El director de Cannes, de visita en Buenos Aires
A primera vista, son pocos los que no envidiarían el trabajo de Thierry Fremaux, que se dedica a tiempo completo durante buena parte del año exclusivamente a ver lo mejor del cine de todo el mundo. Pero este cordialísimo francés nacido hace 41 años en Grenoble, al pie de los Alpes y que tiene su hogar en Lyon, se apura a aclarar que su tarea, lejos de generar el placer que cualquier amante del cine puede imaginar, puede llegar a ser "muy cruel".
Es que Fremaux, desde hace casi dos años, es el director artístico del Festival de Cannes y encargado de la programación de la muestra cinematográfica más importante del año; el hombre del lápiz rojo que establece que sólo entre 20 y 25 películas integrarán la competencia oficial y otras tantas irán a la sección "Una cierta mirada", después de una rigurosa selección. El y su equipo vieron 1798 films (entre cortos y largometrajes) para la edición 2001 de Cannes, un número diez veces mayor al de 1997 y es posible que ese número se mantenga y hasta todavía crezca más en el encuentro que convocará a lo más selecto del mundo del cine en la Costa Azul en mayo próximo.
Fremaux pasó buena parte de la última semana instalado en una de las salas del Instituto Nacional de Cine viendo películas argentinas, buena parte de ellas fragmentos de films que están en proceso de realización. Con su español de acento levemente aporteñado no disimula los lazos que lo unen a la Argentina, país que visita con frecuencia desde hace dos décadas. "No sé por qué, pero siento que Buenos Aires me eligió", confiesa con cierto orgullo. Pero no está aquí en plan turístico y sí, en cambio, para cumplir en los hechos una de sus frases preferidas: "En la tradición de Cannes siempre hay movimiento. Yo no quiero estar en París esperando que lleguen las películas y decidir si esta va o no va al festival. Yo quiero salir al mundo sin preconceptos para aplicar en el cine el principio de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre: todas las películas son iguales en su nacimiento y merecen las mismas oportunidades".
No es habitual que los responsables de una de las muestras de cine más selectas del mundo salgan a recorrer el globo en busca de material. Esta estrategia poco común fue acordada junto a Gilles Jacob, el hombre fuerte de Cannes, que designó personalmente a Fremaux como sucesor en la dirección artística y hoy conserva la titularidad del festival. "Gilles y yo sabemos que Cannes es el mejor festival del mundo, pero pensamos que hay que ir a encontrar a la gente. Estoy aquí para conocer a los nuevos directores, pero también para saber qué hacen los nombres más conocidos, como Agresti o Pino Solanas. Vengo de Asia, la semana que viene estaré en Alemania y también voy a visitar otros países de América latina, y hago esto porque el público que acude a Cannes quiere ser sorprendido todo el tiempo. Allí el público no es uniforme: se mezclan jóvenes y viejos, el gusto popular y el intelectual", explica.
Fremaux admite que Cannes, en los últimos años, se olvidó de países como la Argentina, Chile, Bolivia o Brasil. "¿Por qué? Realmente no lo sé. Quizá porque las películas no eran tan buenas o porque para explorar nuevas tendencias hoy miramos hacia China, Corea o Japón. Pero yo quiero anticiparme a algunas cosas que tal vez un día vayan a cambiar. Recuerdo que en los años 70 todos decíamos que el cine sudamericano era muy importante. Esto se atenuó un poco durante los 80 y 90. Pero sentimos que desde hace dos o tres años hay una nueva generación en el cine argentino que tiene muchas cosas que decir. Vine a descubrir todo eso."
Hace 20 años, cuando era un precoz periodista y dedicaba todo su tiempo libre al cine, Fremaux llegó con su grabador a la sede del Instituto Lumiére, de Lyon, para entrevistar a Bertrand Tavernier, que se convirtió con el tiempo en uno de sus mejores amigos. En esa ocasión vio por primera vez "La salida de los obreros de la fábrica", aquel film de los hermanos Lumiére que se considera el manifiesto fundacional de la historia del séptimo arte y que le produjo un verdadero shock. Después de escribir su tesis universitaria sobre la historia social del cine, Fremaux es hoy el director del Instituto, y cuando recibió la propuesta de ir a Cannes aceptó con la condición de mantener ambas funciones.
"Yo sabía que de una manera u otra mi vida se iba a vincular con el cine, pero ese encuentro fue providencial. Entré ese día en el Lumiére y nunca más me fui. Estoy convencido de que no es posible tomar decisiones sobre el cine de hoy sin conocer previamente todo lo que pasó. Y mi trabajo en el Instituto Lumiére, por sobre todas las cosas, me dio una cultura de respeto hacia lo que hacen los directores. Hace unas horas estuve reunido con Manuel Antín, porque quería conocer parte de la historia del cine argentino. Y cuando mi amigo Pino Solanas vino al Lumiére para un homenaje, él hizo una recorrida por el pasado que fue extraordinaria", puntualiza.
Convencido de que lo mejor es tener un pie en la historia y otro en el futuro, Fremaux dice que seguramente el público que asista al próximo festival de Cannes notará cambios, pero no tiene en claro cuáles serán. "La incertidumbre también es parte del placer de programar una muestra. 2001 fue el año de los grandes directores con las mejores obras de la vida de Imamura, de Rivette, de Manuel de Oliveira, de Nanni Moretti, de David Lynch. Tuvimos sorpresas, como una película de Bosnia que ganó el premio al mejor guión cuando yo no imaginaba que allí habría cine. ¿Y ahora? Bueno... Cannes siempre es un equilibrio entre consagrados y revelaciones y a mí me gusta mezclar", admite, dejando en claro que prefiere no mostrar todas las cartas, aunque tiene en claro cuál es su plan de juego.
Igual de reservado es con el material que vio en la Argentina. "En realidad aquí estoy haciendo una suerte de test. Me estoy llevando un montón de videocassettes con trabajos no terminados y también espero otros, porque hay gente que está en rodaje con obras que no están listas y podemos esperar hasta enero, febrero, marzo. No quiero decir que es ahora o nunca", reconoce.
Fremaux, por sobre todas las cosas, no quiere crear falsas expectativas. Dice que hay películas a las que ama profundamente, pero que por sus características no sirven para ocupar un lugar competitivo en un festival como Cannes. Por eso no entiende a quienes envidian su trabajo. "Es que hay un momento en que elegir se hace duro y hasta brutal", subraya.
Prefiere, en cambio, decir que su paso por la Argentina es una señal de que Cannes mira a la Argentina como un país que tiene un cine vivo. "Haber estado aquí -concluye- no significa que ustedes tienen un lugar garantizado en la competencia. Lo que yo vine a decirles a los realizadores argentinos es que Cannes es realmente el Himalaya, pero que es posible escalarlo y llegar a la cima. Nada es inaccesible cuando se trata de una buena película."
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