Anne-Sophie Mutter, belleza entre las cuerdas
La violinista alemana, una de las máximas figuras de la música clásica, se presentará en el Teatro Colón en noviembre.
MADRID (El País).- El fenómeno Anne-Sophie Mutter es sobre todo musical, pero, además de un portento del violín, esta alemana de 35 años tiene una atractiva figura y desborda vitalidad. Así que, cuando se coloca en el hombro su Stradivarius y se planta en un escenario, parece una rutilante estrella. Y tocando su violín domina al público en cinco minutos. Sucede desde que, en 1977 -cuando tenía 13 años-, su padrino, Von Karajan, le dio la primera gran oportunidad con una obra de Mozart.
-Usted tenía 13 años, Von Karajan eligió una obra que Mozart escribió a los 19. ¿Fue la elección de un Mozart joven para una violinista joven?
-No lo sé. Pero creo que Mozart es a menudo mal entendido. No por los músicos; pero el público general lo subestima. Porque no es un compositor que exhibe una amplia línea polifónica. Mozart tiene mucho refinamiento en su escritura. Cada voz es transparente y clara como una campana y, por lo tanto, cada nota cuenta. Si pierdes una nota en un concierto de Tchaikovski, ¿quién se va a enterar? Está trazada a grandes brochazos, es muy amplia, muy general, mientras que un concierto de Mozart es más detallista, está como hecho con lupa, y por eso es tan difícil.
-Entonces, cuando era una niña prodigio con el violín, ¿era como una niña cualquiera?
-No sé cómo era, la verdad; sé que pasaba mucho tiempo con un violín cuando tenía 5, 6, 7 años. Hice todas los estudios técnicos básicos a esa edad; tenía un profesor muy estricto, con gran refinamiento técnico. Por otra parte, en aquellos años tempranos también tocaba música gitana. La música gitana, de hecho, me ayudó a perseverar en el trabajo que necesariamente debía realizar. Y a los 12 o 14 años yo era... era una niña normal. Jugaba al fútbol y tuve un accidente haciendo de arquero; mi dedo pulgar se volvió del revés. Claro que lo más importante en mi vida ha sido siempre la música, pero procuraba llevar una vida como ser humano. Eso me ha equilibrado, supongo.
-Si una joven de 18 años pasa un día en una ciudad y el día siguiente en otra, trabajando duro, ¿puede vivir una adolescencia normal?
-Lo que siempre he deseado por encima de todo ha sido comunicar con la música, y eso es lo que he hecho. Tuve mucha suerte de niña porque desde muy pronto pude desarrollar lo que más me gustaba, tocar el violín. Al mismo tiempo hacía mis estudios escolares, tenía mis amigos..., pero lo que más me entusiasmaba era mi investigación musical y el tiempo que pasaba con mi violín, con los músicos, con colegas. No es que estudiara a solas; estaba en un conservatorio y lo pasaba muy bien., así que no perdí mi juventud. Bueno, quizás algo sí, hasta cierto punto. Es difícil explicar lo que significa la música en la vida de un intérprete, lo apasionante que puede ser.
-Menuhin dijo que al interpretar a Tchaikovski sentía todo el sufrimiento que él había padecido. ¿A usted le sucede lo mismo?
-El arte de verdad siempre surge de la lucha y el sufrimiento. Y los momentos más grandes de la vida son cuando llegas a superar el sufrimiento. Cuando te percatas de que, después de una larga oscuridad, hay luz. Esto es cierto. Si estás tocando a Beethoven y llegas al "Opus 30", ves la lucha por la que pasó ese hombre en el pasado, cuando su padre le pegaba y estaba rodeado de alcohólicos. Yo, ante una partitura siempre quiero saber por qué algo es como es, no me quedo en la superficie.
-¿Necesita saber más?
-Sí, busco los porqués, investigo. Conocer lo que sentía el compositor no es suficiente para mí. Porque un compositor no está allí sólo para descargar sus problemas personales. Hay mucho más en la música. En Beethoven, por ejemplo, hay algo que no tiene que ver con su vida, sino con una perspectiva más amplia. La música no debe usarse como un tratamiento para uno mismo, donde uno mete todas sus penas en el saco. No, la música está por encima de ese nivel. Para mí resulta emocionante ver una partitura; puede decir muchas cosas sobre una pieza antes de tocarla. Vamos a volver a Beethoven; viendo la partitura de la "Séptima sonata" ves cómo luchaba para escribirla, que era un joven combativo y que lo escribió deprisa, tachando cosas.
-¿Se puede decir que un intérprete llega, a fuerza de tocar una música, a conocer profundamente al hombre que la compuso?
-La verdad es que yo tampoco quiero saberlo todo necesariamente. Más que conocerlo a él, quiero saber lo que intentó decir con su música. Y existen diferentes tipos de compositor. Por ejemplo, Shostakovich; él llevaba su lucha política y su vida privada a su música; se puede leer en ella cómo era su vida privada. Mientras que Lutoslawski siempre mantenía una gran distancia entre su música y las luchas, también políticas, y las dolorosas situaciones que vivió en Polonia. Pero nunca llevaba estas luchas a la música.
Y volviendo a Mozart, mirando sus partituras, muchas veces en una sonata se ve la increíble prisa con que componía. A veces sólo la partitura de violín está escrita al completo; no está el piano, sólo pone notas de contrapunto. Se diría que no se puede componer de esta manera; más bien parece, simplemente, como si Dios se lo estuviera dictando y él lo escribiera. Cuando uno se enfrenta a una partitura, creo que lo que tiene que hacer es sacar lo mejor de la pieza. La música es una dimensión de la existencia del que la escribe, bastante exenta de su personalidad.
-Ha dicho que cuando toca por primera vez una partitura, en su estreno mundial, es cuando realmente siente que está creando.
-Sí, es verdad. Porque en el caso de un estreno mundial, de una música que nadie ha oído antes, esa sensación de crear es muy intensa. Por supuesto, recreas algo al tocar un clásico como Beethoven; pero la gente lo ha oído antes, tiene sus expectativas, no es tan personal. Debes contar con la tradición al interpretarlo, y aunque tratas de distanciarte de todas las interpretaciones anteriores, no puedes ser completamente libre. Mientras que con la música contemporánea se trata de un lenguaje que tú estás formando, definiendo; estás marcando la dirección en que se tiene que proceder. Por eso es lo más creativo que se puede hacer; aparte de componer tú mismo.
-¿Hubo algún momento en el que tuvo que plantar los pies en la tierra y asegurarse de que era una persona normal, al fin y al cabo?
-Estar conectado con el arte, con grandes composiciones, te enseña todos los días tu tamaño. Eso es todo lo que necesitas aprender al respecto.
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