Entrevista con Gustavo Corrado. "Garúa", un proyecto que avanza
El director trabaja en la etapa final de su nuevo film, con el que quiere participar en la muestra de Venecia
Gustavo Corrado nació en 1970, y es de ese tipo de gente que va camino a una meta sin prisa, pero sin pausa. Para él, el cine es la meta. Hace cinco años terminó y consiguió estrenar "El armario", su opera prima, en blanco y negro, la historia de un marginal que, desalojado de la pensión en donde vive, termina usando como vivienda un viejo armario, mueble que antes de lo pensado compartirá con otro joven que sigue sus pasos en la vida. Para hacerla realidad, Corrado buscó, recorrió fábricas abandonadas, se relacionó con un sinfín de homeless y, como apenas le alcanzaba el presupuesto para la provisión de cámaras y la película virgen, la pensó en exteriores, con luz natural, y sin alquilar faroles.
Egresado de la primera camada de la Universidad del Cine -con Pablo Trapero y Bruno Stagnaro, entre otros-, Corrado devino jefe de trabajos prácticos de la cátedra de dirección a cargo de Ricardo Becher. Tras la llegada a las salas de su película, sin demasiada difusión a pesar del visto bueno de la crítica, pensó que el cine había quedado atrás para siempre ("a cada rato tenés la sensación de que la película se te muere", asegura) y se fue de Quilmes a Milán, donde ya vivía su padre. Al igual que su esposa, empezó una nueva vida desde el llano, él en una fábrica y ella como camarera, ahorrando, con la improbable esperanza de volver alguna vez.
Cuando ya habían pasado dos años de vivir en Italia, Corrado volvió a la Argentina, ahora con su esposa, su hija recién nacida y "Garúa", un viejo proyecto (que originalmente transcurría en París), bajo el brazo. Durante buena parte de marzo y todo abril filmó, en lo que alguna vez fue una fábrica de Almagro, el largo que ya entró en su etapa de posproducción y que espera, con este ritmo de trabajo, llegar a los cines en la segunda mitad de 2004.
La historia de "Garúa" tiene como eje a un cantante de tangos que comete un crimen y se apropia de la identidad del muerto, un hombre atormentado por ese asesinato que decide ocupar el lugar de la víctima para lavar sus culpas. "Es una historia que tiene que ver con el tango, pero no con lo conocido del tango, incluso con Buenos Aires, sino con la esencia del tango, algo que es difícil de explicar, porque tiene que ver con sentimientos, más que con lugares comunes", asegura en vísperas de concretar, en Roma, el acabado del sonido, con el aporte de Esperia Films, de Italia.
La película, cuyo guión fue desarrollado con un aporte de la Hubert Bals Fund (Holanda), fue rodada en 35 mm con producción de El Grito y el apoyo del Incaa. Sus protagonistas son Luciano Cáseres, Dalila Real, Jean Pierre Regueraz, Franco Tirri, Jorge Sesán, Mario Paolucci y Paola Machado.
"¿Quiénes hacen cine en América latina? -se pregunta Corrado- Los aristócratas, que reflejan sólo una parte de la sociedad. Salvo las de Rocha o Babenco, uno ve las películas brasileñas y dice ¿de qué Brasil me están hablando? O las películas ecuatorianas, que las cuenta el pibe que se fue a estudiar a Los Angeles. Nosotros tuvimos algo más de suerte, pero para ir a algunas escuelas de cine tenés que pagar un montón de plata, lo que significa excluir incluso a la clase media, de la que podría surgir una cultura valiosa como la que tuvimos dos o tres décadas atrás."
-¿Es difícil gestionar el cine a través de los organismos oficiales?
-Hay una realidad: les llegan muchos proyectos y no tienen fondos suficientes para todos, algo que los fuerza a ponerse muy rígidos a la hora del reparto. El problema es quién determina a quién y cuánto le toca, y a quién no. Hay gente, como Ana Poliak, que hace muy buenas cosas en video, y creo que hay que apoyarla. Antes, cuando Hubert Bals o Fonds Sud te daban diez mil dólares no era demasiado; ahora, en cambio, para nosotros es mucha más plata. Pero no hay que creer que los de afuera te regalan nada. Además, ¿hasta cuándo lo van a seguir haciendo?
-¿En qué etapa estás?
-Terminé el rodaje y tengo una edición casi definitiva, sólo falta el sonido. Confío en entrar en Venecia.
-¿Creés que aquí se está haciendo buen cine?
-En la cantidad están apareciendo películas interesantes. En Italia no hay tantas películas buenas ni variadas como acá, y hablamos de Europa.
-¿Es difícil la distribución en la Argentina?
-Las salas de todo el mundo están invadidas por el cine norteamericano, y ésa es una lucha en desventaja para los productos locales. Aquí también. Llega un punto en que los productores dicen que hay que estrenar porque tienen necesidad de cobrar los subsidios del Incaa, y por eso se superponen estrenos en un mismo jueves. No les queda otra. Creo también que hay películas que se hacen prescindiendo de la idea de público, pero no todas son así. Para los que piensan en el cine y en el público, si no va gente estás muerto.
-Sin embargo, se sigue haciendo mucho cine...
-Estuve en todos los laboratorios donde se hacen los transfers de video a fílmico y descubrí que en 2003 tuvieron ese proceso medio centenar de largometrajes, desde cosas que parecen cumpleaños de quince hasta películas en serio. Todo es muy extraño.
-Y en medio de tanta producción, ¿cómo encarás la tuya?
-Trato de que cada película valga la pena haberse hecho, que no sea una más para ver qué pasa, sino una experimentación, una búsqueda en todo sentido. Que sea auténtica y que la gente que la vea se meta en su mundo. Si consigo eso ya estoy contento. Quiero seguir dando pasos y ver, con un conjunto de películas, si puedo realmente expresar algo.
-¿Cómo te definirías?
-Hay una serie de características para hacer cine que no pasan solamente por el talento o la creatividad. Hay mucha gente que tiene talento pero le falta la constancia, la garra para llevar adelante lo que quiere. También se da lo contrario, cuando se hace cine por hacerlo. Concibo el cine como una forma de arte, una expresión artística. Tengo un respeto casi sacro por el cine. No soy cinéfilo, veo muy pocas películas, y si estudié cine es porque lo considero un instrumento muy potente para la expresión, aunque la música me parezca la expresión suprema. Prefiero ir a un concierto antes que ver una película. Me interesa hacerlas, no verlas. Hay pocas películas que llegan al nivel de la música. Tarkovski me pega fuerte: cuando el cine llega a ese nivel de misterio es como escuchar "La pasión" de Bach, pero es muy raro que esto ocurra.
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