Encuentro con el pasado
En "Kamchatka", la película que está rodando, cuenta los años setenta desde la mirada de un niño
"No creo que existan las verdades absolutas, los únicos caminos. Con los años dejé de lado las posturas absolutistas. Aunque ahora hay una nueva tendencia documentalista-testimonialista, como si fuera la única posible para contar la realidad, sigo pensando que ese camino no es válido para mí. Y convencidísimo de que el mero retrato no es la mejor manera de entender la realidad, si no se encuentran caminos que nos revelen lo que en el mero retrato está oculto. Así, "Cenizas del paraíso" es una reflexión sobre la estructura del relato: lo que muestra y lo que oculta. Y cómo dice lo que oculta. Temas como la estructura del relato no me parecen cuestiones menores o desviacionismos pequeño-burguesas: son esenciales para entender qué estamos haciendo. Los cineastas somos contadores de historias, pero ese rol no lo entiendo frívolamente. Estar en esa posición es un privilegio. Y ello implica una enorme responsabilidad", apunta Marcelo Piñeyro.
El director atraviesa la séptima semana de filmación de "Kamchatka", cuyo estreno está previsto para octubre. Como en el TEG, el juego popularizado en los años setenta, Piñeyro se introduce en territorios que exceden el que transita por estos días.
Sus fantasmas y obsesiones escapan del marco formal del rodaje: el cine con mayúscula es su pasión. La reflexión transcripta al comienzo de esta nota expresa sin decirlo al nuevo largometraje de Piñeyro, y también comprende la realidad que lo rodea. Igual que en su cine, en su estructura del relato hay una parte que muestra y otra que esconde. Y en ella hay una controversia a flor de piel en la que no es necesario ahondar, porque está todo dicho. O aún no: es que Piñeyro tiene una espina desde aquellos años setenta en los que era estudiante de cine. Y que está exorcizando durante la charla con LA NACION, que cruza "Kamchatka" con sus recuerdos y su experiencia en esto de ser "contador de historias".
"En mis tiempos de estudiante, el único cine posible debía estar comprometido con los procesos de liberación. Y el único modo de compromiso era incorporando un fuerte contenido testimonial y documentalista. La ficción era para muchos una contradicción pequeño-burguesa. Yo no me hallaba en esa concepción. Hice un corto de ficción sobre unos tipos que rodaban una película, planteándose que como la mirada era considerada pequeño-burguesa, no había que tener encuadre; y usaban una cámara con lentes que registraban todos los encuadres posibles. Eso consumía tanto celuloide que terminaban en una sala de montaje, sin poder encontrar la salida, mientras escuchaban que afuera triunfaba la revolución y ¡se la perdían por estar enredados en metros de película!", cuenta.
"Mi modo de expresar la realidad -continúa- es otro: no es usar la Polaroid y sacar fotos de nuestras caras, sino inventar historias que me ayuden a entender más hondamente qué hacemos nosotros aquí, qué esperamos, qué nos está pasando. Una Polaroid expresará muy poco más que un par de caras con una tonta sonrisa. Si algún valor tiene lo que hago, es mi mirada. Y no voy a intentar anular el valor de la mirada."
-¿Qué cuenta "Kamchatka"?
-El cuentito evoca a alguien cuando tenía 10 años. Era 1976, tenía un hermano de 5 y sus papás se tuvieron que clandestinizar por la represión política. Esto le implica al personaje, a sus 10 años, cambiar de nombre, de colegio, de casa, dejar a sus amigos. En la evocación de este período, el personaje va descubriendo que hay legados que sus padres le dejaron, que son los que le dan la identidad.
-¿Dónde está puesta tu mirada?
-La película explora los vínculos familiares, trata sobre los legados de padres a hijos. La llave para contarla fue la mirada del niño, que tiene otra frescura, otra aproximación a las cosas. En ese sentido, el film tiene un punto de vista original sobre el tema. Por otra parte, esta no es una historia del pasado, sino que nos habla de nosotros hoy. Creo que nunca una historia que habla de padres e hijos es una historia del pasado (sonríe).
-El cine argentino vuelve recurrentemente a los años oscuros de la dictadura militar.
-No estoy de acuerdo con la afirmación de que se haya hablado bastante del tema. En general la sociedad argentina habló demasiado poco, por ende también el cine. Hay un mecanismo de negación, cuando uno plantea el tema, alguien responde "de nuevo con esto". Creo que aún queda mucho por contar y la ficción es un vehículo formidable. Curiosamente, los sucesos recientes resignificaron el guión de esta película, que fue escrito hace un año y medio, sin cambiarle una coma.
-Más allá de la realidad, hiciste un replanteo con respecto al personaje que inicialmente iba a hacer Leonardo Sbaraglia y ahora interpreta Ricardo Darín.
-En un principio Leo iba a hacer el papá del chico, y Najwa Nimri la mamá. Pero había algo clave en los personajes, que tiene que ver con la energía de la paternidad. En Ricardo (Darín) y en Cecilia (Roth) lo reconozco más fuertemente. El soporte emocional que le están dando a la película es clave.
-¿Esta es una historia menos optimista que las anteriores?
-Menos que "Cenizas..." o que "Plata quemada", difícil (ríe).
-Da la sensación de que en "Plata quemada" hubo un cambio en tu obra, hacia la falta de optimismo.
-La película más negra, en ese sentido, es "Cenizas...". La historia de "Plata..." es mucho más de los personajes, mientras que la de "Cenizas..." habla del país. La ambición de esa película era hacer una articulación entre lo privado y lo público. Por otro lado, no casualmente estaba el eje de mirar la sociedad desde la justicia. Una justicia inoperante, maniatada, jugada por el poder. Me encantaría dejar de tener una mirada negra sobre ciertos temas, pero es difícil.
-¿Qué ocurre con los personajes de "Kamchatka" con relación a esa falta de optimismo?
-La película es el reconocimiento y la aceptación de un legado. O sea: el personaje entiende y se reconcilia con el legado de sus padres. Diría que tiene una mirada muy abierta hacia el futuro. La hago desde un lugar de muchísima más esperanza. "Cenizas..." la hice desde un lugar donde no veía nada más que caída. Aunque este momento parece mucho más terrible que aquél.
-¿Cómo es posible contar ficciones y a la vez poner el ojo en la realidad?
-Siento que lo que hago tiene que ver con formar parte de una sociedad, y está atravesado por su realidad. Uno no puede quitarse el cerebro y ponerse otro para pensar historias. Aún "Plata...", aparentemente un hecho policial, aislado, que sucedió en 1965, en el 2000 estaba muy atravesada por la realidad.
-¿Por qué "Kamchatka"?
-En el universo de la película, es el lugar donde resistir, donde cuando la mano viene mal, conviene guardarse, reagrupar fuerzas y volver a empezar.
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