Sostén del chavismo, los militares empiezan a exhibir fracturas que inquietan al gobierno
Crecen las deserciones en los mandos medios por la disputa política y la debacle económica; la deserción del agregado del país en Washington significó un fuerte revés para Maduro
CARACAS.- La Venezuela de los dos presidentes conserva una cúpula militar revolucionaria decidida a resistir hasta el final. No son aliados del chavismo: forman parte de él, el brazo más poderoso para que Nicolás Maduro se mantenga al mando a pesar del escaso apoyo popular, la debacle socioeconómica y la contumaz presión internacional. Pero mucho más abajo, entre la tropa, alejada del gigantesco negocio de importación y distribución de alimentos y productos básicos -en manos de los generales-, las cosas son muy distintas.
Allí reinan la incertidumbre, el desánimo y la deserción: más de 4000 uniformados abandonaron los cuarteles por la emigración o en dirección a las minas de oro de Bolívar. Entre ellos, los oficiales de distinto rango, la principal preocupación del chavismo en 2018. Más de un centenar fueron detenidos el año pasado, acusados de instigación a la rebelión y traición a la patria. Los más llamativos, los comandantes de operaciones especiales, grandes especialistas en acciones armadas.
Sobre todos ellos se mantiene la presión tras la jura del opositor Juan Guaidó como presidente encargado, que esperó desde el minuto uno el apoyo de militares rebeldes. En su entorno incluso soñaban con un alzamiento. El primer deslave de peso llegó ayer: el coronel José Luis Silva, agregado militar en Washington , sorprendió a la cúpula y al gobierno al sumarse a las filas opositoras y ponerse a la orden de Guaidó.
"Esta agregaduría de Defensa no reconoce a Maduro por considerarlo un usurpador y reconoce a Guaidó como presidente interino legítimo", dijo Silva. "Les hice un llamado a mis hermanos militares a que se sumen al respaldo a Guaidó", añadió.
Poco después, Guaidó escribió en Twitter: "Le damos la bienvenida a él y a todos los que con honestidad se quieran apegar a la Constitución".
La deserción de Silva es un temblor para el chavismo, como otro hecho de esta última semana de vértigo. "Nos pararon [despertaron] en la madrugada y nos mandaron a que estuviésemos preparados. Cuando se fue el oficial, empezamos a hablar. Y decidimos entre todos que nos íbamos con el ganador". El guardia nacional narra bajo anonimato lo sucedido a primeras horas del lunes pasado, cuando 27 de sus compañeros se rebelaron contra el gobierno en el cuartel de la capitalina Cotiza. El militar forma parte de la unidad que protege a un familiar de la elite chavista y, como buena parte del país, él y su familia sufren los embates del derrumbe socioeconómico.
Los sublevados se rindieron esa misma mañana, pero su acción de fuerza provocó que medio centenar de barrios populares del Gran Caracas empezaran una protesta que debilitó sobremanera al chavismo. Transcurridos seis días, ya son 30 los asesinados, según Amnistía Internacional.
Desde ese día, las dudas se acentuaron entre los mandos. Al multiplicarse las protestas el miércoles pasado, las dudas se despejaron: parte de la Guardia Nacional se negaba a reprimir con la violencia habitual al pueblo en la calle. "No serán capaces de activar el Plan Zamora en contra de las manifestaciones, como sucedió en 2017, ya que temen una desobediencia masiva a esa orden por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y por eso solo usan a las Fuerzas Especiales de la Policía (FAES)", vaticinó el mayor general Hebert García Plaza, militar muy cercano a Hugo Chávez y exministro de Maduro, hoy exiliado en Estados Unidos.
Las reticencias de los guardias nacionales, desveladas en videos subidos a las redes, forzaron al gobierno a enviar a las polémicas FAES -unidades para acciones especiales desconocedoras de las tareas de orden público y famosas por las ejecuciones extrajudiciales- a contener a los manifestantes como saben: a tiro limpio. Para ello cuentan con la ayuda de los colectivos paramilitares, una extraña alianza que ya se dio en 2014 y 2017.
"El gobierno tuvo que usar a las FAES como último recurso para reprimir porque los militares están escuchando al pueblo", explicó ayer Guaidó, empeñado en que hoy el país vuelva a la calle para tender la mano a los soldados y explicarles que pueden dar un paso al costado gracias a la ley de amnistía que tramita de forma urgente la Asamblea Nacional, dominada por la oposición.
Para hacer más patentes las dudas en el entorno del poder presidencial, la agencia Reuters confirmó que 400 mercenarios rusos que realizan misiones secretas para el Kremlin viajaron a Venezuela para formar parte de la seguridad presidencial. Un trabajo que hasta ahora correspondía exclusivamente a venezolanos y cubanos.
