La tapa lo dice todo: esa foto con la pantalla en blanco de un autocine perdido en medio de la nada (en realidad, en las afueras de Las Vegas) dan una clara idea de la música que contiene Highway Rider, un álbum doble que es el trabajo más ambicioso –y probablemente el más logrado– de la extensa discografía de Brad Mehldau. Esta suite para orquesta y grupo de jazz es una especie de película sonora, con elementos de americana, música clásica contemporánea y, por supuesto, jazz, que remite a Aaron Copland o trabajos similares de Bill Frisell y Pat Metheny. Mehldau convocó al productor Jon Brion, con quien ya había trabajado en su anterior obra orquestal, Largo (2002). La formación habitual del trío, con Larry Grenadier en bajo y Jeff Ballard en batería, se ve aumentada por otro baterista, Matt Chamberlain, y el saxo tenor y soprano de Joshua Redman, que aporta una bienvenida cuota de imprevisibilidad. La obra va de la calma a la tormenta, alternando melodías románticas con partes disonantes, y aunque las piezas respetan una rigurosa estructura compositiva, también hay espacios para brillantes improvisaciones del pianista.