Carmen, en una de sus mejores versiones
Carmen, Ópera de Bizet / Dirección musical: Hernán Sánchez Arteaga / Dirección escénica, escenografía y vestuario: Ana D'Anna y María Jaunarena, con Constanza Pérez Maurice / Luces: Gonzalo Córdoba / Coro de adultos y coro de niños, director: Federico Neimark / Cantantes principales: Florencia Machado, Nazareth Aufe, Mará Goso, Juan Salvador Trupia y Rodríguez, Ana Sofía Romagnoli, Verónica Canaves / Teatro: Avenida / Nuestra opinión: excelente
La reciente versión de Carmen, de Bizet, con que Juventus Lyrica ha concluido su actual temporada en el Avenida no es sólo la mejor realización conseguida por esa institución, sino una de las más consumadas producciones líricas logradas durante el año.
No es fácil entender que un espectáculo operístico, escenificado por una entidad ajena al sistema oficial, sin sus espaldas protegidas por los recursos presupuestarios y técnicos de que dispone el Colón, sea capaz de generar, sólo con esfuerzo y talento personal, un hecho artístico tan significativo. Y que en una sala de dimensiones camarísticas, un elenco integrado sólo por figuras locales obtenga resultados de tan trascendente y refinada virtualidad.
Sin recurrir al minimalismo, Ana D'Anna y María Jaunarena, madre e hija, diseñaron una escena que casi no necesitó de cambios para los cuatro actos, aunque dio inmediata visión realista de cada sitio. Fiel realismo fue precisamente una de las características de esta versión poblada de brillos súbitos e inesperados en la marcación actoral, que no dejó sin atender ni un mínimo gesto facial.
Los dos grandes factores comunicativos fueron el equilibrio y el ritmo escénico con que esta Carmen se apoderó de la atención, sin soltarla. El criterio de síntesis se enriqueció con un evidente refinamiento gestual, que excluyó el menor asomo de amaneramiento. La pelea de las cigarreras y el dúo de amor desesperado del final, sin rastros de melodramatismo barato, son apenas dos lujos de esta memorable puesta.
El encantamiento sin declinaciones, que produjo la mezzo Florencia Machado, la convierte, de lejos, en la mejor Carmen actual, con todo lo que hay que tener. Es linda y mostró gran autoridad para comunicar el contradictorio carácter de la protagonista con estupendos medios vocales. Las más diversas expresiones no la menoscaban. Estilísticamente es irreprochable, vocalmente tiene notable aplomo y seguridad, atractivo color, potencia y refinamiento. El Don José del tenor Nazareth Aufe comparte estos elogios con absoluta comodidad. Es muy apreciable su caudal vocal y su impecable afinación. Y dio muy bien el temperamento del personaje. Su fuerte momento final transmitió real emoción.
La Micaela, de Mará Goso, tan bien cantada por cierto, diseñó dos momentos de emotiva ternura. El toreador de Juan Salvador Trupia y Rodríguez tuvo el exacto tono heroico necesario y su potente metal rodó por la sala. Y el bailaor, Darío Oliva, hizo una muy fina demostración de flamenco con notable hondura estilística. Se necesitaría más espacio para hablar de cada miembro de un elenco que es enorme y todo muy ponderable.
Pero no puede dejarse de lado la actuación de los dos coros (niños y adultos) y, sobre todo, de la orquesta y su director, Hernán Sánchez Arteaga, responsable, junto a las directoras escénicas, de este espectáculo excepcional. Su batuta fue vigorosa, animada, segura y culpable de un ritmo que marcó toda la obra, con el crecimiento esencialmente musical que tanto distinguió a Bizet. Sánchez Arteaga mantuvo a su orquesta en un nivel de muy deseable sonoridad. Fue uno de los héroes de esta versión tan meritoria.
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