En su segundo show en en dos meses y medio, el ícono del rock nacional renovó su lista de temas y cerró la noche con Billy Bond como invitado
Acaba de terminar el show y nadie se mueve del Gran Rex, “los aliados de Charly” despliegan banderas y ruegan por un nuevo bis pero el telón ya se cerró y como un deseo por retener el instante surgen versiones espontáneas de “Inconsciente colectivo”, “El Fantasma de Canterville” y “El día que apagaron la luz”, es una ola coral que sube hasta el segundo piso, baja al súper pullman y regresa a la platea recargada de emoción. El regreso de Charly García a un escenario ya no es un milagro, se repite con entradas agotadas en minutos y reseñas devocionales, entonces poca importa si el sonido se acomodó a tientas o si la batería sonaba como un parlante desenconado en los primeros temas del show. Lo que hay es mucho más de lo esperable, el hilo que mantiene el mito y lo agiganta a cada paso es esa voz frágil que crece en la memoria emotiva de los que no pueden creer que el setlist arranque con “No soy un extraño” -a diferencia del concierto de hace dos meses en el Coliseo-, cada frase de la canción es mucho más que la discografía completa de unos cuántos consagrados. El fervor crece con el enganche de “Instituciones” en la misma frecuencia maquinal de Clics Modernos y con la fuerza poética de una letra que comienza con la profética línea de “Yo miro por el día que vendrá”.
“Decían que estaba acabado, que no iba a componer más...”, dice Charly antes de tocar “La máquina de ser feliz”, el tema que abre Random convive sin conflictos con los clásicos y es la primera aproximación a un repertorio de cosecha reciente que también incluyó “Rivalidad”, “Otro” y la insuperable “Lluvia”. Frases, símbolos, proyecciones y una banda solvente pero con brillo módico contienen al artista que desde su trono rodeado de teclados protagoniza “La Torre de Tesla o cómo dejé de preocuparme por el gobierno y amé la torre”. Así versa el afiche y el programa del show que tiene su representación física en el centro del escenario con la enorme estructura que emula el invento de Nicola Tesla. La torre se activa desde la pantalla gigante y los rayos parecen otra prolongación de los dedos de Charly que apuntan al público, piden adhesión o simplemente dirigen los movimientos de los músicos: Rosario Ortega en el adorable refuerzo vocal, el Zorrito Fabián Quintiero como director de orquesta y el trío de músicos chilenos que trabajan más el aguante que el lucimiento personal. Son las canciones las que se destacan: “Rezo por vos” en versión compartida por 3200 gargantas que alargan las frases y suman arenga en la melodía, o “Reloj de plastilina” que adquiere otra dimensión cuando Charly canta “yo sólo quiero jugar” y luego celebra tanta fervor con la fatídica frase del rock argentino fundacional “rompan todo”, el enigma se develará casi en el final del show.
Antes quedó lugar para el asombro, el compromiso y algunas bromas: “Con este tema empezó mi decadencia”, dice y se pega “Yendo de la cama al living” pero son los versos de “Promesas sobre el bidet” la cumbre sensible que abraza a todos y vuelve a repasar un himno existencial representando en que “cada cual tiene un trip en el bocho/ difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo”, cantado por un teatro repleto produce un efecto de comunión frente a las diferencias, las grietas y otras divisiones. Para los bises, luego de una sentida versión de “Los dinosaurios” con imágenes de las juntas militares que asolaron el país durante la última dictadura, Charly anunció la presencia de un viejo amigo: el músico y productor que descubrió a Sui Generis, produjo los primeros discos de Serú Girán y lideró La Pesada del Rock And Roll, sí, Billy Bond volvió a cantar en un escenario porteño.
“No te sobra una moneda”, también conocido como “loco”, tremendo rockazo incluida en Billy Bond & The Jets, aquel vinilo perdido de 1979 -nunca reeditado en CD- y en donde participan los Serú junto al Bondo, cobró una energía inusitada y rescató del olvido una escena repetida en la puerta de los conciertos bravos de los tempranos ’70: “Flaco, tengo un mambo que me caigo, y esta noche toca Pappo, no me lo puedo perder”, dice la letra original que Billy Bond reemplazó para la ocasión por un acertado y cariñoso “esta noche toca Charly”.
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