócratas no han sido capaces de formular una alternativa seria a la austeridad y lo están pagando", indica el politólogo Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid. El resultado es la desconexión creciente entre la dirigencia -que juega dentro las reglas del sistema europeo que ayudó a fundar- y sus votantes -decepcionados por la falta de respuesta a sus demandas-.
En esa deriva se diluyó hasta casi desaparecer el Pasok griego después de gestionar la debacle económica en alianza con los conservadores. En menos de 10 años pasó del 38% al 6% de los votos, al tiempo que emergía la izquierda radical de Syriza.
Es el espejo que asusta al PSOE. En 2008 tuvo el apoyo del 43% de los españoles; Sánchez se quedó en el 22% hace tres meses, con los indignados de Podemos pisándole los talones. El partido jamás se recuperó del ajuste dramático que impuso el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2010. La opción muy probable de que el PSOE convalide ahora otro turno de Rajoy alimenta el discurso de quienes denuncian que conservadores y socialistas se volvieron la misma cosa: instrumentos del poder financiero.
Venganza
Enrico Letta, ex premier italiano por el PD, considera que la socialdemocracia es el blanco de un "momento de venganza" contra la política. "Las sociedades buscan a los culpables de una realidad que le causa frustración. A los partidos conservadores les resulta más fácil retener apoyos. La izquierda moderada sufre con la irrupción de partidos decididos a sacar provecho de ese malestar", dijo esta semana en una conferencia en Madrid.
El debate se extiende a Francia. El socialismo del presidente François Hollande se hunde en las encuestas de cara a las elecciones de 2017. El Frente Nacional, de la ultraderechista Marine Le Pen, es ya la primera fuerza entre la clase obrera.
Emmanuel Macron, ex ministro de Economía, sacudió el tablero en abril cuando formó el movimiento ¡En Marcha!, con el que aspira a disputar el poder con una estructura flexible, adaptada a los tiempos. Dice que no es "ni de izquierda ni de derecha", elogia a grupos antiestablishment como el M5E italiano y se presenta como la contracara del socioliberal primer ministro Manuel Valls.
El gran giro del socialismo europeo se cristalizó en los 90 con el éxito de la Tercera Vía, que tuvo como estrella al británico Tony Blair. En un entorno en el que decrecía la población obrera industrial, la izquierda moderada ofrecía un modelo liberal con sensibilidad social. Se trataba de regular el capitalismo, no de combatirlo. La crisis financiera que sacudió al mundo a partir de 2008 cambió las cartas. La Europa del desempleo, las desigualdades y la fobia a los inmigrantes se convirtió en un campo minado para los socialdemócratas.
"Hay un fracaso del relato, que se combina con la aparición de un votante menos ideológico, de lealtades inciertas y que espera soluciones a los efectos negativos de la globalización", sostiene Patrick Diamond, politólogo de la Universidad Queen Mary de Londres. Agrega otro déficit: faltan líderes de peso como fueron en su día Mitterrand, Felipe González o el propio Blair.
Las coaliciones con conservadores no han funcionado. Desdibujan al SPD en Alemania, en caída libre a pesar del mal momento de la canciller Angela Merkel, y golpean al SPÖ en Austria. En los dos países se vive un auge sorprendente de la extrema derecha, que pesca en ex votantes socialdemócratas. Lo más parecido a una excepción exitosa es el primer ministro italiano, el moderado Matteo Renzi. Aun así, se juega su futuro en un referéndum constitucional que no está seguro de ganar.
¿Es ese centrismo con tintes populistas la receta para volver a ganar? ¿Hay que abrazar la protesta de Corbyn? ¿Qué tal el cambio de piel que sugiere Macron? La única certeza compartida en esa familia acostumbrada al poder es que si no encuentran pronto la respuesta les espera el peligro cierto de la irrelevancia.
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