Opinión. Una extraña inversión de roles
La población muestra en Estados Unidos más fervor que el propio gobierno
WASHINGTON.- La semana pasada, la Universidad de Georgetown realizó una feria de trabajo. En los puestos de los bancos y las grandes compañías de Wall Street, los estudiantes no tenían que hacer una larga cola. Pero para hablar con el encargado de reclutar personal para la CIA tenían que esperar en fila más de media hora.
Ed Friedman, un estudiante de 21 años que cursa el último año en la Escuela de Asuntos Exteriores, estaba en esa fila. "Hace dos años -comentó- la firma Goldman Sachs era el lugar indicado. La gente estaba interesada en salarios de seis dígitos (anuales) y consideraba que trabajar en la CIA no tenía mucho sentido."
Pero eso fue antes del 11 de septiembre. "Todos quieren formar parte de esto, para ayudar", añadió Friedman.
A pesar de que se está cuestionando la posibilidad de otro estancamiento, los Estados Unidos dan en este momento una rara imagen inversa de la era de Vietnam. La CIA y el Cuerpo de Adiestramiento de Oficiales de Reserva están de moda en las selectas universidades, donde las banderas flamean desde las ventanas de los dormitorios. Los policías ya no son "cerdos", sino héroes. Y muchos de aquellos que se quejaban de la escalada militar norteamericana en el sudeste asiático ahora se quejan de la vacilación de los Estados Unidos en Asia central.
En una extraña inversión de los papeles, el país está más fervoroso y agresivo que el gobierno. Y el Pentágono, más que el resto de los Estados Unidos, parece estar más inquieto por el creciente número de bajas civiles y más ocupado en conquistar los corazones afganos.
En aquel entonces, el periodista Walter Cronkite se preguntó qué estábamos haciendo en Vietnam. Ahora Tom Brokaw presiona a Donald Rumsfeld respecto de la posibilidad de lograr la victoria en Afganistán a menos que "invadamos con una división entera, nos apoderemos de un aeropuerto y lo transformemos en la base de todas las operaciones".
Así como algunos abogados de la Unión de Libertades o Garantías Civiles Norteamericanas murmuran que quieren cerrar nuestras fronteras y algunos liberales desechan así como así sus preocupaciones sobre las violaciones de las garantías civiles y sobre la pena capital, son muchos los pacifistas de antes que hoy se han vuelto halcones, menos interesados en qué grupo de gente barbuda gobernará en el Afganistán postalibán que en perseguir a los malvados sin darles tregua.
Desde la Segunda Guerra Mundial, ésta es la primera guerra que es personal. La de Vietnam estuvo inspirada en la teoría del dominó, y se prolongó penosamente porque Lyndon Johnson y Robert McNamara no quisieron perder su prestigio. La llamada Tormenta del Desierto tuvo que ver con el hecho de mantener bajos nuestros precios del combustible. Pero esta vez nos trajeron la guerra a nosotros, y ahora se trata de proteger no sólo nuestro pellejo sino nuestro estilo de vida.
Los terroristas ya convirtieron al Halloween en un festejo para grandes y nos han robado la Navidad. ¿Quién quiere abrir un sobre con una tarjeta navideña o los catálogos de productos o ir a las galerías comerciales? Nos han debilitado la confianza y la seguridad, tanto en nuestra economía como en nuestra libertad, y nos han puesto nerviosos respecto del aire que respiramos y los alimentos que consumimos.
Pero la verdad es que no podemos estar alertas porque no sabemos lo que estamos buscando, y mayormente lo que estamos buscando es invisible, y no queremos caer en generalizaciones desagradables.
El FBI obtuvo más de 300.000 pistas o datos de norteamericanos que tratan de estar alertas, pero esa oficina todavía no sabe qué hacer ni qué decir.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, expresó que la agitación para acelerar el ritmo militar se debe al deseo del pueblo norteamericano de una "gratificación inmediata". Pero eso es demasiado irreflexivo. Los norteamericanos están impacientes respecto de la guerra, porque es nuestra única vía para contraatacar.
Así como Robert McNamara dijo en cierta oportunidad que perdimos en Vietnam porque el gobierno norteamericano nunca comprendió la cultura vietnamita, también el vicealmirante John Stufflebeem señaló que había subestimado la tenacidad de las tropas afganas porque no había comprendido que el régimen talibán "no ve el mundo de la misma manera que nosotros".
El vicealmirante Stufflebeem acaso sea el último en enterarse de que Afganistán es un lugar obstinado y duradero, cuya historia es un largo relato de guerra.
En un reciente discurso, Tony Blair afirmó que no debemos olvidar las Torres Gemelas ni los héroes ni "la amenaza de Osama ben Laden". Me preocupa que al primer ministro británico le preocupe que el horror ya esté pasando al olvido. Y me hace sentir nostalgia de esa vieja certeza de "Buscado: vivo o muerto". Si en algún momento EE. UU. necesitó tener memoria histórica, ese momento es hoy. Esta no es tan sólo una guerra, sino una guerra justa.
Traducción: Luis Hugo Pressenda
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