Francisco Rabal: adiós a un grande
MADRID (AP).- El veterano actor español Francisco Rabal, de 75 años, falleció ayer a bordo de un avión en el que regresaba a España luego de haber recibido un homenaje en el Festival de Cine de Montreal, Canadá. En su larga carrera, Rabal fue uno de los actores más prolíficos y populares y actuó a las órdenes de una amplia gama de cineastas, como Luis Buñuel, en la década del cincuenta, y Pedro Almodóvar, en años recientes.
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Francisco Rabal fue uno de los más talentosos actores del cine, el teatro y la televisión de habla española. Su larga trayectoria se moldeó de forma tal que le permitió enfrentarse con cualquier clase de dificultades en los más disímiles personajes que él, con su amplia sonrisa y su buen humor a flor de piel, sabía humanizar y darles auténtica credibilidad.
Había nacido el 8 de marzo de 1926 en el por entonces pequeño pueblo murciano de Aguilas, y desde muy joven se sintió atraído por la actuación, "una forma -decía- de ser otro sin dejar de ser uno mismo".
Por aquellos tiempos, su Aguilas natal le brindaba pocas oportunidades para demostrar su pasión por el teatro, y con muchas ilusiones se trasladó a Madrid. La gran ciudad lo subyugó, pero los primeros tiempos madrileños le hicieron conocer el hambre y la añoranza de su tierra. Su tesón, sin embargo, recibió una mínima recompensa: comenzó a trabajar como electricista en los estudios Chamartín -los más importantes de la España de aquel momento-, y no mucho después el director Rafael Gil vio en Rabal a una sugestiva figura para el séptimo arte e intuyó sus no depurados dotes de actor. Para probarlo, le dio el papel protagónico de su film "La pródiga", y el resultado no pudo ser más auspicioso. Rabal poseía innatas condiciones para la actuación y así lo subrayaron la crítica y el público de entonces. Corría 1946, y desde aquel momento Francisco Rabal -Paco para sus muchos amigos y admiradores- comenzó una trayectoria artística que no tuvo pausas.
"El crimen de Pepe Conde", de José López Rubio; "Reina santa", de Gil, y "Alhucemas", otra vez de la mano de López Rubio, fueron algunos de sus primeros films, que comenzaron a moldear su personalidad interpretativa. El teatro lo reclamó y Rabal integró los elencos en las compañías de los teatros Infanta Isabel y María Guerrero, de Madrid, dirigidas, respectivamente, por Luis Escobar y José Tamayo.
El cine, sin embargo, continuaría siendo la plataforma que, poco después, lo lanzaría a la popularidad internacional. De 1950 hasta 1954 actuó en quince películas que lo tuvieron como un galán sobrio en el que ya despuntaba su honda fibra dramática. "Luna de sangre", "Duda", "Perseguidos", "Todo es posible en Granada" y "Murió hace quince años" se insertan en esa primera parte de su filmografía.
En 1954 protagonizó "La pícara molinera", que con dirección de León Klimovsky se rodó con capitales españoles y franceses, y a partir de ese año Rabal alternó su labor cinematográfica entre su país natal, la Argentina, Francia e Italia.
El teatro volvió a reverdecer en un Rabal ya maduro para las grandes composiciones, y retornó al escenario con "La muerte de un viajante", de Arthur Miller, que lo consagró definitivamente en las tablas. Les siguieron "Edipo", "La vida es sueño", "La cena del Rey Baltazar", "Becket" y otras importantes piezas del repertorio clásico y moderno.
El éxito perdurable
La pantalla grande, en tanto, continuaba mostrando su recia estampa en "La noche y el alba", de José María Forqué; "Los clarines del miedo" y otras producciones, hasta que en 1958 compuso a un turbulento personaje -perteneciente, según Octavio Paz, a la gran tradición de los locos españoles- en "Nazarín", con la dirección de Luis Buñuel. Con este talentoso realizador se unió, además, en otro éxito sin predecente: "Viridiana".
Un año después, Rabal reafirmó sus notables aptitudes interpretativas, esta vez dirigido por Juan Antonio Bardem en "Sonatas", y en 1960, también conducido por Bardem, dio una notable intensidad a su personaje de "A las cinco de la tarde".
En 1960 coprotagonizó aquí, con Olga Zubarry, "Hijo de hombre", una coproducción argentino-española realizada por Lucas Demare.
Pero al actor le quedaba aún mucho y exitoso camino por recorrer. En ese mismo 1961, "Viridiana", de Luis Buñuel. De regreso a la Argentina fue convocado por Leopoldo Torre Nilsson para encabezar, con Elsa Daniel, el reparto de "La mano en la trampa", y posteriormente actuó aquí en "Setenta veces siete" (1962), también de Torre Nilsson, e "Intimidad de los parques" (1964), de Manuel Antín.
Sus últimos trabajos fílmicos -"El bosque animado", "Los santos inocentes", por el que ganó un premio en Cannes, y "Goya"- lo mostraron como intérprete todo ardor y emoción. Los años transcurrían, las generaciones se recambiaban y los públicos se aferraban a otros gustos interpretativos, pero la fama no cedía para ese Rabal siempre exultante, conversador entretenido en tertulias de cafés porteños o madrileños.
Sus films son muchos -cerca del centenar- y difíciles de olvidar. Cualquier omisión debe atribuirse antes a falta de espacio que a pérdida de la memoria.
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