El desafío del Parlamento contra Maduro no solo cosecha éxitos políticos y económicos, también las primeras deserciones militares importantes. Además del agregado en Washington, un militar retirado, el coronel Rubén Paz, se sumó a una marcha en Maracaibo entre el entusiasmos de los presentes.
Los servicios de inteligencia actuaron de inmediato: allanaron el hogar familiar y se llevaron detenido a su hijo. Un sargento adscripto a la Policía Naval siguió el mismo camino acusado de sublevación, según informaron medios locales. Quienes lo precedieron en el exterior fueron dos grupos de oficiales y soldados en Colombia y Perú, que incluso aseguraron estar dispuestos a cruzar la frontera para cuadrarse ante quien consideran el nuevo presidente del país.
"La Fuerza Armada es pragmática: abandonan presidentes que pierden el apoyo del pueblo. Evitan conflicto militar", sentencia Rocío San Miguel, presidenta de Control Ciudadano y una de las principales expertas de Venezuela en asuntos militares.
No lo piensa así, ni mucho menos, el general Vladimir Padrino López, hasta hace poco un héroe entre los soldados, pero cuyo liderazgo parece resquebrajado. "Los soldados de la patria no aceptamos a un presidente impuesto a la sombra de oscuros intereses ni autoproclamado al margen de la ley. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana defiende nuestra Constitución y es garante de la soberanía nacional", aseguró el ministro de Defensa en su llamado al país.
La realidad es que Padrino López pierde ascendencia. Su actitud errática tras el asesinato de tres militares en un enfrentamiento fronterizo con guerrilleros colombianos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) no lo ayudó. Tampoco las correrías nocturnas en Madrid de sus dos hijos, estudiantes de las universidades más caras de la capital española y amantes de la dolce vita nocturna. Para cerrar tampoco lo favorece que su gran amigo -casi hermano-, el general retirado Miguel Rodríguez Torres, esté encerrado en una mazmorra acusado de traición a la patria.
El ministro de Defensa encabeza la cúpula militar, esa a la que tantas veces recurre Maduro para dejar claro que cuenta con la absoluta fidelidad de todo el Ejército. Un escalón por debajo, el almirante Remigio Ceballos, jefe del Comando Estratégico Operacional (Ceofanb). Y junto a él, el jefe del Estado Mayor Conjunto, mayor general Adelino Ornella, y el comandante general del Ejército, el mayor general Jesús Suárez Chourio.
Cuatro piezas fundamentales a las que hay que sumar al responsable de la Guardia Nacional, el general Richard López Vargas, sobre quien ahora gravitan todas las miradas, y el de la Milicia Bolivariana, el general Carlos Augusto Leal.
Por debajo, una espesa estructura reparte poder entre el generalato. Son los jefes y comandantes de las Regiones Estratégicas de Defensa Integral (REDI), de las Zonas Operativas de Defensa Integral (ZODI) y de las Áreas de Defensa Integral (ADI).
Venezuela tiene un pequeño ejército de generales, tantos como varios países de Europa juntos. Son tantos que durante sus seis años al frente del país, Maduro se sintió respaldado, a pesar de que varias veces obligó a que unos y otros, alto mando y oficiales, le jurasen fidelidad absoluta.
Es una lealtad que ya está en duda, a pesar de que el chavismo todavía controla todos los resortes armados. Así lo advirtió desde Brasil su presidente, Jair Bolsonaro: "Nuestro servicio de inteligencia indicó que existe un nivel sustancial de descontento entre los miembros de las Fuerzas Armadas en Venezuela. No están tan cohesionadas como en el pasado".
Cinco generales claves
Además de las fuerzas militares, los altos mandos tienen control de sectores económicos de Venezuela
Vladimir Padrino López (ministro de defensa)
- Hombre fuerte del chavismo, fue el encargado de leer el jueves pasado la proclama militar de apoyo a Maduro, y advertir que no aceptará jamás "a un presidente impuesto a la sombra de intereses oscuros".
Néstor Reverol Torres (ministro del interior)
- Es comandante de la guardia nacional, la primera fuerza de choque del chavismo, que está en las calles y reprime a los opositores; además, es uno de los más apuntados por las denuncias de narcotráfico.
Jesús Suárez Chourio (comandante general del ejército)
- Heredero de las Fuerzas Armadas de Chávez, Maduro lo necesita para tener legitimidad ante muchos chavistas de la primera hora que hoy acusan al presidente de haber destruido el legado revolucionario.
Remigio Ceballos Ichaso (comandante estratégico operacional)
- Hace poco dijo que si Juan Guaidó llegara efectivamente a ser el presidente con el poder real, se pasaría a una guerrilla y combatiría desde la clandestinidad.
Richard López Vargas (comandante de la Guardia nacional bolivariana)
- La GNB (policía militarizada) es un órgano clave de la estructura militar; sus efectivos que se rebelaron contra Maduro la semana pasada eran de Cotiza y recibieron apoyo civil.
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