Venecia impulsa un rígido código de conducta urbana para turistas maleducados
ROMA.- Venecia, una de las ciudades más lindas del mundo, que atrae cada año a 28 millones de visitantes -demasiados-, quiere decirle "basta" a las hordas de turistas salvajes, maleducados, "toco y me voy", un flujo de personas cada vez más arrollador que, aunque le da de comer, termina asfixiándola.
Para restablecer orden y decoro y combatir a los turistas "cafoni" (maleducados) -los que se lanzan a nadar en los canales, hacen sus necesidades detrás de los monumentos o pic-nic sobre los puentes-, la junta comunal está preparando un nueva batería de medidas. Y han generado grandes polémicas las rígidas normas implícitas en el artículo 35 del nuevo reglamento de policía y seguridad urbana, que enumera los actos contrarios al decoro en relación al uso improprio de las áreas monumentales y de los puentes de la ciudad. De ser aprobado sin cambios, podría llegar a estar prohibido -y no sólo para los turistas maleducados, sino también para los venecianos-, sentarse en el suelo o acostarse en los famosos "masegni" (las antiguas y tradicionales baldosas) de las escalinatas de Iglesias y bancos de plaza, o andar en monopatín.
Además de contemplar multas que irán de 50 a 500 euros, aunque sólo en caso de violación reiterada, el nuevo reglamento también incluye un "daspo urbano" por violaciones en lugares de especial valor del centro histórico. Es decir, tal como les sucede a los hinchas violentos, a quienes luego de un "daspo" se les prohíbe regresar a la cancha de fútbol, también se prevé que los turistas maleducados, que no respeten las normas, sean expulsados de Venecia durante 48 horas.
El "daspo urbano" será aplicado a quien consuma alimentos o bebidas entorpeciendo la circulación de los peatones, a quien se zambulla o nade en cualquier espejo de agua, a quien se acueste o siente sobre los bancos y escalinatas de una iglesia, se moje los pies en el agua de los canales, o acampe en las paradas de transporte público.
El nuevo reglamento prevé también la prohibición del uso de skateboard, hoverboard, segway y tablas de surf. Los monopatines sólo estarán permitidos a chicos de 10 años o menores, en determinados horarios, solamente si se encuentran lejos de tradicionales zonas del centro histórico. Serán secuestrados los medios de quienes no respetaran esas prohibiciones y para su restitución será necesario la matrícula del monopatín.
También quedan prohibidos los aparatos reproductores de música, y en la emblemática Plaza San Marcos estará vedado el uso de "instrumentos musicales también no amplificados, así como la ejecución de cantos o bailes".
Giorgio D’Este, asesor de Seguridad de la Municipalidad de Venecia, aseguró que el personal de la policía deberá tener sentido común a la hora de castigar a los infractores. En el caso de comportamientos no idóneos repetidos y conductas contrarias al decoro y obstinadas, "el operador de seguridad solicitará interrumpir determinada conducta y, sólo después, habrá una sanción", explicó.
Pero la vuelta de tuerca no convence a todos: en la junta municipal -que en octubre deberá votar-, algunos representantes de la minoría, como el Partido Democrático, salieron a protestar y a decir que "no se puede prohibir todo" y pidieron que se contemplen áreas preparadas con bancos donde los turistas puedan detenerse.
El Corriere della Sera también se hizo hoy eco de la polémica. En un artículo muy crítico, puso en duda que Venecia podrá salvarse de la debacle actual y de las hordas de turistas, prohibiendo los monopatines. "¿Tiene sentido prohibir sentarse o acostarse en el suelo, sobra las gradas de los puentes o de los pórticos monumentales y de todos modos constituir un obstáculo a la libre circulación de los peatones? ¿Si dos viejos ya no dan más de caminar tienen que quedarse parados?", se preguntó. El diario también cuestionó la prohibición del monopatín -en una ciudad con cada vez menos residentes (53.000) y menos chicos-, de los aparatos reproductores de música y del uso del surf, que a veces puede servir si hay "acqua alta", es decir, sube la marea, fenómeno muy habitual en Venecia.
"No será fácil devolver orden, decoro y serenidad a una ciudad frágil y trastornada por el bacanal de un turismo exagerado", aseguró el Corriere, que consideró que para frenar el enorme flujo de turistas sería mejor controlar la proliferación salvaje de B&B, que llegar a impedirle a los ancianos poder detenerse o sentarse sobre una escalinata.
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