Su capacidad, puesta en duda en la campaña
Había una vez un candidato que compitió por la presidencia con la bandera de la capacidad. "Esta elección no tiene que ver con la ideología", dijo en 1988 ante la Convención Nacional del Partido Demócrata. "Es sobre la capacidad."
El nombre de aquel candidato era Michael Dukakis, y la bandera de la capacidad lo llevó al fracaso. El presidente era entonces Ronald Reagan, y su capacidad estaba realmente en duda. El escándalo Irán-Contras dejó al descubierto que el presidente no sabía lo que estaba pasando en los sótanos de la Casa Blanca.
Pero la economía estaba en auge, y el adversario de Dukakis era el vicepresidente George H. W. Bush, que ya había ocupado casi todos los cargos más altos en Washington, incluida la dirección de la CIA. Nadie cuestionaba su capacidad.
Pasaron más de 25 años, y adivinen cuál es el tema central de la campaña para las elecciones de mitad de mandato: la capacidad. El periodista de The Washington Post Chris Cilizza escribió en julio: "Los actuales problemas políticos de Barack Obama y las graves consecuencias que éstos pueden traerle a su partido en las elecciones pueden resumirse en una sola palabra: capacidad".
En noviembre pasado, el gobierno de Obama puso en marcha, y a presión, la chapucería del Obamacare. Luego hubo lamentos por las revelaciones sobre desmanejos en la Administración de Veteranos de Guerra, en el IRS (la AFIP norteamericana) y la Administración General de Servicios. La respuesta del gobierno a las atrocidades del grupo Estado Islámico en Medio Oriente y a las agresiones rusas en Ucrania parece poco efectiva. La opinión pública norteamericana decidió que la seguridad fronteriza de Estados Unidos fracasó durante el verano boreal, cuando decenas de miles de inmigrantes latinos menores de edad inundaron Estados Unidos. Mientras tanto, el otrora admirado Servicio Secreto está sumido en el escándalo y bajo asedio, luego de repetidas fisuras de seguridad en la Casa Blanca.
Si bien Reagan no era precisamente un hombre práctico, tenía algo a favor que Obama no tiene: les transmitía a los norteamericanos la seguridad de que la situación estaba bajo control. La gente necesita creer que el presidente tiene el control de los acontecimientos, por más que no sea así. Reagan lo lograba con un inmenso despliegue de autoconfianza y con una férrea certeza en sus ideas.
Obama no le da tranquilidad a la gente. Tal vez sea demasiado inteligente para confiar en las homilías. Al fin y al cabo, el carácter reflexivo y juicioso de Obama fue parte de las razones por las que fue elegido. Era un franco contraste con la temeridad y la irreflexión de Bush. Sin embargo, esos mismos rasgos reflexivos y juiciosos ahora están socavando su autoridad presidencial.
¿Cómo decía el Julio César de Shakespeare? "Mejor estar rodeado de hombres gordos / saludables, que nunca se desvelen. / ¡Mirá qué flaco es Casio, qué cara de famélico. / Y cavila demasiado. Ésos son los hombres peligrosos."
Reagan no era gordo. Pero no caben dudas de que dormía como un tronco. Y si de algo nunca pudieron acusarlo, es de pensar demasiado.
Los republicanos están usando el brote de ébola para demostrar que el gobierno de Obama no puede -o no quiere- proteger a los norteamericanos. Obama no ha sido capaz de enfriar los ánimos. Por supuesto que es maravilloso que haya trabajadores de la salud norteamericanos intentando salvar vidas en África Occidental. Pero ¿qué está haciendo el gobierno para proteger a los norteamericanos y a esos voluntarios? Obama se sorprendería si supiese que los norteamericanos no tienen la misma confianza ciega en la ciencia que tiene él. De hecho, uno de cada tres no acepta la teoría de la evolución.
La gente sabe que no hay manera de estar completamente a salvo, ni del terrorismo, ni de un virus. Sólo quieren que len den la tranquilidad de que su gobierno está haciendo todo lo que puede para protegerlos, y que la situación está bajo control. Y la designación del "zar" para combatir el ébola no transmite ese mensaje.
Obama es un pensador complejo. Tal vez sea demasiado juicioso y reflexivo para transmitir confianza total. Intelectualmente, es encomiable. Políticamente, puede ser la ruina.
Traducción de Jaime Arrambide
Bill Schneider
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