Una misión muy compleja en el peor entorno posible
NUEVA YORK.- La estrechez de los pasadizos, una visibilidad cercana a cero y la constante amenaza de los monzones hicieron que la operación de rescate en la cueva Tham Luang fuese de una dificultad extrema.
Cada parte del operativo entrañaba sus propias dificultades. Los rescatistas nadaban por pasajes sumergidos, luego tenían que salir a la superficie, caminar hasta la próxima sección inundada y volver a sumergirse. A continuación tenían que volver a repetir el procedimiento, pero esta vez con chicos. En cada paso tenían que equilibrar las típicas consideraciones de seguridad y las necesidades operativas. Las condiciones únicas de este problema deben haber dictado todas las decisiones que se tomaron en el terreno.
En una cueva, no hay manera de acceder libremente a la superficie, lo que implica que si uno tiene una emergencia bajo el agua, no puede simplemente deshacerse de su traje de buzo y salir a tomar aire a la superficie, sino que tiene que llegar hasta la próxima caverna no inundada. El equipo de buceo puede engancharse o romperse en cualquier pasaje estrecho, y sería imposible arreglarlo. Cuanto más equipo se lleva, más son las oportunidades de quedar enganchado en la saliente de una piedra. Imagino que estos buzos deben haber llevado lo mínimo indispensable, justamente por esa razón. Los buzos de cuevas suelen llevar los tanques de oxígeno al costado del cuerpo y no sobre la espalda, porque es más fácil alcanzar algo que está debajo de la axila que algo que está en la espalda.
La visibilidad es otro inconveniente. No creo que vieran mucho. La tierra que estaba en las cuevas seguramente enturbiaba el agua, especialmente cuando pasaban los buzos y removían el fondo. No hace falta moverse mucho para que la tierra impida incluso verse la propia mano. Los buzos profesionales están acostumbrados a la baja o nula visibilidad cuando están bajo el agua. Los buzos fijaron una cuerda a lo largo de los trayectos sumergidos para guiarse. Los adultos y los chicos podían impulsarse agarrándose de esa cuerda, lo que facilitó el avance y redujo las chances de que alguno se perdiera debajo del agua.
¿Cómo fue posible que bucearan esos chicos que nunca lo habían hecho? Facilitándoselos lo más posible, esa es la respuesta. Y una máscara que cubre toda la cara, como aparentemente usaron, logra precisamente eso. Lo que haría típicamente un buzo es llevar una máscara que solo cubre los ojos, y respiraría a través de un regulador separado y conectado a los tanques de oxígeno por una manguera de goma. La máscara combina ambos elementos y permite el uso de dispositivos de comunicación.
¿Los chicos corren riesgo de sufrir síndrome de descompresión? Las aguas de esas cuevas no parecen ser tan profundas como para que el síndrome de descompresión represente un problema en este caso en particular.
El autor es periodista y fue buzo táctico de la marina de Estados Unidos
Traducción de Jaime Arrambide
John Ismay
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