Cuando una película deviene obsesión
El documental Room 237 y el libro El proyecto Terciopelo azul revelan el impacto de dos films clásicos
MAR DEL PLATA.- El cinéfilo tiene mucho de obsesivo. Ver una película infinidad de veces hasta reconocer detalles que nadie más nota y saber de memoria los diálogos es algo común para quien siente una gran pasión por el cine. En algunos casos esa pasión genera algo nuevo; una obra original que le permite al cinéfilo dar a conocer todo lo aprendido. Y también, tener una buena excusa para seguir viendo esa película una y otra vez.
El documental Room 237 , de Rodney Ascher, y el libro El proyecto Terciopelo azul , de Nicholas Rombes, son obras nacidas al calor de la obsesión por una película, que coincidieron en esta edición del festival de cine. Desde formatos y propuestas muy distintas, los dos muestran el grado de obsesión cinéfila al que se puede llegar. En ambos casos, se trata de films con gran potencial para ser analizados: El resplandor , de Stanley Kubrick, y Terciopelo azul , de David Lynch.
Por medio de testimonios de fanáticos del clásico de Kubrick, Ascher presenta las interpretaciones y teorías más insólitas: desde que se trata sobre el exterminio de los indios de los EE.UU., pasando por la posibilidad de que en realidad hable sobre el nazismo o que los diseños de las alfombras que se ven en el film escondan alguna clave secreta.
Pero el director no se queda en la enumeración de estas teorías sino que se adentra en ellas para que el espectador pueda seguir la lógica (que la hay en algunos casos más que en otros) de cada análisis. La voz en off de los testimonios va acompañada por escenas de El resplandor , de otros films de Kubrick y otras imágenes que permiten conectar lo que se ve en la película y el análisis que se propone. Esta decisión de no mostrar a la gente hablando y concentrarse en crear sentido en la combinación de los testimonios con ciertas imágenes es uno de los grandes aciertos de este excelente documental.
Lo que más sorprende es la génesis y el desarrollo de cada interpretación. Un historiador explica que la máquina de escribir de marca alemana que aparece en la película, sumada a la repetición del número 42 en distintos planos del film, sugieren que Kubrick hace referencia a la burocracia con la que los nazis llevaron a cabo el genocidio judío. Una mujer elaboró un mapa del hotel en donde marcó lo que sucedía en cada sala, pasillo y habitación. Otro cuenta que llegó a la conclusión de que la película está hecha para ser vista tanto para adelante como para atrás, por eso organizó una proyección especial en la que se pudo ver el film de comienzo a fin superpuesto con el film desde el final hasta el comienzo.
Pero si se trata de formas extrañas para ver una película, la de Nicholas Rombes es particularmente destacable. El crítico norteamericano decidió ver Terciopelo azul a lo largo de un año poniendo pausa cada 47 segundos y analizando el plano congelado a partir de los elementos del cuadro, asociados con teorías externas, datos históricos, etcétera. Fue publicando los resultados tres veces por semana, en el sitio filmmaker.com . Los 152 posts resultantes fueron compilados en un libro que el festival de Mar del Plata publicó para esta edición número 27. Rombes estuvo de visita para presentar El proyecto Terciopelo azul y hasta hizo una introducción a la proyección en 35mm del film de Lynch. "Para mí es un misterio", dijo Rombes sobre la película, declaración sorprendente de parte de alguien que la viene estudiando con tanta minuciosidad.
A Room 237 y a El proyecto Terciopelo azul se le suma la presentación en el festival del documental Una película sobre gente que mira películas , de Fernando Arditi y Javier Pistani, que tiene como eje un videoclub y las personas que lo frecuentan. Se nota que la obsesión por el cine puede resultar muy creativa.
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