El asesino enamorado del tango
"Assassination Tango" (Idem, EE.UU./ 2003). Dirección y guión: Robert Duvall. Con Robert Duvall, Rubén Blades, Kathy Baker, Luciana Pedraza y otros. Fotografía: Félix Monti. Música: Luis Bacalov. Presentada por Compañía General de Imagen. Duración: 114 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: regular
Es sabido que Robert Duvall admira el tango y Buenos Aires desde hace tiempo. No es extraño, pues, que ambas vertientes le sirvieran para trasladar a la pantalla todo ese caudal emotivo en una película, y con esta idea nació "Assassination Tango". El actor intentó como guionista enhebrar un relato que combinase lo policial con lo político y lo melodioso y nostálgico de nuestra música ciudadana con variadas estampas porteñas que atestiguan que Duvall rodó aquí la mayor parte de su film.
La trama presenta a John J., un veterano asesino a sueldo que vaga en las noches por cabarets de Brooklyn mientras que durante el día es un amantísimo compañero de un hogar que comparte con una mujer joven y bella y con la pequeña hija de ésta. John es tan excéntrico como narcisista y acepta sólo aquellos trabajos sucios en los que él puede disponer cada plan a su arbitrio. Cuando en los bajos fondos que frecuenta le proponen viajar a Buenos Aires para asesinar a un militar retirado, que aparentemente había tenido un importante peso en la lucha contra la subversión, ese John algo indeciso acepta la misión, que debía durar apenas tres días, sin conocer casi nada de español ni tener idea aproximada de la idiosincrasia de los porteños.
Desde un hotel barato, y luego de conectarse con los integrantes de una gavilla que le dará instrucciones para concretar su cometido, el asesino comienza a preparar su proyecto de muerte. Pero por un accidente de tránsito el militar tardará varias semanas en llegar a su casa, escenario perfecto para el atentado. Y John deberá esperar en ese Buenos Aires que día tras día va descubriendo a través de sus calles, de su gente y, sobre todo del tango, una música que despertará en él hondas pasiones. Cuando conoce a Manuela, una bailarina de un club nocturno que le enseñará los secretos de esa danza, el matón sabe ya que la magia tanguera se adueñó de su cuerpo y de su espíritu.
Eso no le impedirá, sin embargo, continuar con la misión encomendada, que entre corridas y traspiés, podrá cumplir según sus detalles técnicos y luego de dejar en el camino varios cadáveres. El relato podría haber sido uno de esos nerviosos thrillers a los que nos tiene acostumbrados el cine norteamericano. Pero aquí Duvall pretendió demasiado y como director muy pronto se le escapa de las manos esa aventura -a veces muy ingenua- que navega superficialmente entre lo político, lo policial, lo romántico y lo tanguero. El actor-director-guionista se limitó a mostrar una Buenos Aires de tarjeta postal que no deja de lado bellas imágenes del barrio de La Boca, de salones de baile y de otros sitios eminentemente turísticos -y aquí el mérito se lo lleva la excelente fotografía de Félix Monti-, y se detiene apenas en algunos personajes entrañables de nuestra fauna porteña.
La pasión de Duvall por el tango y por nuestra ciudad es, sin duda, auténtica. Tan auténtica como fallido su intento de registrar con calidez y emoción a una Buenos Aires que, aquí, está vista por un personaje estrafalario que toma la ley en sus manos. El elenco, incluido el propio Duvall y su mujer, la argentina Luciana Pedraza, apenas puede asumir con rigor el cometido de hacer meramente creíbles a esos personajes carentes de carnadura vital y de plena autenticidad.
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