Un dramático testimonio público complica más al candidato de Trump a la Corte acusado de abusos
WASHINGTON.- Pegado al televisor, Estados Unidos pasó el día inmerso en una histórica audiencia en el Senado que conjugó el futuro de la Corte Suprema y el poder que le dio vida al movimiento #MeToo en el cruce de los dos protagonistas estelares de horas de drama, tensión, furia y lágrimas: Brett Kavanaugh, candidato de Donald Trump a ocupar una silla en el máximo tribunal, y Christine Blasey Ford, quien lo acusó de haberla atacado sexualmente hace 36 años.
Tras días de idas y vueltas y preparativos, Ford y Kavanaugh testificaron ante el Comité Judicial del Senado para ofrecer relatos antagónicos sobre una fiesta en el verano de 1982 que se ha convertido en el tema excluyente en la confirmación del juez, que podría torcer el equilibrio ideológico de la Corte a la derecha por una generación.
Con voz quebrada, asustada, aunque sin zozobrar ni perder la compostura durante todo su testimonio público ante el cómite, Ford acusó a Kavanaugh de agredirla sexualmente mientras estaba borracho, querer violarla, y dejarle una marca que "alteró drásticamente" el resto de su vida.
"Estoy aquí, hoy, no porque quiera estar. Estoy aterrorizado", dijo Ford, al inicio de sus testimonio ante el Comité Judicial del Senado. "Mi responsabilidad es decir la verdad", afirmó unos minutos después.
Ford se sentó frente al comité –integrado casi en su totalidad por hombres– y contó su historia sobre lo que ocurrió en el verano boreal de 1982 cuando, según su testimonio, Kavanaugh, acompañado por Mark Judge, la atacó durante una fiesta, la encerró en un cuarto, la inmovilizó en una cama, la tocó de manera inapropiada y le tapó la boca cuando gritó para pedir ayuda.
"Creo que iba a violarme. Era difícil respirar, y pensé que Brett iba a matarme accidentalmente. Brett y Mark ambos se estaban riendo durante el ataque, parecía que la estaban pasando bien", relató Ford.
Un senador demócrata, Dick Durbin, le preguntó qué grado de certeza tenía de que su atacante sea Kavanaugh, quien ha sugerido que Ford fue atacada por otra persona. Sin titubear, Ford respondió: "100 por ciento". Y en uno de los momentos más poderosos de la audiencia, ante una pregunta de otro senador, acerca de cuál era la memoria más vívida del ataque que denunció, Ford respondió: "La risa. La risa estruendosa entre los dos".
El testimonio de Ford paralizó a Washington y al país. La audiencia en la cual ofreció su testimonio decidirá la suerte de Kavanaugh, el hombre elegido por Trump para ocupar la silla que dejó vacante el juez Anthony Kennedy en la Corte Suprema. Su nominación podría ser retirada por la Casa Blanca: Trump dijo que quería esperar a la audiencia. El presidente y su equipo siguieron la audiencia desde la Casa Blanca.
En la era de #MeToo, la acusación podría frenar la llegada de Kavanaugh a la Corte Suprema. Además, podría tener un impacto en las próximas elecciones legislativas. En Washington muchos recuerdan 1992, un año después del testimonio de Anita Hill, quien acusó de acoso sexual al juez de la Corte, Clarence Thomas, durante su proceso de confirmación. Un año después, hubo un aumento en la cantidad de mujeres que llegaron al poder en las elecciones de ese año.
El pliego de Kavanaugh descansa en las manos de un puñado de senadores republicanos moderados, entre ellos, dos mujeres: Lisa Murkowski y Susan Collins.
Kavanaugh, quien ofreció su testimonio después de Ford, negó todo. El juez ha sido acusado por otras dos mujeres además de Ford. Visiblemente compungido, debió forcejear al leer su declaración para contener las lágrimas. Pero luego, al responder preguntas, perdió por momentos la compostura y se mostró enojado, desafiante, levantó la voz, y se enfrentó sin dudarlo en varios cruces con senadores demócratas.
"Este proceso de confirmación se ha convertido en una desgracia nacional", se despachó el juez en su declaración. "Mi familia y mi nombre han sido total y permanentemente destruidos por denuncias adicionales viciosas y falsas", agregó.
Una y otra vez, Kavanaugh reconoció que bebe, y que le gustaba y le gusta la cerveza, pero pintó un pasado de adolescente estudioso y trabajador, incapaz de realizar un ataque como el que describió Ford. "Me gustaba la cerveza. Todavía me gusta la cerveza. Pero no bebí cerveza hasta el punto de desmayarme y nunca agregué sexualmente a nadie", afirmó.
Lindsey Graham, senador republicano, salió en su defensa, en un ataque directo a los demócratas celebrado por la Casa Blanca, que pareció diseñado para bajar línea a los senadores oficialistas. "Quieren destruir la vida de este tipo, mantener la vacante abierta y esperar a ganar en 2020", dijo, en referencia a la elección presidencial. Ironías del destino: los republicanos lo hicieron en 2016 con el último candidato de Barack Obama, Merrick Garland.