Un tradicionalista con devoción por la humildad y los pobres
Al ganar la elección y convertirse en el papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio desafió a los gurús papales, aunque ellos tendrían que haberla visto venir. Su ascenso, en cambio, marca un giro definitivo del catolicismo romano hacia América latina y los países en desarrollo. En términos teológicos representa la continuidad, por más que sea el primer papa no europeo en 1000 años y también el primer jesuita.
Es un conservador doctrinario que combatió el matrimonio homosexual en la Argentina y también a otros jesuitas más liberales. Pero también refutó a los sacerdotes que les negaban el bautismo a los hijos nacidos fuera del matrimonio y se ha pronunciado con firmeza sobre la justicia social. Es el primer papa en tomar el nombre de un santo conocido por su devoción por la humildad y los pobres. Es probable que con frecuencia haga sentir su peso en nombre de las regiones más pobres del mundo.
"Vivimos en la parte del planeta con más desigualdad, la que ha crecido más y sin embargo a reducido menos su pobreza -les dijo Bergoglio a los obispos latinoamericanos en 2007-. La injusta distribución de la riqueza persiste creando una situación de pecado social que clama al cielo y limita las posibilidades de una vida más plena para muchos de nuestros hermanos."
Que su elección haya sido una sorpresa es, en realidad, sorprendente. Era de público conocimiento que había salido segundo cuando fue elegido Ratzinger -el papa Benedicto XVI- en el cónclave de 2005. John Allen, el bien informado corresponsal en Roma del National Geographic Reporter, citó a un prelado que aseguró que en aquella ocasión, para ganarle a Bergoglio, "Ratzinger había tenido que sudar".
El apoyo a Bergoglio siguió intacto a lo largo de los ocho años que siguieron, y un funcionario de la Iglesia dijo que en la primera votación, anteayer, Bergoglio ya contaba con 30 votos, una demostración de fuerza en un cónclave de 115 miembros, que lo colocó en inmejorable posición para ganar tras apenas cinco rondas de votaciones.
En la antesala del cónclave, sin embargo, fue relegado en la lista de probables vencedores, en parte debido a su edad -tiene 76 años- y en parte porque algunos cardenales se preguntaban si tenía la firmeza suficiente para encarar la reforma que tan desesperadamente necesita la administración vaticana. Ahora esa firmeza será puesta a prueba.
Los católicos liberales de Estados Unidos, que aspiraban a un cambio en la postura de la Iglesia frente al rol de la mujer y la sexualidad, no deben esperar mucho del papa Francisco. Bergoglio es un tradicionalista, aunque lo mismo podría decirse de todos los otros potenciales ganadores. Francisco fue un temprano crítico de la teología de la liberación, que unió a los católicos y a los movimientos de izquierda en América latina.
Sin embargo, un obispo norteamericano señaló que la elección de Francisco tampoco sería celebrada como una clara victoria por los conservadores. En cuestiones litúrgicas, Bergoglio se ha opuesto a quienes buscan revertir los cambios introducidos por el Concilio Vaticano Segundo.
El propio obispo señaló que, en su primer discurso como papa a la multitud reunida en la Plaza San Pedro, Francisco puso mucho énfasis en su cargo de "obispo de Roma", más que en su posición de líder de la Iglesia. Según el obispo citado, esto podría indicar que Bergoglio simpatiza con las fuerzas de la Iglesia que están descontentas con la concentración de poder en el papado y que reclaman una descentralización de la autoridad hacia las afueras del Vaticano.
El cónclave también se apartó claramente de los cardenales con estrechos vínculos con la curia, nombre con el que se conoce a la burocracia vaticana, y también del primer italiano favorito, el cardenal Angelo Scola, de Milán.
En definitiva, lo que podría definir al papa Francisco es su origen latinoamericano y su defensa de los pobres.
Sus vínculos con la Argentina no están exentos de ambigüedades. Ha sido criticado por no haberse manifestado con más contundencia contra la brutal junta militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983. Sin embargo, se diferencia de esos líderes de la Iglesia latinoamericana del pasado que se aliaron con los privilegiados.
Renunció a su residencia de arzobispo por un pequeño departamento y usaba el transporte público. Trabajó en las villas miseria de su país y pidió a sus sacerdotes que hicieran lo mismo. Y ha señalado las falencias del capitalismo sin regulaciones y del Fondo Monetario Internacional.
Para muchos católicos, una gran cuota de esperanza se desprende de la elección del nombre Francisco, el santo que desdeñó la autoridad formal, se entregó a una vida sencilla, se preocupó apasionadamente por los marginados y consideraba que las acciones valen mucho más que las proclamas.
Dicen que Francisco una vez declaró: "Prediquen siempre el Evangelio. Si es necesario, usen palabras". Para un papa, es un punto de vista desafiante.
Traducción de Jaime Arrambide
E. J. Dionne
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