Chambers: el misterio de las dobles identidades y el terror
(Estados unidos, 2019) / Creadora: Leah Rachel / Elenco: Sivan Alyra Rose, Uma Thurman, Tony Goldwyn, Lilliya Scarlett Reid, Marcus LaVoi, Nicholas Galitzine / Disponible en: Netflix / Nuestra opinión: Buena.
El mito del doble ha tenido infinitas expresiones cinematográficas. El ideal amado y reconstruido sobre un sustituto, la fantasía del regreso de lo perdido bajo la forma del fantasma, el mal alojado en nuestro interior como la sombra más oscura de nuestro propio deseo. Sobre esa prolífica estela se construye Chambers, la serie de terror creada por la joven Leah Rachel para Netflix , que recuerda mucho de lo que ya hemos visto –Rebecca de Hitchcock, El inquilino de Polanski, Pacto de amor de Cronenberg–, e intenta hacer algo, si bien no necesariamente original, sí con la ambición de explorar nuevos territorios. Sasha (Sivan Alyra Rose) es una joven mestiza de 17 años que vive con su tío en una zona pobre de Arizona. Un repentino ataque cardíaco le depara un nuevo corazón y, con él, una nueva vida. Su donante es Rebecca (Lilliya Scarlett Reid), nombre con historia propia, cuya presencia se expande sobre el relato al mismo ritmo que invade los sentidos y la memoria de Sasha. La pena de sus padres (Tony Goldwyn y Uma Thurman) se entremezcla con un extraño pulso de posesión: Sasha recibe la beca escolar de su hija, el auto y su vestido favorito, asiste a una extraña ceremonia de liberación que quema objetos y expande cenizas como el tóxico aire de los recuerdos.
La serie aprovecha con inteligencia la geografía social que Arizona le brinda: las tensiones de clase entre el relegado mundo de Sasha y la obscena riqueza del entorno de Rebecca se impregnan en las dos horas de viaje que unen a la recién llegada con ese colegio que ahora tiene de prestado; la tormenta de polvo asoma como el vendaval que confunde las identidades; la naturaleza ofrece su dualidad idílica y bestial a los temores y ansiedades que agitan a los personajes. Pero los momentos claves en los que el guion de Rachel se decide a explorar las aristas más inquietantes del doppelganger se tornan planos y anticlimáticos. Un ojo que asoma en el techo, una mordida del pequeño ratoncito que habita en la casa, una bicicleta que atraviesa velozmente la ruta. Esos instantes que deberían ser asfixiantes y ominosos –¿quién era realmente Rebecca?, ¿cuál es la verdad sobre su muerte?– se tornan desprolijos y algo previsibles.
Lo mejor que Chambers consigue es insinuar la tentación que el exuberante mundo de Rebecca ofrece para Sasha: el dinero, la aceptación, la familia perfecta. Su culpa inicial por haber renacido la conecta a su pesar con la enigmática Rebecca, víctima y victimaria de ese culto celebrado a su alrededor.