Un respaldo clave para las banderas de la Unión Europea
Los medios extranjeros en general, y los argentinos en particular, han venido anunciando en los últimos meses noticias alarmantes para el futuro de las democracias, del libre comercio y de la paz y seguridad internacionales.
Primero fue el Brexit. En segundo lugar vino el sorpresivo triunfo de Donald Trump. Ese mundo, que pareció que también afectaría a Francia, tuvo su mayor freno político con el triunfo de Emmanuel Macron ante el populismo derechista de Marine Le Pen. El discurso de Macron, un político joven y liberal, reivindicó precisamente las banderas que se habían dado por derrotadas: la Unidad Europea, la fortaleza del euro como moneda común y la vigencia de un comercio multilateral pujante y lo más abierto posible.
Las crisis que han sufrido las sociedades de los países desarrollados en el último par de décadas se debieron a que el mundo ya no es más exclusivamente de Occidente. Los nuevos emergentes, con China a la cabeza, empezaron a modificar las relaciones del poder mundial. La riqueza se comienza a producir y a repartir de otra manera.
Este fenómeno, sumado a la enorme cantidad de refugiados que se desplazaron hacia Europa occidental, hicieron que los habitantes se sintiesen amenazados, con miedo a perder sus años de privilegios. La derecha del Frente Nacional le dio a esa reacción cultural una oferta política.
La sociedad francesa, aunque cansada y enojada por la amenaza terrorista islámica, supo elegir y optó por el candidato mejor preparado para afrontar los tiempos difíciles de una Europa sin el Reino Unido, una Rusia pujante y agresiva, un Estados Unidos con dudas y propuestas nacionalistas, y una China cada vez más dispuesta a ocupar su lugar en las grandes ligas.
Macron supo dominar el difícil tablero electoral sin contar con un partido político tradicional, y con el lastre de haber sido ministro de un gobierno socialista que finaliza con un bajo nivel de aprobación popular.
Su triunfo vuelve a encender la esperanza de un mundo mejor, abierto, en equilibrio con las potencias poderosas, y puede otorgarle valores insustituibles al nuevo orden internacional, que necesita una renovación y transformación urgentes para poder derrotar las enormes desigualdades entre países (y en el interior de ellos) y alejar de ese modo los peligros del terrorismo y el narcotráfico, además de detener las migraciones forzadas.
En septiembre próximo se realizarán elecciones en Alemania, el país económicamente más poderoso de la Unión Europea. Las posibilidades del populismo allí son ínfimas ya que el bipartidismo demócratacristiano y socialdemócrata monopoliza todas las encuestas de opinión. Sumado al de Macron, cualquier resultado servirá para fortalecer la Unión Europea y ordenar nuevamente su papel en la construcción del nuevo orden internacional.
El autor es diplomático y fue representante argentino ante la ONU
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