Allegro
Las frases de Eugene Ormandy podían ser al mismo tiempo elegantes y filosas
Eugene Ormandy nació en Hungría en 1899 y, como violinista en gira, arribó a los Estados Unidos en 1921. Sus presentaciones fueron un fracaso estrepitoso y, para poder mantenerse, se integró a una orquesta neoyorquina de segundo rango que acompañaba la proyección de películas mudas. En 1924, a raíz de una enfermedad repentina del director titular, tomó la batuta por primera vez. Desde entonces, primero en presentaciones radiales, veraniegas o en teatros periféricos y, finalmente, en conciertos regulares, desarrolló una de las carreras más notables de la dirección orquestal del siglo XX, vinculada especialmente con la Orquesta de Filadelfia, organismo que condujo desde 1936 y a lo largo de cuarenta y seis años. Haciendo referencia a la suntuosidad, la opulencia y el brillo que emanaban de la orquesta bajo su mando, se hablaba del “sonido Filadelfia”, una verdadera marca registrada.
Pero Ormandy no basaba el éxito de su trabajo al frente de la orquesta únicamente en cuestiones de técnica y sabiduría musical.
A diferencia de otros directores que ejercen la autoridad a partir del despotismo, el maltrato y la distancia, Ormandy estimulaba a sus músicos de una manera franca, incluso utilizando la ironía y el buen humor. Los músicos de la orquesta recogieron y dejaron testimonio de algunas de aquellas frases y momentos que revelan una inteligencia y una sutileza admirables. Por ejemplo: “Estoy dirigiendo lento porque no sé cuál es el tempo”; “Stravinsky quería que fuera bup, bup, bup, pero, ahora que el hombre ha muerto, vamos a hacerlo legato”; “Quiero felicitarlos a todos y cada uno de ustedes por el concierto de anoche en Nueva York, y viceversa”. Con firmeza, una vez se dirigió a los percusionistas y les dijo: “Por favor, un poco más fuerte”. La respuesta llegó rápidamente: “Pero maestro, en estos compases nosotros no tenemos nada”. Ormandy los miró y lentamente agregó: “Correcto, pero háganlo más fuerte”.
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