Barry Gibb sigue confiando en la nostalgia
Greenfields: The Gibb Brothers’ Songbook (Vol. 1). “I’ve Gotta Get a Message To You” (feat. Keiith Urban), “Words of a Fool” (feat. Jason Isbell), “Run To Me” (feat. Brandi Carlile), “Too Much Heaven” (feat. Alison Krauss), “Lonely Days” (feat. Little Big Town), “Words” (feat. Dolly Parton), “Jive Talkin’” (feat. Jay Buchanan & Miranda Lambert), “How Deep Is Your Love” (feat. Little Big Town & Tommy Emmanuel), “How Can You Mend A Broken Heart” (feat. Sheryl Crow), “To Love Somebody” (feat. Jay Buchanan), “Rest Your Love On Me” (feat. Olivia Newton-John), “Butterfly” (feat. David Rawlings & Gillian Welch). Nuestra opinión: bueno.
¿Quién no recuerda a los Bee Gees? Incluso gente nacida unos cuantos años más tarde del fenomenal éxito que lograron en la segunda mitad de los años 70 montados en la consagración mundial de Saturday Night Fever, la película protagonizada por John Travolta que promovió y acompañó el boom de la música disco, supo de la existencia de esos tres hermanos británicos que quedaron instalados para siempre como íconos de un género dominado mayormente por los artistas afroamericanos.
Dos años más tarde de aquel suceso impresionante (la banda sonora del film que se estrenó en la Argentina como Fiebre de sábado por la noche fue ¡quince veces! disco de platino), el trío supo cómo aprovechar el impulso y editó Spirits Having Flown (1979), un disco recargado de sus famosos falsetes que produjo tres singles (“Too Much Heaven”, “Tragedy” y “Love You Inside Out”) que llegaron al primer puesto en los Estados Unidos en menos de un año y medio, una marca sobrepasada solo por Whitney Houston.
Fallecidos Maurice (en 2003) y Robin (en 2012), Barry -quien según el Libro Guinnes de los Records ostenta el logro de ser el segundo compositor más exitoso de la historia de la música pop detrás de Paul McCartney- armó en 2013 el Mythology Tour, una gira internacional sustentada en los hits de los Bee Gees, se dio cuenta de que ese limón ya no tenía mucho más para exprimir, tuvo algunos problemas con las drogas, habló pestes de Justin Bieber, compró la casa de Johnny Cash, que se incendió durante su restauración (la idea era armar ahí un estudio de grabación para trabajar con tranquilidad su propia música), y finalmente inició un camino personal más firme interesándose especialmente en la música country patentada en Nashville.
Admirador confeso de Roy Orbison (“Cuando escuché ‘Crying’ supe que esa era la voz de Dios”, dijo alguna vez), Barry nunca consiguió que su carrera solista levantara demasiado vuelo y por lo general terminó recayendo en la nostalgia: en 2016 cantó en el Festival de Glastonbury “To Love Somebody” y “Stayin’ Alive” invitado especialmente por Coldplay y, en 2019, sorprendió a la prensa interpretando -y dando a conocer públicamente el resultado de ese encuentro exótico- en su mansión de Miami algunos éxitos de los Bee Gees con el exprimer ministro Tony Blair como inesperado compinche.
Ahora llega un nuevo álbum en el que otra vez la base son temas de los Bee Gees, en este caso en clave country y con invitados de muy buena cepa como Alison Krauss (la misma que se asoció con Robert Plant para grabar un disco hermoso titulado Raising Sand en 1997), Dolly Parton (veterana y venerada figura de la música country), Sheryl Crow y hasta Olivia Newton-John (la compañera de Travolta en Grease, el compadrito, éxito cinematográfico imposible de separar del estallido de Fiebre de sábado por la noche).
Está más que claro que Barry confía más en el revival que en los saltos al vacío, pero también es verdad que en esta oportunidad no eligió lo más obvio de su repertorio, salvo por algunas excepciones como “Too Much Heaven”, una balada indestructible en la que Krauss se complementa a la perfección con él, y “How Deep is Your Love”, apoyado por el grupo vocal Little Big Town -una especie de The Mamas & the Papas de Alabama- y el maestro australiano del fingerpicking Tommy Emmanuel.
El resultado general es un disco refinado e intimista con un buen trabajo de producción de Dave Cobb, un experto en lo que genéricamente se conoce como “sonido Nashville” y responsable principal de la elección de un grupo de convidados muy apropiado (sobre todo en el caso de las voces femeninas) a esta celebración simpática y teñida por la calidez que Barry Gibb, por lo visto, imagina como reinvención: la aclaración en el título del álbum de que se trata de un “Volumen 1” augura que la operación de reciclaje continuará.
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