Estreno de cine: En El piso del viento, el espacio y la mirada son los grandes protagonistas

El piso del viento (Argentina, 2021). Guion y dirección: Gustavo Fontán y Gloria Peirano. Fotografía y cámara: Gustavo Schiaffino. Sonido: Andrés Perugini. Montaje: Mario Bocchicchio. Participantes: Jaime Arrambide, Lucía Dorin, Gonzalo Arbutti, Lázaro Mareco, Lucía Mondino, Lorena Astudillo, Diana Bellessi, Liria Evangelista, Malena Fabris, Lara Bernasconi. Distribuidora: Independiente. Duración: 69 minutos. Calificación: Apta para todo público. Nuestra opinión: muy buena.

Una casa blanca resulta un espacio de descubrimiento para distintos visitantes. Blancas sus paredes, vacíos sus ambientes de muebles y objetos; lo que asoma en las distintas ventanas es un afuera que pugna por entrar, por hacerse presente. Las hojas verdes de un enorme ficus que crece salvaje en plena urbe, la ropa tendida que ondea en una terraza vecina, la lluvia copiosa que impregna los vidrios repartidos. La película codirigida por Gustavo Fontán y Gloria Peirano explora esa encrucijada entre el espacio y su historia, aquella que parece olvidada por su blancura aparente, por su estancia tranquila frente al rugido de ese mundo que sigue en movimiento.

Cada uno de los visitantes carga ese espacio raso con sus propios recuerdos, vislumbran un futuro prometedor en su techo alpino, imaginan lo que puede llenarlo con vida propia. “¿Dónde van a poner la cama?” interroga uno de ellos a su elusiva anfitriona, sigiloso fantasma que reverbera desde el fuera de campo. Otros se preguntan sobre la verdadera existencia de algo nuevo, quizás con la certeza nunca confesada de que el mundo se edifica en eternas reinvenciones del pasado. Alguien piensa en su propio hogar, un refugio recién descubierto en una casa que no es propia, pero en la que se siente más a gusto que aquella que conserva sus viejos fantasmas. Una voz imagina ese escenario preñado con la euforia de la juventud, la salida a la calle para esa lucha de zapatos rojos. Adolescentes reflexionan sobre una asamblea estudiantil, los colores de Formosa parecen reflejarse en la terraza citadina, un pueblito cuenta entre sus chismes retazos de una memoria geográfica.

Peirano enlaza las sucesivas visitas con algunos pasajes de lectura, palabras que alimentan los sueños de ese espacio alerta. Es increíble cómo cada encuadre condensa las emociones de quienes lo habitan, la cámara nos permite vislumbrar sus tensos movimientos, sus recuerdos en carne viva, sus serios comentarios de decoración de interiores. El piso del viento es una película que trasciende la tiranía de la historia y las explicaciones, que explora el cine en su dimensión sensorial, que captura la luz en ese lienzo blanco que la refleja como su misma materia. Y el gran protagonista es el viento, por supuesto; esa presencia feroz e invisible que agita el sonido de todo lo que toca. La voz de Peirano se interroga, lo interroga de manera indirecta, acuña en sus palabras la misma precisión que exhiben los encuadres, dueños y señores de ese misterio.

Fontán es uno de los directores argentinos que mejor ha entendido la potencia única del dispositivo, quien ha despojado a su instrumento de todos sus condicionamientos para consagrarlo a su esencia. Dejar las certezas y abrir los interrogantes. Su alianza con Peirano, que alumbró películas imprescindibles de su poética como El estanque, y también fue artífice de su decidida incursión en el territorio narrativo con La deuda, ahora afirma la potencia de esa mirada compartida. Filmar ese mundo y quienes lo miran, entender que de allí nacen las mejores películas.