La sangre brota, estreno de pasado mañana. El momento del estallido según Fendrik
El director habla de su segundo largometraje, con Arturo Goetz y Nahuel Pérez Biscayart, premiado en Cannes
Pablo Fendrik tiene 35 años. Después de escribir, producir y dirigir El asaltante, en 2007, su debut en el mundo del largometraje, que presentó con buena recepción en varios festivales, salió en 2008 a dirigir su segundo film, La sangre brota , que pasado mañana estrenará Magma, con Arturo Goetz y Nahuel Pérez Biscayart, a quienes acompañan Guillermo Arengo, Ailen Salas y Stella Galazzi.
Una vez recorridas varias muestras internacionales con El asaltante , como el Bafici o la Semana de la Crítica de Cannes, donde se llevó una mención y el premio a mejor ópera prima, respectivamente, y con La sangre brota nuevamente en Cannes, donde ganó el premio joven en la Semana de la Crítica, en San Sebastián y Biarritz, Fendrik comprobó efectivamente que su cine es diferente, en todo sentido, de los productos adocenados hechos en Hollywood, los comerciales locales y de buena parte del circuito independiente argentino.
Fendrik fue asistente de Alejandro Agresti y confiesa haber aprendido mucho de cine en ese oficio, tanto como escribiendo guiones para otros cineastas: el todo debe ajustarse a un concepto de rigurosidad que va más allá de la llanura cotidiana tanto del cine industrial como la que viene detectándose en buena parte del independiente.
Seguramente por esa singularidad, su ópera prima recién se pudo estrenar hace un mes, y ésta, la segunda, sólo un año después de estar terminada. Es la historia de un taxista profesor de bridge y su hijo vendedor de droga, enfrentados por dinero.
En diálogo con LA NACION, Fendrik revela sus inquietudes frente al cine.
-¿El tiempo acotado da más intensidad a los relatos?
-Eso me gusta creer a mí. Me encanta trabajar con constricciones de tiempo y espacios, eventualmente. Es increíble las películas que hice y las dos o tres que estoy pensando, todas tienen esa cosa en común? una mañana, una tarde, una noche, un día o un poco más. No quiero que haya mucho espacio para divagar ni ser demasiado laxo.
-¿Y la relación de la cámara con respecto a los personajes?
-No sé si lo voy a seguir haciendo, pero estas dos películas lo pedían: cómo acercarme a los personajes y sus situaciones de esta manera, estando bien encima de ellos, para poder captar detalles. En especial la expresión, porque al no haber demasiadas explicaciones acerca de por qué están haciendo lo que hacen y cómo es que siguen sus vidas todo está puesto en los detalles, que tienen que estar muy presentes. Si bien hay que estar muy despierto y activo como espectador, se necesita concentración para verlos. No es que me detengo en el detalle para que la gente entienda algo, pero sí me parece que en los destellos de ciertos comportamientos se pueden transmitir ideas mucho más interesantes que simplemente deteniéndome frente a personajes que hablan.
-Pasaste de contar algo que transcurre en una hora a una historia que ocurre en un día, y de un protagonista a varios?
-En El asaltante había algo concreta que era ser testigos de la ejecución de un plan, mientras que La sangre... tiene que ver con estar presentes en el momento del estallido que se viene gestando desde hace bastante tiempo. Hay que contarlo de alguna manera, sin demasiadas explicaciones ni usar palabras ni flashbacks . Tenía que dar pistas de eso? En ese día hay que elegir muy bien qué momentos mostrar, para avanzar no solamente en la acción sino también en cómo llegamos a ese punto.
-En la película hay un correlato social?
-Aparece porque es parte del plan, sin ser explícito, que todo esté ahí y para el que el que quiera dirigir la mirada hacia ese punto encuentre algo para entender, para elaborar como espectador, que es la parte del cine que más me interesa. Confío en que los que quieran ver sólo lo que está al frente no se queden con las ganas, que no vean mi película simplemente una hamburguesa gigante, medio masticada, mientras te chorrea masa encefálica por la oreja. Creo que existen los espectadores inteligentes. Sin pretender llegar a todos los públicos, porque es un imposible, hago cine con la esperanza de que estemos dialogando con espectadores inteligentes, y cuando uno parte de esa premisa se exige más y exige más a los involucrados en la hechura del film. No quiero hacer un cine sólo para los que se creen entendidos.
-¿Proyectos?
- El ardor , la historia de un incendiario profesional que deviene pirómano.
lanacionar