Boda real: una unión para atenuar el divorcio del Brexit
LONDRES.- Aunque el acontecimiento fue eclipsado por los fastos de la ceremonia, la boda del príncipe Harry con Meghan Markle es una positiva respuesta al enorme desafío que enfrentará Gran Bretaña a partir del año próximo: su separación definitiva de la Unión Europea (UE).
Ese divorcio previsto para el 19 de marzo de 2019, que se popularizó con el acrónimo de Brexit, necesitará movilizar todos los recursos que quedan del viejo imperio británico. Uno de los más importantes es, sin duda, el Commonwealth (Mancomunidad Británica de Naciones).
Era necesario estar ayer en Gran Bretaña para comprender hasta qué punto la llegada de una mestiza a la familia real creó un inimaginable fervor entre los 2419 millones de personas que integran esa comunidad política y -sobre todo- económica de 53 países independientes, territorios, colonias y dependencias ubicados en su mayor parte en África, Asia y las Antillas. Más de 60% de esos habitantes tienen menos de 30 años.
Por eso es que, al margen de sus aspectos frívolos, este casamiento no convencional tiene también una dimensión política de primera magnitud. "Olvidemos por un momento el aspecto 'Walt Disney' de la boda. Aquí, lo más importante es el shock psicológico que representará para este país la llegada de un miembro birracial al seno de la familia real británica. Es un hecho casi tan importante como lo fue la elección de Barack Obama para Estados Unidos. Sin contar con el peso que esto tendrá a lo largo y ancho del Commonwealth", confirma el analista real Nicholas Witchell.
Este acontecimiento, además, "es algo así como si el sacrosanto principio de la sangre azul hubiera estallado en mil pedazos", agrega Witchell. Pero a su juicio, ese sismo parece haber sido "decidido en forma consciente por la reina Isabel II en persona". Es cierto que el león británico (símbolo del poder de la corona) perdió algunos dientes, tiene reumatismo, cojea al caminar y tiene el pelo ralo. En todo caso, desde que su influencia mundial fue reemplazada hace un siglo por Estados Unidos, el imperio se redujo a la mínima expresión que representa el Commonwealth.
La última cumbre, realizada el mes pasado en Londres, le dio un valor inesperado a esa comunidad porque el Brexit transformará la economía británica y reducirá sensiblemente el volumen del intercambio comercial con Europa. El gobierno espera compensar en el Commonwealth por lo menos una parte de las pérdidas que representará ese cambio histórico.
Detrás de su apariencia insignificante, ese bloque agrupa países tan importantes como la India, Australia, Canadá y Sudáfrica. El total de las ventas hacia esos países representan 8,9% de las exportaciones, cifra que equivale al comercio con Alemania. En total, el comercio con la UE representa cinco veces más que el comercio con el Commonwealth.
Gran Bretaña, sin embargo, tiene intenciones de darles un fuerte impulso a esas relaciones para que pueda pasar de 10.400 millones de dólares en la actualidad a 13.000 millones en 2020 y siga aumentando a un ritmo de 10% anual en los 10 años siguientes. En ese contexto, la llegada de Meghan Markle es una promesa de regeneración.
En el momento de dar el "sí", Harry y Meghan -flamantes duques de Sussex- sin duda no pensaron en los tremendos desafíos que estaban en juego detrás de su boda. Pero ese detalle seguramente no le pasó inadvertido a la reina Isabel II, inflexible guardiana del imperio desde hace 67 años.
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