Un "palacio subterráneo", pero con tecnología obsoleta
Es el sistema ferroviario más bello del mundo, y cada estación es un verdadero "palacio subterráneo para el pueblo", según lo soñó el dictador Josef Stalin. Pero el subte de Moscú padece la misma obsolescencia que gran parte de la infraestructura rusa.
"No se puede tener un sistema de subte con tecnología de hace 80 años y pretender eficiencia", denunció recientemente Maxim Perov, vicepresidente de la Unión de Arquitectos rusos.
El fatal accidente de ayer ocurrió entre las estaciones Slavianski Bulvar y Park Pobedy, la más profunda del planeta, 84 metros bajo tierra (la altura de un edificio de 28 pisos).
Los tres minutos que lleva bajar por escalera mecánica desde la superficie hasta la estación son también un viaje en el tiempo a un anticuado sistema ferroviario. Sólo funciona como un reloj de precisión gracias a la excelente tarea de mantenimiento, pero en ocasiones como la de ayer deja expuestos sus límites.
El subte de Moscú es una de las experiencias estéticas más gratificantes que la ciudad ofrece a los turistas, y sus estadísticas impactan: una red de 325 kilómetros y 12 líneas, que en un año transporta 3000 millones de pasajeros (¡media humanidad!). En las horas pico la frecuencia alcanza 80 segundos, así que a paso normal es imposible caminar de una punta a la otra de un andén sin que antes arribe un tren.
Pero el ojo inexperto y el del especialista también perciben el paso del tiempo al ingresar a la mayoría de sus estaciones y trenes.
"El nivel de ruido es dañino y la ventilación es muy poca. Como resultado, los viajes son estresantes", criticó semanas atrás Mikhail Anshakov, presidente de la Sociedad de Protección de los Derechos del Consumidor.
Y el propio director del sistema subterráneo moscovita, Ivan Basedin, reconoció las falencias. "Gran parte del sistema técnico debe ser reemplazada. Desde las escaleras mecánicas hasta el sistema de seguridad de los trenes", dijo.
El alcalde moscovita, Sergei Sobianin, un ahijado político del presidente Vladimir Putin, se trazó la meta de la modernización de la capital como su lanzadera para seguir ascendiendo a los puestos más altos de la política rusa. Y en reiteradas oportunidades se enorgulleció de la marcha de las obras para el Mundial de fútbol de 2018.
Pero el terrible accidente de ayer muestra que el discurso sigue aún por delante de las obras.