Una marcha que impulsó la Iglesia le sumó presión a Ortega
Decenas de miles de personas participaron de la movilización ante la catedral de Managua
MANAGUA (Para LA NACION).- La peregrinación por la paz y la justicia convocada ayer por monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de Managua, se transformó en una gigantesca marcha en repudio por la masacre que dejó por lo menos 63 muertos en Nicaragua. Alentada por la indignación popular, empujada por el clamor contra los abusos del gobierno, decenas de miles de personas fueron hasta la catedral de la capital. No le querían fallar a quien se ha convertido en el principal líder social del país.
"¡Que se vayan! ¡Que se vayan!", gritaron los manifestantes contra el gobierno de Daniel Ortega para interrumpir las palabras del cardenal Leopoldo Brenes, que ofició la liturgia católica junto a Báez y a otros miembros de la cúpula religiosa. "¡El pueblo, unido, jamás será vencido!", prosiguió el enorme gentío convertido en una sola voz mientras el presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua daba detalles del diálogo nacional para resolver la crisis, en el que oficiarán como mediadores y testigos.
El cardenal dijo que dio un plazo de un mes para contrastar si se alcanzan y cumplen acuerdos entre los participantes en la mesa de negociación, que todavía no empezó. El primer punto de los detractores de Ortega es que no haya impunidad frente a los crímenes de estos días. El segundo, un adelanto electoral para satisfacer la sed de cambio incrementada durante las protestas.
"De hoy en adelante, la historia de Nicaragua la decide el pueblo y nadie más", lanzó Báez, un mensaje directo al poder sandinista mientras era agasajado por sus seguidores en las inmediaciones del templo religioso. "Estamos indignados por tanto dolor, por tanta muerte. Nicaragua merece una patria mejor y lo vamos a conseguir", añadió.
La figura del religioso emergió frente al colaboracionismo de anteriores mandamases católicos. Activo en las calles y en las redes sociales, Báez parafraseó ayer al papa Francisco ("Ciertas realidades de la vida se ven solamente con los ojos limpios por las lágrimas") para justificar unas imágenes que anteayer impactaron al país. El obispo no pudo contener las lágrimas mientras era entrevistado, al rememorar las torturas contra tres jóvenes a quienes "arrancaron las uñas de las manos".
"Las historias son terribles y nuestra juventud no merece eso", dijo Báez.
"Es un ángel caído del cielo. Si no hubiera sido por él habría más muertos. Fue el único en dar la cara por los estudiantes que estaban en la catedral hostigados por la policía, se jugó la cara por ellos", dijo Marjori Jaens, de 35 años, que fue a la marcha con un mensaje en forma de cartel para Ortega: "Dios hará justicia en el cielo, pero nosotros la haremos aquí en la tierra".
En contraste con la unanimidad que existe en torno a Báez, por quien se levantaron oraciones para que nada le pase, buena parte del país no olvida a monseñor Miguel Obando y Bravo. Ya retirado, con 93 años, este religioso resume buena parte de la historia del país. Duro crítico de Ortega cuando este ejercía de opositor, Obando inventó un pasaje bíblico en vísperas de las elecciones presidenciales de 1996. En él, comparó al líder sandinista con una víbora, que estaba moribunda, pero a la que dieron una segunda oportunidad. El animal correspondió mordiendo a su salvador y matándolo.
El impacto de aquellas palabras empujó la victoria del liberal Arnoldo Alemán. Pero la posterior alianza de Ortega con sus viejos enemigos, Obando y Alemán, posibilitó su acceso al poder en 2006 y allanó la toma y rendición de los poderes públicos. El líder sandinista firmó la paz con la Iglesia Católica y a cambio abolió la ley del aborto. En los círculos políticos de Managua también se asegura que la inteligencia sandinista conocía oscuros capítulos de la vida personal del monseñor.
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