Ataque ochentoso
Los amantes pasajeros, la nueva comedia de Pedro Almodóvar, es una vuelta a las fuentes del director manchego, que retoma el desenfado y los excesos de sus primeras comedias
Si empezaron a ver películas de Almodóvar con la ya lejana Tacones lejanos (1991) y no miraron su producción anterior a esa fecha , Los amantes pasajeros les resultará seguramente un OVNI. La película de Almodóvar es una vuelta a los ochenta, en varios sentidos. Sí, por supuesto, a los años ochenta de Pedro, pero dejando de lado Matador (1986). Matador , simplificando mucho, es el molde principal del Almodóvar del período 1991-2011.
Es decir, el Almodóvar de las últimas dos décadas acentuó el melodrama y la presencia de la muerte en sus películas. El Almodóvar de la última década del siglo XX y la primera del XXI acentuó mucho más la gravedad que el Almodóvar de los ochenta. Simplificando aún más, Matador proyectó una sombra de oscuridad en estos años, por más que hubiera destellos más luminosos en títulos como La flor de mi secreto o Volver (que no excluía a la muerte). Por otro lado, su cine se había vuelto manierista, con una estética no solamente explosiva en los colores (como siempre) sino que además exacerbaba referencias y relecturas (siempre Sirk, y hasta también Franju en La piel que habito ), con narrativas más intrincadas.
En estos veinte años, Almodóvar perfeccionó la imagen, el encuadre, los movimientos de cámara hasta puntos altísimos. Seguía habiendo locura en su cine (y muy oscura), pero lo que se había ganado en perfección y densidad emocional se había perdido en liviandad, en algo que, sin ningún ánimo de precisión teórica, se podría denominar "coeficiente almodovariano de felicidad".
Ese "coeficiente almodovariano de felicidad" tenía un pico máximo en el final de la última película de Almodóvar que se permitió ignorar los componentes más oscuros de Matador, la que cerraba los ochenta con especial brillo: ¡Átame!, tal vez la mejor de las películas del manchego, un film de amor fou que quitaba el peso de cualquier condena y unía a los protagonistas a partir de sus pasiones exacerbadas, sus debilidades y sus obsesiones.
Los amantes pasajeros provocan ganas de volver a ese Almodóvar anterior a 1990, de unir a esta película con ¡Átame! De ligar ese final en el que se cantaba "Resistiré, para seguir viviendo" con el momento cumbre de Los amantes pasajeros, el musical que interpretan Carlos Areces, Javier Cámara y Raúl Arévalo con "I’m So Excited" de The Pointer Sisters, una de las canciones con mayor coeficiente de felicidad de los ‘80.
Ese musical se ha usado como tráiler de la película y I’m So Excited es, de hecho, es el título "internacional" de Los amantes pasajeros, así de central es su lugar en la película. Y ya es suficiente de este contexto cortado a lo bruto, de estas conexiones rápidas y de este sobrevuelo de la extensa filmografía de uno de los autores cinematográficos contemporáneos más conocidos del mundo. Pasemos al área de servicios, a las instrucciones de uso.
1. Olvidarse del verosímil
No, claro que la película no es creíble. Casi nada. Ni lo que pasa, ni lo que deja de pasar. O, mejor dicho, presten atención al verosímil del film: uno en el que una conversación desde un teléfono de un avión se produce en el "momento justo". Sí, bueno, eso pasa en el cine. Pero esta conversación, además, provoca la caída de un teléfono celular desde muchos metros, que cae justo en un bolso, pero justo. Y, además, en el bolso de quien debe, que pasaba por ahí. Y ése es sólo un ejemplo de cómo Almodóvar explica la lógica de su película en este sentido.
2. Abandonar la perfección
La película se escucha bien y se ve mejor, pero Almodóvar vuelve a lo imperfecto, a lo averiado, incluso a lo trash. Y sin culpas. La tipografía de la compañía de aviación Península es retro, y retro fea, como si no hubieran tenido plata para pagarle a un diseñador. Los colores de los asientos y los pasillos son almodovarianos, sí, y agresivos a la vista, como si la aerolínea presentara una estética entre tropical y chillona, un poco de casita de Barbie e inviable en la primera clase de un avión.
El avión es orgullosamente falso, pero no porque el decorado sea de cartón pintado o los objetos se rompan, sino porque la mayor parte de la película transcurre durante un vuelo y no hay ninguna referencia de vibración en la imagen: por este y otros motivos, Los amantes pasajeros tiene aspecto de "película barata de lujo". Almodóvar quiere jugar con lo falso de manera muy frontal: lo falso como disfraz que cubre apenas la realidad. Las máscaras son antiguos y nobles motores de la comedia. Ese avión, claro, puede ser un gran espacio metafórico. Les dejamos abiertas las posibles interpretaciones sobre España, lo que lleva a…
3. Relajarse con el simbolismo
Sí, la crisis en España, las referencias a las estafas económicas, a la corrupción, a los secretos del poder, a las cosas que no funcionan, a la clase turista drogada y puesta a dormir, a la primera semivacía, a la inmovilidad, todo eso está, y en la superficie.
La película provee material de sobra para pensar en la realidad española, incluso la carrera de Almodóvar, o la vida y la presencia de Cecilia Roth, pero el camino de la obsesión interpretativa tal vez no sea la mejor manera de aumentar el mentado "coeficiente almodovariano de felicidad".
4. Dejarse llevar por la película
Los amantes pasajeros, ya debería estar claro, no intensifica la perfección formal de las dos películas inmediatamente anteriores, Los abrazos rotos y La piel que habito, ni agrega una nueva capa al "aspecto internacional" de su envoltorio (lo más español que había en La piel que habito era el aceite de oliva regado con amor en el pan: lo demás no era tan difícil de adaptar a otra cultura). Pero Los amantes pasajeros cumple, o cumplen, de manera múltiple.
Al principio, su narrativa parece desarmada, destartalada. Pero el propio Almodóvar confía en su capacidad de transmisión del coeficiente de felicidad, y hacia allí apunta con decisión. Desde que el relato vuelve al avión después de un breve paso por el suelo de Madrid, todas las líneas de las distintas historias de los diversos personajes (no hay un protagonista excluyente) explotan en baile, en sexo, en alcohol (el Agua de Valencia, y reforzada), en movimiento. Si siguen estas instrucciones, las probabilidades de aprovechar el coeficiente almodovariano de felicidad se verán incrementadas. Buen viaje.
Temas
Más leídas de Cine
Sorpresa en Hollywood. Quentin Tarantino anunció que finalmente no hará la que iba a ser su última película
Potencia y precisión. Guerra civil: un inquietante escenario futurista que hoy está lejos de ser visto solo como ficción
Con Léa Seydoux. Amor sin tiempo es una película arriesgada y distópica, inspirada en Henry James y la desconexión emocional de nuestros días