Un país entre la solidaridad con los refugiados y el miedo

BERLÍN.- Desde hace meses, las cámaras de televisión no capturan imágenes de colas interminables de refugiados en la zona fronteriza entre Alemania y Austria. Tampoco se publican fotografías de albergues de refugiados abarrotados o de migrantes desesperados ni se emiten programas especiales sobre la situación caótica que afecta a Alemania y a Europa.

Desde que la ruta de los Balcanes se cerró y la Unión Europea (UE) acordó un pacto migratorio con Turquía, el debate sobre la migración amainó. Hoy día, llegan pocos refugiados a Alemania.

¿Se terminó el problema, ya pasó la crisis de refugiados? No. Si bien la crisis por la cual llegaban migrantes de forma masiva a Alemania quedó más lejos -en las fronteras exteriores de la UE-, ahora son los hechos violentos llevados adelante por refugiados en ciudades como Wurzburgo, Reutlingen y Ansbach -así como el tiroteo protagonizado por un joven germano-iraní en Munich- los que conmocionan a Alemania. Si bien los ataques no son comparables entre sí y no todos tienen un trasfondo islamista, muchos ciudadanos temen que la república y la democracia alemanas estén en peligro.

Mientras el gobierno de la canciller alemana, Angela Merkel, advertía ayer acerca de demonizar a todos los refugiados, su principal aliado, el partido bávaro CSU, pidió una investigación más exhaustiva de cada refugiado.

El ministro del Interior de Baviera, Joachim Herrmann, uno de los más duros críticos de la política de refugiados de Merkel, no tardó en calificar el atentado de anteayer en Ansbach como atentado suicida islamista. Horas después, la fiscalía general de Alemania, que se encarga de las investigaciones de terrorismo, asumía las investigaciones del ataque por sospechar que se trató de un acto terrorista suicida cometido por un miembro del autodenominado Estado Islámico (EI). De confirmarse, sería el primero en el país.

El ministro del Interior, Thomas de Maizière, de la CDU de Merkel, habló de los problemas psíquicos del atacante, un sirio de 27 años, y de la posible combinación de estos dos elementos (extremismo y problemas mentales). EI, por su parte, no tardó en atribuírselo.

A las dos partes les gustaría que la razón estuviera de su lado. A Merkel, que aceptó la llegada de miles de refugiados en 2015 por razones humanitarias y que esperaba que Alemania se enriqueciera con la experiencia: más solidaridad, más responsabilidad, más reconocimiento internacional. Y a los socialcristianos de la CSU, que advirtieron desde un principio que Alemania estaba siendo sobreexigida.

La política de refugiados casi lleva a un cisma entre CSU y CDU. Sin embargo, en junio, las cúpulas de los partidos decidieron cerrar filas. El jefe del CSU, Horst Seehofer, sigue manteniendo su pedido de un máximo de 200.000 refugiados al año, lo que Merkel rechaza por motivos jurídicos y humanitarios.

Y luego todavía están las dudas sobre el pacto de refugiados entre la UE y Turquía. ¿Se puede enviar de regreso a migrantes que ingresaron ilegalmente en la UE a Turquía, donde tras el intento golpista rige el estado de excepción? Por ahora, Berlín y Bruselas se atienen al pacto.

¿Y qué pasó con la confianza de Merkel del año pasado? ¿Se cumplió su pronóstico de "lo lograremos"? La CDU habla sobre el formidable trabajo de ciudades y de ONG que se ocupan de los refugiados.

En tanto, las cifras de refugiados en Alemania se reducen mes a mes. Unos 90.000 en enero, 60.000 en febrero, 20.000 en marzo y desde entonces unos 16.000 al mes. En otras ciudades europeas, el cuadro es similar. Los refugios de emergencia están vacíos en muchas ciudades alemanas. En muchos estados no se cierran los refugios de forma permanente, sino transitoria, para el caso de que lleguen más refugiados.

Las organizaciones internacionales advierten acerca de entender la remisión del número de refugiados como un fin de la alerta. La agudización de crisis como la de Irak o la de Sudán del Sur hizo que miles de personas estén huyendo de nuevo.

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C. Jacke y K. Dunz