Opinión. Clooney: homenaje y robo
George Clooney no quiere llegar a los ochenta y sentirse frustrado al pensar en todo lo que dejó de hacer por indecisión, indolencia, descuido o falta de atrevimiento. Ahora acaba de alivianar un poco esa presumible carga futura: hace muy pocos días llegó a las pantallas norteamericanas su tercera película como director, Leatherheads , una comedia donde interpreta al capitán de un equipo de fútbol americano en los buenos viejos tiempos del comienzo del profesionalismo, cuando el juego era más divertido y rudo; la pasión, más espontánea y genuina, y no había tantas regulaciones ni tantos intereses comerciales rondando el ambiente deportivo. Por lo menos a primera vista, nada que ver con la imagen de cineasta ambicioso y comprometido que se había ganado a partir de Confesiones de una mente peligrosa , su muy promisoria ópera prima, y, en especial, de la aplaudida Buenas noches y buena suerte . Y mucho menos si se tiene en cuenta que el flamante film entrelaza la historia del modesto team que aspira a llenar estadios con una suerte de "campeonato" romántico y paralelo: el que emprenden el protagonista y el crack del equipo por ganar el corazón de la chica del caso. (El rival de ficción, con cuya inflada fama de héroe bélico se busca salvar al equipo de la ruina, es John Krasinski, de Licencia para casarse y la serie The Office ; la muchacha, una periodista desconfiada que investiga el sospechoso pasado del ídolo, Renée Zellweger.)
Clooney tiene sus razones para cambiar de rumbo: la primera, que se había propuesto hacer algo bien diferente de sus primeras películas ahora que todo lo que le proponían eran temas políticos: él esquiva el encasillamiento, quiere experimentar con distintos géneros. La segunda, que a los 46 años consideraba que era la última posibilidad de asumir un papel como el de Dodge, que juzgaba ideal para él y con el que había soñado desde hacía tiempo, más exactamente desde 1997, cuando el guión -finalmente firmado por Duncan Brantley y Rick Reilly, dos periodistas de Sports Illustrated - empezó a circular por los escritorios de Universal. (En 1998 el film estuvo a punto de concretarse con la dirección de su amigo y socio Steven Soderbergh, pero hubo entonces inconvenientes con la adaptación y el rodaje se suspendió.) La tercera, que esta historia le daba la posibilidad de jugar a la comedia física, a la manera de las screwball comedies de los años de oro de Hollywood, en las que había ímpetu, picardía, chispa, diálogos picantes, equívocos, dinamismo y otros ingredientes del humor que parecen haber desaparecido del cine como los sombreros de las cabezas de los caballeros.
* * *
¿Homenaje? Un poco sí, admite Clooney. Por ejemplo, dice que se pasó un verano entero diseccionando La adorable revoltosa , de Howard Hawks, y que le fue de mucha ayuda ver y rever Laureles ajenos , de Preston Sturges. Y aunque también, como es habitual en él, observó de cerca lo que aportaron al género los hermanos Coen (en especial a ese tipo de comedia, como en El gran salto ), toda su inspiración vino de los clásicos. Y bastante más que inspiración: a esta altura el actor al que Time llamó no hace mucho "la última estrella de cine" no tiene reparos en confesar que "más que de homenajes habría que hablar de puro y simple robo". Y da los nombres de sus víctimas: Sturges, Hawks, alguno no tan clásico como George Roy Hill y en especial George Stevens, a cuyo film El amor llamó dos veces (1943), dice, sometieron a un verdadero saqueo.
Por lo menos, habrá que agradecerle la sinceridad.
lanacionar