Un exasesor vuelve a complicar a Macron
PARÍS.- Para Emmanuel Macron se ha transformado en una auténtica pesadilla llamada Alexandre Benalla. El exhombre de confianza del presidente francés, juzgado por la Justicia hace unos meses por "violencias voluntarias" contra manifestantes el 1° de mayo y licenciado del Palacio del Elíseo, reapareció esta semana en los grandes titulares de la prensa.
Viajando a Chad para pasar una Nochebuena anticipada con los soldados de la fuerza Barkhane, Macron esperaba recuperar un poco de la popularidad perdida tras el episodio de los "chalecos amarillos". Esa imagen presidencial debía caer mejor que unas planeadas vacaciones en la nieve, prudentemente anuladas. Pero el diablo metió la cola.
La causa: una visita realizada a N'Djamena tres semanas antes de su propio viaje por Alexandre Benalla. Fue la prensa quien reveló el viaje de su exprotegido que, aparentemente convertido en "consultor", visitó Chad a comienzos de mes en avión privado, con una media docena de personas, para reunirse con el presidente Idriss Déby.
¿Cómo explicar que alguien tan cercano al presidente francés, objeto de tanta atención internacional, viaje a un país donde Macron decidió pasar la Nochebuena, país que además es decisivo para las alianzas estratégicas de Francia? La reacción de los medios y de la clase política no se hizo esperar.
El Palacio del Elíseo restó importancia a la coincidencia, afirmando que a su llegada a N'Djamena el presidente francés hizo saber a su homólogo chadiano que Benalla "no era en ningún caso emisario oficioso u oficial de la presidencia". Por su parte, el excolaborador cesanteado afirmó que sus viajes se inscriben en el marco de una misión de consultoría para grandes inversores de Medio Oriente que conoció "antes de entrar en el Elíseo" en 2012.
Pero entonces, ¿acaso Benalla hacía negocios privados mientras trabajaba en la presidencia? Temiendo lo peor, el gabinete de Macron le exigió anteayer por escrito explicaciones sobre "eventuales misiones personales" en Francia y el extranjero en aquel momento.
Pero como los tropiezos nunca llegan solos, el mismo día, el sitio de investigación Mediapart reveló que Benalla hizo todos esos viajes con un pasaporte diplomático emitido el 24 de mayo, después de haber sido suspendido por el Elíseo. Ante la comisión senatorial creada en el momento de aquel escándalo, el exempleado había asegurado, sin embargo, que había depositado esos documentos en el palacio presidencial.
Benalla afirma que no mintió a la comisión. En realidad, habría recuperado sus pasaportes después de esa audiencia. Pero, ¿cómo, puesto que tanto la presidencia como la cancillería lo conminaron por correo hace varios meses a que los entregara después de su despido?
Ayer, el Elíseo solicitó a la cancillería "tomar todas las medidas necesarias" para saber si Benalla continuó utilizando en forma ilegal esos pasaportes. Para hacer toda la luz sobre la turbia cuestión, el canciller, Jean-Yves Le Drian, anunció anoche haber solicitado la intervención del procurador de la república.
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