Actuar, oficio noble
una actriz que se interpreta a sí misma actuando a Liv Ullmann como personaje en algunos pasajes de su vida real, y como actriz en parlamentos de Casa de muñecas, la célebre pieza que la noruega hizo reiteradamente en teatro.
Actriz: una obra amena que emociona y divierte, en apariencia sencilla y transparente, pero que va cobrando espesor y complejidad a medida que avanza esta evocación en la que la admirable actriz de teatro (por caso, Los hijos de los hijos, de Inés Saavedra) y de cine (casi fetiche de Martín Rejtman) Susana Pampín se encuentra, desdoblándose, con su par noruega -bastante más que la musa de Ingmar Bergman, actualmente dedicada a la dirección de films. Ese espectáculo, entonces, trae a escena a Ullmann, sobre todo en esa faceta de actriz, que, a la vez, signó su vida como mujer, como madre. Con un intenso recorrido como intérprete, dramaturga y directora, la joven (30) Bárbara Molinari se deslumbró con Bergman a los 16, viendo películas como Gritos y susurros (1972) o Sonata otoñal (1978), con Liv Ullmann. Y tiempo después leyó Senderos y Alternativas, los dos libros autobiográficos de la muy talentosa noruega, sintiéndose convocada por la voz en primera persona de una actriz hablando de su oficio. Tanto que tuvo la idea de urdir una dramaturgia, sabiendo que le iba a dar los últimos ajustes cuando encontrase a la intérprete apropiada. Barajando nombres, uno se le impuso con clara certeza: Susana Pampín. Con sus aportes -pequeños pero significativos detalles de su historia personal, algunas acotaciones sugerentes, Molinari pudo completar el texto.
Actriz es una obra que advierte de continuo al público que está viendo un hecho teatral que sucede en el cuerpo, en la palabra de una actriz: Pampín hace unos ejercicios mientras que la gente entra y se acomoda, luego se dirige a la platea iluminada cuando anuncia: "Esta noche interpreto a Liv Ullmann"; y confiesa que teme revelar cosas propias que desconoce? Porque durante toda la función ella jugará a hacer de Susana Pampín y cuando desgrane flashes personales estarán relacionados de alguna manera con la vida y las actuaciones de Ullmann; asociaciones libres a veces fusionándose ("Puedo interpretar a Jenny en Liv", refiriéndose al rol de una suicida), incluso confundiéndose ("No soy yo la emocionada, es Liv. Pero soy yo. No sé"). Fragmentos de dos personas, de dos actrices que se van ensamblando en lograda progresión. El tema del doble se despliega y parece inevitable la cita al comienzo del film Persona (1976), que S.P. cuenta que vio en una función de la Cinemateca, en el Sha, a los 18. Allí, L.U. encarnaba a una actriz que se quedaba muda haciendo a Electra, y era cuidada por una enfermera locuaz (Bibi Andersson) que se le parecía tanto que, en una escena, Bergman superponía los rostros de ambas. Persona: palabra latina que designaba la máscara (con distintas expresiones) con que los actores ocultaban su rostro en la Antigüedad.
Con mucho tino, la directora optó por mínimos objetos escenográficos: una clásica silla de director (que alude a Bergman, también a Liv, que devino cineasta), y sobre unos cajones encimados, una peluca rubia y anteojos negros (que usará Susana cuando se enmascare), el libro Senderos. La luz es teatral cuando la actriz hace a las dos actrices, y se vuelve cinematográfica al poner en primer plano el rostro desnudo de la protagonista como Ullmann haciendo a Ibsen. Susana Pampín, intérprete milagrosa, consigue la sinceridad de cada instante, de cada transición. Ojalá Liv -que acaba de presentar exitosamente en Europa su versión fílmica de La señorita Julia, de Strindberg pudiera ver este trabajo magistral.
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