Aproximación a la confusión argentina
El documental con el que debuta Lupe Pérez García toma una historia personal a la sombra de la colectiva
Diario argentino (Argentina-España/2006). Guión y dirección: Lupe Pérez García. Fotografía: Carlos Essmann. Montaje: Domi Parra. Música: Roque Cancián. Presentada por Primer Plano. Hablada en español. Duración: 82 minutos. Calificación: para todo público.
Nuestra opinión: muy buena
En junio de 1973, cuando Juan Domingo Perón regresó al país, aterrizando en el aeropuerto de Morón porque en el de Ezeiza se enfrentaban el peronismo de izquierda con el de derecha, Guadalupe Pérez García tenía 3 años. A los 36, en diálogo con su madre, asegura haber visto a Perón desfilando frente a su departamento en un monoblock sobre la autopista Ricchieri, de izquierda a derecha. Sin embargo, Perón no hizo ese trayecto porque no desembarcó en Ezeiza, y de haberlo hecho, hubiese presenciado el recorrido de derecha a izquierda. Lupe asegura que le cuesta distinguir entre izquierda y derecha y que un especialista le aseguró que se trata de algo congénito. Su madre y su padre, integrante de un departamento técnico de la Policía Federal, eran peronistas. Se divorciaron y, poco antes de enviudar, ella se unió a otro hombre. En 2001, y al no poder insertarse en su profesión, Lupe emigró a España. Volvió en 2006 y con su cámara registró puntillosamente el reencuentro con los suyos. Todo lo que se ve y oye es espontáneo, quiere decir que responde a lo que fue ocurriendo en la medida en que sus preguntas iban surgiendo y las respuestas de los otros, a la vez, generaban repreguntas. Lupe traza un paralelo entre su confusión derecha-izquierda con la que habitualmente se le achaca al justicialismo, explicada como implícita en la amplia definición de "movimiento", y a todos los argentinos a equivocarse con frecuencia, y hasta con obstinación.
"A veces lo que se cuenta uno lo cree, lo ve como algo vivido", dice la mamá a raíz de esa anécdota, la primera de las relacionadas con la vida política argentina, que es a fin de cuentas el tema del documental. Amores y desamores de gente con esperanzas de justicia social, de libertad y soberanía que veían cómo esos sueños eran a veces manoseados por los propios, a veces arrebatados incluso con furia salvaje por los adversarios que, sin culpa, golpeaban las puertas de los cuarteles porque ésa era la única alternativa de acercarse al poder.
Pérez García, que lleva el doble apellido que en la década del 50, y a raíz de un ciclo radial y una película, se convirtió en símbolo de la clase media argentina fortalecida durante el primer peronismo, con sus rasgos, usos y costumbres muchas veces atravesados por la hipocresía, mete el dedo en el ventilador respecto de un tema controversial: qué tan verdaderos pueden ser los signos políticos en un país en el que, como decía con sabia ironía Perón, pueden existir radicales, conservadores y socialistas, pero "somos todos peronistas".
"Somos progresistas un carajo: somos los peor de lo peor", dice el padrastro de la cineasta, refiriéndose a todos los argentinos. Suena duro.
La cineasta maneja un lenguaje fluido, para nada pretencioso, y sigue hasta las últimas consecuencias la idea de cómo sobrevivir a la confusión. Muestra talento a la hora del encuadre, de la luz, del sugestivo punteo de marimba que abreva en el tango "Malena" y la marcha peronista, del montaje y del cómo encontrar en el discurso de los suyos, las palabras justas. Lo hace con calma, sin generar tensiones (no obstante las hay), incluso cuando mueve la cámara más allá del eje argumental. No es fácil encontrar un estilo para un documental acerca de una historia personal a la sombra de la colectiva, como ocurre en este caso, que sirva como espejo en el que el público pueda descubrir sus propias confusiones. Pérez García lo consigue y ese mérito es suficiente como para incluir este trabajo entre los mejores de su género vistos este año.
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