El escenario. Tradiciones cada vez más difíciles de respetar
PARÍS.-En un país anglosajón, en particular en Estados Unidos, el escándalo de alcoba protagonizado por François Hollande y, sobre todo, su negativa a dar explicaciones, le habrían costado la presidencia. En Francia, más del 77% de los ciudadanos consideran que se trata de un asunto "estrictamente privado" y que no cambiará en nada la imagen que tienen del mandatario.
Es cierto que Valérie Trierweiler no supo ganarse el corazón de sus conciudadanos. Insegura, después de haber vivido durante años en la sombra su relación con Hollande, nunca logró hallar su lugar dentro de la maquinaria arrolladora de la presidencia.
Pero la indulgencia de los franceses ante las escapadas de sus hombres políticos no data de ayer. Más aún, son pocos los presidentes que practicaron una fidelidad rigurosa en la historia de la Francia moderna: probablemente, sólo Charles de Gaulle y Georges Pompidou.
En todo caso, este escándalo vuelve a plantear en este país la vigencia de una tradición cada vez más difícil de respetar en el mundo actual: la frontera entre la vida privada y la vida pública. Sus defensores parecen estar convencidos erróneamente de que esa línea de partición no cambió desde hace décadas.
La verdad es que, durante ese período, tanto la pareja como la familia atravesaron modificaciones fundamentales.
Hasta hoy, el modelo de referencia, tanto para la mayoría de la clase política como de los franceses, aún es la llamada "familia burguesa".
En otras palabras, el matrimonio asegura la versión oficial de la vida privada de esos hombres públicos que, al mismo tiempo, asumen el derecho de tener una vida sexual, durable, con otras mujeres no oficiales.
"El siglo XIX inventó la amante, diferente de la prostituta, que ofrecía sólo servicios sexuales", precisa el sociólogo François de Singly. "En el modelo de familia burguesa puede haber pues una división del trabajo entre la esposa y madre, garante de la seriedad de la reproducción, y la amante querida, garante de otras satisfacciones", agrega.
Y aun cuando ese modelo se vio desestabilizado con la introducción del amor en el matrimonio en la primera mitad del siglo XX, los hombres políticos no cambiaron. François Mitterrand, que mantuvo una doble vida durante sus dos mandatos, llevó ese ejercicio casi a la perfección.
"¿Para qué preocuparse por los principios?", lanzó al entonces ministro de Educación, Lionel Jospin, que acaba de dejar a su primera mujer. "No comprendo por qué quiere divorciarse. Puesto que siempre es posible un arreglo", dijo.
El episodio de François Hollande revela que las cosas han cambiado, aunque muchos persistan en no querer verlo.
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