Un nuevo camino para Venezuela
CARACAS.- Henrique Capriles habló tras la derrota ante Chávez: "Soy un demócrata y nunca haré algo diferente de lo que decida el pueblo. Nadie debe sentirse derrotado, el que no ha podido ganar soy yo. Le pido al presidente que escuche a casi la mitad de los venezolanos que no quieren a su régimen y que buscan un futuro mejor. Esos más de seis millones de venezolanos no están solos, yo seguiré a su lado. Seguiré trabajando por una Venezuela única, hemos sembrado muchas semillas que germinarán. Los tiempos de Dios son perfectos, ustedes han construido un camino, que ahí está. Hay un camino."
Minutos antes, las encuestas en boca de urna lo daban ganador en una proeza inconcebible, que habría cambiado a su país y a América del Sur.
En la derrota se mostró como una persona espiritual y comprometida "con los venezolanos que viven en casas de cartón y chapa; con los chicos sin escuela". Con las señoras que lo "abrazaban con lágrimas en los ojos". Capriles tiene un objetivo: el progreso; y tiene una obsesión: se da cuenta de que en esta América latina tan desigual todo debe partir de la igualdad de oportunidades, empezando por la educación popular.
No por eso dejó de defender las libertades personales, el Estado de Derecho, la limitación del poder absoluto. Es un socialdemócrata, a pesar de que acá lo hayan tildado de derechista y "neoliberal".
Caracas, apenas fuera del centro, es una enorme, pero enorme, masa de viviendas precarias como las de las villas que hay en Buenos Aires. No se entiende cómo se relaciona esa realidad de pobreza extendida con un país que vendió 700.000 millones de dólares de petróleo en una docena de años y que vende ahora 70.000 millones por año.
La explicación sólo puede ser una: la economía es extractiva en lugar de productiva. No es diversificada; no hay inversiones ni siquiera en cosas básicas, porque está sujeta a la arbitrariedad gubernamental.Sin embargo, ese dinero que no se ha usado para mover la rueda de la producción y el empleo, sí ha servido para sostener un régimen político que me pareció opresivo.
Chávez, que tomó el poder con el petróleo a 8 dólares el barril, mientras que ahora vale 100, es omnipresente. Su figura militarizada cuelga de montones de edificios públicos, saludando con la venia.
Me parecía estar en una campaña electoral en la Unión Soviética. La utilización de los recursos del Estado para hacer personalismo presidencial es abierta y absoluta; el Estado monopoliza medios y los partidiza sin disimulo; el poder no está sujeto a reglas; las fuerzas militares usan divisas partidarias y patrullan la ciudad motos con milicianos aparentemente irregulares vestidos de verde y portando casco; hay persecuciones a los que votan en contra; se fomenta el miedo; los gobernantes abusan de su poder e insultan a los que no se les subordinan incondicionalmente.
La oposición se unió y eligió en elecciones primarias a un gran candidato, pero no alcanzó. Venezuela seguirá en su actual camino, pero hay otro.
Mucha gente, de todas las condiciones, nos dijo estos días en Caracas "hay un camino".
Capriles, un joven de 40 años, aceptó que el resultado es la voluntad del pueblo, de su pueblo. Y ratificó que busca servir a los valores del progreso, la igualdad y la libertad, con una idea fija: una patria unida, una patria de todos, más allá de sus ideas.
Me dolió su derrota, pero me enorgullece haber ido a acompañar su gesta, que fue una gesta para toda la región.
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