Un ultimátum para Mas y Rajoy, que enfrentan distintos retos
BARCELONA- Los independentistas catalanes dieron vuelta el reloj de arena. Con la masiva movilización de ayer le dieron un ultimátum tanto al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, como al propio líder de Cataluña, Artur Mas.
El sentimiento separatista, moderado hace unos años, empieza a vislumbrarse mayoritario al compás de las dificultades que Madrid y Barcelona encuentran para dialogar sobre lo que es evidente: la incomodidad de Cataluña en el actual esquema del Estado español.
Presionado por el reclamo, Mas radicalizó hace un año su nacionalismo y pasó de pedir una reforma en el reparto autonómico de fondos a pregonar el Estado propio. Exige que se permita a los catalanes votar en un plebiscito si quieren o no seguir formando parte de España.
La respuesta de Rajoy fue siempre la misma: la Constitución no lo permite. Esa pared agigantó el malestar de los catalanes que ven a España como una entidad que se aprovecha de su riqueza, limita su idioma y desprecia su diversidad.
Pero, ¿cuánto tiempo podrá mantener Rajoy esa postura? ¿Aceptará el riesgo de enfrentar una secesión unilateral, en medio de la dramática crisis económica de la que intenta sacar al país?
Mas está atrapado. Su coalición (CiU, tradicional fuerza de la burguesía catalana) quedó atada a una alianza táctica con la izquierda republicana, los independentistas más radicales. Ante ellos se comprometió a conseguir el plebiscito en 2014. La movilización de ayer le exige cumplir.
¿Cómo hacerlo sin un acuerdo con Rajoy? Una ruptura unilateral implicaría la inmediata salida de la Unión Europea y del euro. Parte de CiU ya le advirtió a Mas que no apoyaría esa deriva. Y la izquierda separatista le dice que si demora la consulta le retirará el apoyo para gobernar. Mas hace equilibrio y vende al mundo la "cadena humana" para presionar a Madrid.
La consigna de una "Cataluña libre" que sonaba ayer en Barcelona gana fuerza al compás de la crisis económica e institucional que erosiona a España desde hace cinco años. El independentismo consigue día a día sus pequeños triunfos; es un proyecto incierto, pero al menos es un proyecto.
El desafío que pesa sobre Rajoy es ofrecerles a los siete millones de catalanes un nuevo destino común. La urgencia de Mas es que no lo devoren las expectativas que generó al embanderarse con el sueño de la independencia.
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