Ultima página. Cemento, golpes, guantes, una rosa
La boxeadora mexicana Mónica Lovato
ESPAÑOLA, NUEVO MEXICO (The New York Times).– Ella es más Cenicienta que la Cenicienta misma, y nada que ver con la protagonista de Million-Dollar Baby, pero Mónica Lovato, una superboxeadora de peso mosca, de 5 pies de alto y 115 libras, está llevando sobre sus hombros estrechos las esperanzas de un pueblo narcotizado.
Los héroes no son fáciles de encontrar en Española, en el condado mexicano de Río Arriba, donde las sobredosis de drogas encaminan a la nación a una insultante proximidad con los enclaves adinerados del norte de Nuevo México, como Santa Fe, Taos y Los Alamos.
Lovato, de 28 años, que luchó para salir de una atormentada historia familiar hasta llegar a un récord de 4-1 y fue conocida por saltar de los aviones para relajarse, es una campeona como los que los españolianos han brindado bastante tiempo atrás.
"Ella es como la rosa que creció en el cemento", compara Grant Elvis Phillips, empresario de boxeo neoyorquino que ha dirigido a cinco campeones mundiales y ahora se encarga de Lovato, su primera boxeadora. En el puesto seis de su peso, en el ranking del Consejo Mundial de Boxeo, el 3 de febrero tiene un encuentro en un ring de Las Vegas. Cada victoria suya se convierte en ánimo para Española, camino y parada importante de una mayor ruta de la heroína en México, donde la policía cuenta que el abuso de drogas está tan extendido que los abuelos enseñan a drogarse a los padres y los padres a los hijos, donde las tropas del estado llevan un antídoto llamado Narcan para revivir a los adictos con sobredosis, y donde cierta vez un comisionado del condado de Río Arriba protestó contra la situación diciendo: "No vamos a declararles la guerra a nuestros propios familiares".
El pueblo entero se dirigió al casino Ohkay Indian aquí, en junio último, para la última pelea de Lovato: vendedores de drogas, familias enteras con bebes, marchitas mujeres indias y el senador local del estado, muchos con retratos de Mónica Lovato en sus remeras y gritando salvajemente.
Terminó rápido. Ella tiró dos piñas, derribando a su oponente, Nancy Bonilla, de Puerto Rico, a los 48 segundos del primer round. Hasta Lovato parecía sorprendida.
Campeones por todas partes
Ahora, entre sesiones de entrenamiento, cursos de fisiología en un instituto de la comunidad y su trabajo en un centro de diálisis, todo el mundo la saluda mientras se desplaza por las calles polvorientas de Española, no en uno de esos autos bajos tan propios de la ciudad, sino en un Saab plateado –regalo de su padre para Navidad–, hablando con los jóvenes y recaudando dinero para financiar programas deportivos para hacer frente al problema de las drogas.
En la Española Valley High School, hizo una ronda en el estacionamiento para recordar a los compañeros de clases derrotados por el uso de drogas. Ella conocía a los vendedores también.
"Con la mayoría de esa gente yo había ido al colegio. Mi objetivo es traer cosas positivas", dice, después de almorzar en El Paragua, bajo una foto enmarcada de una chica del pueblo que murió en un accidente de tránsito provocado por alcoholismo, y a metros de donde otra joven fue acuchillada mortalmente y escondida en un contenedor de basura. "Los chicos quieren jugar a la pelota, pero sus padres están muy ocupados drogándose."
José Attencio, dueño de El Paragua, donde Lovato trabajó alguna vez como moza, agrega: "Hay campeones yendo y viniendo por la calle. Sólo hay que encontrarlos".