Una guerra que se libra en varios frentes
Por Ricardo López Dusil
Irán se prepara, nuevamente, para la guerra. Pero los talibanes, contrariamente a lo que pueda observarse en una primera lectura de los hechos, no parecen ser el único objetivo. Quizá tampoco el principal. Tras ese conflicto subyace otra crisis -sorda, solapada, pero cada vez más profunda- para dirimir quién ejerce verdaderamente el poder en Teherán.
El reciente asesinato a manos de los talibanes de once diplomáticos y un periodista iraníes en la ciudad afgana de Mazar-i-Sharif es, por supuesto, un incidente gravísimo, pero al mismo tiempo una excusa perfecta para los halcones iraníes, alineados tras el guía espiritual de Irán, Alí Khamenei (un ayatollah clonado del padre de la revolución islámica, Ruhollah Khomeini), y del ex presidente Alí Akbar Hashemi Rafsanjani, laico pero igualmente fundamentalista.
El carácter religioso del Estado iraní le confiere al líder espiritual atribuciones que sobrepasan a las del presidente. La más singular de ellas es, paradójicamente, una de las más alejadas de las cuestiones teológicas:el control de las fuerzas armadas.
La presidencia, sometida a elección popular (los cargos religiosos, en cambio, no son electivos), quedó confinada así a ser una institución títere de las autoridades religiosas, que le "ceden" poder en la medida en que respondan a sus dictados. Y ése no es el caso ahora.
El mandatario iraní Mohammed Khatami, con la promesa de propiciar una sociedad más abierta a las rígidas costumbres religiosas y establecer un acercamiento gradual con Occidente, incluido el enemigo número uno (los satanizado Estados Unidos), se alzó con el gobierno hace un año con una avalancha de votos: el 70 por ciento del electorado.
Su base de sustentación política está constituida por los intelectuales, las mujeres y los jóvenes. Y sus primeras medidas de gobierno ratificaron ese rumbo: nombró como vicepresidente a una mujer de 36 años, concedió libertad de prensa, aceptó una histórica entrevista con la cadena norteamericana CNN, relajó las normas que regulan las conductas de los jóvenes recortando el poder de la policía religiosa (un cuerpo que patrulla las ciudades para impedir acercamientos indecentes, tales como una simple conversación en público de adolescentes de uno y otro sexo).
La guerra interior, durante un tiempo larvada, no tardó en hacerse pública y el entorno de Khatami fue sometido a una presión a veces insostenible: varios de sus aliados fueron encarcelados u obligados a renunciar, como el actual alcalde de Teherán, Gholamhossein Karbashi, a quien se somete a juicio por corrupción.
Ayer, Karbashi condenó sin medias tintas el asesinato perpetrado por los talibanes, pero dijo que ir a la guerra con Afganistán era, sencillamente, una trampa. Tal vez en esas palabras esté la clave de la escalada.
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