El devastador paso de Katrina: el escenario político y la reconstrucción. Una tragedia que pone en riesgo la agenda de Bush
WASHINGTON.- En medio de una de las peores crisis políticas de su gobierno, el presidente George W. Bush reorganizó abruptamente anteayer toda su agenda para este mes, en un esfuerzo por recuperar el control de una situación que, según los republicanos, amenaza con socavar los objetivos de su segundo mandato y las ambiciones del partido en el largo plazo.
En una señal de la creciente ansiedad, Bush hizo anteayer una aparición en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, algo poco usual para un sábado, para anunciar ante las cámaras que estaba despachando soldados a la costa del Golfo de México. Su tono fue más sombrío que el día anterior al recorrer la zona del desastre, cuando bromeó en el aeropuerto de Nueva Orleáns acerca de lo bien que lo pasaba en su juventud en Houston. Su actitud anteayer fue similar a la que tuvo al pronunciar los discursos más sombríos tras los ataques del 11 de septiembre.
"La magnitud de la respuesta a una crisis sobre un área de desastre que es más grande que el tamaño de Gran Bretaña ha creado tremendos problemas", dijo Bush, exagerando un poco el tamaño del área afectada.
El presidente estaba rodeado por su alto mando militar y de emergencia: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, el secretario de Seguridad Interior, Michael Chertoff, y el general Richard Myers, jefe del estado mayor conjunto. El vicepresidente Dick Cheney y Karl Rove, el principal asesor político del presidente, escuchaban a un costado, al igual que Dan Bartlett, el consejero del presidente y supervisor de la estrategia de comunicaciones de Bush. Su presencia subrayaba la seriedad que la Casa Blanca está reaccionando frente a la crisis política que enfrenta.
El discurso tuvo lugar en momentos en que analistas y algunos republicanos alertaban que la respuesta de la Casa Blanca a la crisis en Nueva Orleáns, que en general fue vista como lenta e ineficaz, podría socavar aún más la autoridad de un Bush que ya se encontraba bajo fuego, lo que pone en peligro su agenda legislativa.
La Casa Blanca dijo que Bush volvería hoy a Louisiana y Mississippi, dejando de lado los planes de un discurso en Maryland. El resto del cronograma para Bush para la semana que viene está indefinido. La Casa Blanca también pospuso una importante visita a Washington, esta semana, del presidente de China, Hu Jintao. Informó que tanto Hu como Bush acordaron que "en las presentes circunstancias, es mejor no hacer" la reunión, que hubiese exigido que gran parte de la atención del presidente en los próximos días estuviese puesta en las dificultades entre Estados Unidos y China por roces comerciales, el programa nuclear de Corea del Norte y el armamentismo chino.
La modificación de último momento de los planes del mandatario reflejó lo que los analistas y algunos republicanos señalaron como una amenaza de largo plazo para la presidencia de Bush, creada por la percepción de que la Casa Blanca no reaccionó ante la crisis. Algunos de ellos dijeron que las consecuencias políticas del huracán podrían complicar la agenda del segundo período, que incluye importantes cambios en la seguridad social, el sistema impositivo y el régimen inmigratorio.
"Esto va a reorientar mucho la agenda", dijo Tom Rath, un republicano de Nuevo Hampshire con vínculos con la Casa Blanca. "Parte de esto es momentáneo. Creo que el capital de Bush se va a recuperar rápidamente si comienzan a responder."
Donald Green, profesor de ciencia política de la Universidad de Yale, dijo: "Existe la posibilidad de un serio daño para el gobierno. La conclusión que se podría sacar de esto es que fue una falla general de la administración".
Y Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara baja, urgió a Bush a que propusiera rápidamente un plan para la reconstrucción de Nueva Orleáns y el resto de la costa del Golfo de México, sosteniendo que un gesto ambicioso podría restaurar su poder en el Congreso.
El silencio de muchos demócratas prominentes refleja su conclusión de que el presidente está en un terreno político resbaladizo y que atacarlo sólo permitiría a la Casa Blanca rechazar las críticas como expresiones partidistas, según indicó un asesor demócrata.
Scott McClellan, vocero de la Casa Blanca, rechazó la idea de que la viabilidad política de Bush estuviera en peligro. Pero otros republicanos dijeron que el daño podría resultar duradero y advirtieron que la inevitable batería de investigaciones oficiales sobre qué salió mal podría erosionar aún más el decreciente apoyo a la guerra en Irak.
Algunos republicanos dijeron que la percepción entre algunos negros de que la Casa Blanca había tardado en responder porque muchas de las víctimas son pobres y afroamericanas va en contra de lo que había sido una de las iniciativas primordiales del nuevo presidente del partido republicano, Ken Mehlman: apelar explícitamente al apoyo de los votantes negros, sector que tradicionalmente ha sido abrumadoramente demócrata.
Tanto los republicanos como los demócratas advirtieron que la reacción a la crisis no ha sido nada parecida a lo que sucedió después del 11 de septiembre de 2001, cuando ambos partidos se unieron en una muestra de unidad frente a una amenaza externa clara e identificable.
El huracán golpeó en un momento -dijeron- en que Bush ya estaba debilitado, con sus índices de aprobación en el punto más bajo y su capital político en declinación en Washington.