Un acuerdo con las FARC, lejos de ser garantía del fin de la violencia
Advierten que aún habría muchos problemas por resolver si se llegara a un pacto
BOGOTÁ (De una enviada especial).- Aunque Juan Manuel Santos logre su principal objetivo y pase a la historia como el presidente que puso fin a medio siglo de guerra en Colombia, el acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no garantizaría que el país vaya a ser un remanso de paz.
El primer escollo luego de un supuesto acuerdo sería el referéndum, a través del cual los ciudadanos ratificarían o rechazarían el pacto con las FARC.
"Hay temor de que suceda como en Guatemala, donde la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) se desmovilizó, llegó a un acuerdo con el gobierno después de muchos años y en un referéndum los guatemaltecos aprobaron uno de los seis puntos que se habían pactado", explicó el analista político Francisco Miranda.
Otra de las grandes preguntas que rodean las conversaciones que comenzaron hace un año y medio en La Habana es hasta dónde la totalidad de los guerrilleros acatará un acuerdo o si habría disidencias y de qué magnitud.
Las FARC están compuestas por 7000 combatientes (en el pasado llegaron a ser 30.000), siete bloques y unos 90 frentes. La duda es qué porcentaje de guerrilleros preferirá continuar con actividades criminales altamente rentables, como el narcotráfico y la minería ilegal, en lugar de sumarse a la actividad política.
Por otro lado, hay precedentes en Colombia muy preocupantes sobre la atomización de un fenómeno violento. Ocurrió con el narcotráfico: no desapareció tras la caída de Pablo Escobar, sino que se atomizó.
También sucedió con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), los paramilitares de extrema derecha que se desmovilizaron en 2003, pero muchos de los 30.000 hombres de esa milicia nunca dejaron las armas. Hoy, el paramilitarismo o las Bacrim (bandas criminales emergentes), como las llama el gobierno, controlan varias zonas del país y acechan a los colombianos.
El otro problema que podría surgir no es de orden militar, sino que probablemente se desarrolle en el Congreso. El uribismo, que obtuvo 20 senadores en las elecciones del 9 de marzo pasado -entre ellos, su líder, el ex presidente Álvaro Uribe-, seguramente pondrá palos en la rueda para hacer que el proceso de paz se hunda. Controla un quinto de la Cámara alta.
"En el Congreso, vamos a actuar para impedir que haya una paz con impunidad para los criminales de guerra, que haya impunidad para los crímenes de lesa humanidad y para quienes pusieron las minas antipersonales. Lo que haremos es un esfuerzo para que se cumplan las leyes y los compromisos que Colombia tiene con otros países", adelantó a LA NACION
Alfredo Rangel, senador uribista y experto en temas militares.
En la otra vereda, el senador oficialista Juan Diego Gómez Jiménez aseguró que el uribismo no será un problema: "Aunque se opongan al proceso de paz, no creemos que tengan la fuerza para bloquear nuestras iniciativas, porque tenemos la mayoría", dijo Gómez Jiménez en diálogo con LA NACION.
Por último, para Miranda, la gran pregunta es qué nivel de reconciliación habrá entre todos los colombianos y cómo los guerrilleros se insertarán en una sociedad convulsionada.
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