Jane Fonda, una diva que no quiere volver al cine
NUEVA YORK (The New York Times).- Jane Fonda ha recibido recientemente el tributo de la Film Society por su carrera estelar. Y la actriz, de 63 años, que alguna vez se avergonzó de haber protagonizado a los 31 una fantasía espacial - "Barbarella"- en la que viajaba al planeta Sorgo, enfrentaba a muñecos vampiros, perdía su virginidad ante un salvaje vestido con pieles y se enamoraba de un ángel ciego, se siente ahora orgullosa de haber personificado a la "aviadora espacial".
"En ese momento me sentí muy avergonzada -declara Fonda- pero en cuanto empecé a sentirme más cómoda conmigo misma, y el feminismo pasó a formar parte de mi ser, me di cuenta de que en realidad "Barbarella" fue un film feminista. Allí estaba esa mujer que recorría el espacio para salvar planetas y combatir el mal."
Alguien no demasiado diferente de la propia Jane Fonda. También su vida ha sido una serie de aventuras casi surrealistas, por las que ella ha navegado con el mismo aplomo con el que Barbarella aterrizaba en algún nuevo planeta bizarro, emergiendo de su nave para conquistar al jefe local y, después, regresar a su vehículo, sola, y marcharse hacia algún otro destino desconocido.
"Estoy en permanente búsqueda -dice la actriz-. ¿Quién puede saber qué hay más adelante? Nadie, y eso es lo divertido. Pero ya ha tenido una buena cantidad de vida. No conozco a nadie que haya tenido la clase de experiencia que me ha tocado a mí."
Las películas de Jane Fonda son un reflejo de su vida. Evolucionó desde la ingenua del "Informe Chapman" (1962), hasta la dura desilusionada de "¿Acaso no matan a los caballos?" (1969) y a la activista consciente que produjo "Regreso sin gloria" (1978). Pero sus roles más memorables encarnan fundamentalmente a una cierta clase de mujer en determinado momento, en films que giran en torno de la contradicción entre la autonomía y el compromiso emocional planteado por el ascenso del feminismo.
En persona, Jane Fonda luce delgada y muy atractiva, como si fuera una hermana un poco mayor de Meg Ryan. Se sabe que ha pasado por alguna cirugía plástica, pero no resulta evidente. Tiene muy buena relación con su hija Vanessa, de 33 años, fruto de su primer matrimonio con el director francés Roger Vadim, director de "Barbarella". Su otro hijo, el actor Troy Garity, tiene 28 años y es hijo de Tom Hayden, el segundo marido de Fonda, que fue senador por el Estado de California. La actriz se convirtió al cristianismo hace dos años, pero dice que no pertenece a ninguna iglesia y que es tan sólo "una persona de fe". Además, ha renunciado al entrenamiento diario que constituyó un eje de su vida durante más de 40 años y que originó un negocio floreciente que contribuyó a crear en los Estados Unidos la obsesión por "estar en forma". Ahora, afirma que jamás hace ejercicio. Y agrega que, a pesar de rumores recientes que afirman lo contrario, no piensa volver a actuar. Fonda abandonó su carrera de actriz en 1990, para casarse con Ted Turner. Su breve retorno a escena en febrero de este año, para encarnar en un teatro neoyorquino uno de los personajes de "Monólogos de la vagina", acabó de convencerla. "Estaba muy asustada -confiesa-. Cuanto más vieja soy, y con más películas hechas, tanto más me aterro. Y ya no quiero volver a sentir miedo".
La actriz tuvo una infancia difícil debido al suicidio de su madre y la frialdad de su padre hacia Jane y su hermano Peter, quien ahora tiene 61 años. La madre de ambos, Frances Seymour Brokaw, se suicidó, internada en una institución psiquiátrica, cuando Jane tenía 12 años. Es un tema que a ambos hermanos todavía les resulta difícil abordar.
Peter Fonda dice que ni él ni Jane conocieron a su madre. "Era muy reservada -dice el actor-. En realidad, es un misterio, y a los dos nos gustaría resolverlo. Nunca entendimos qué fue lo que sucedió. Pero creo que Jane siempre quiere hacer feliz a la gente porque no pudimos hacer feliz a nuestra madre. Y tampoco a nuestro padre."
Su infancia dolorosa dejó marca en Jane. Cuando ingresó en la clase de actuación dictada por Lee Strasberg, tras pasar por la universidad de Vassar y por un breve período como modelo, la hija de Henry Fonda estaba tan asustada como su compañera de clase Marilyn Monroe.
A la actriz le resulta duro ver sus películas, especialmente las primeras, como "Cat Ballou" (1965), donde interpretó a una maestra que se vuelve marginal. Fue, según ella, "una película maravillosa, pero yo era realmente mala". Lo que más la disgusta es el sonido de su voz: "la garganta se estrecha y la voz no revela ninguna emoción humana. Allí estaba en ese momento mi voz, como si no hubiera en ella nada de mí". Fonda empezó a encontrar su propia voz a los 32 años, durante la filmación de "¿Acaso no matan a los caballos?", la historia de una maratón de baile durante la época de la Depresión. El director, Sydney Pollack, le pidió que leyera el guión y también la novela en la que estaba basado, y que le hiciera sugerencias. "Nunca nadie me había pedido opinión sobre el contenido de una película - explica Jane-y eso me dio mucho coraje."
La mirada del director
Pollack recuerda que la actriz se tomó su papel tan en serio que iba todos los días al set, aunque no le tocara rodar. Aunque con ese film ganó su primera nominación al Oscar, Fonda dice: "Está bien, pero yo todavía seguía en la superficie del personaje". Y agrega que fue con "Klute", dirigida por Alan Pakula, cuando todo cambió. Hizo el film cuando aún vivía en Francia con Roger Vadim. Pero fue entonces cuando dejó a Vadim, se unió al movimiento feminista y viajó por los Estados Unidos organizando manifestaciones antibélicas. No sólo ganó el Oscar con "Klute", sino que toda su vida cambió de rumbo. Pero no todos sus trabajos cinematográficos estuvieron tan cargados de gravedad. Sus actuaciones junto a Robert Redford fueron, según dice, tan gratas como un buen paseo. "The Chase" (1966), "Descalzos en el parque" (1967) y "El jinete eléctrico" (1979), sellaron entre ambos una amistad especial. "El nunca fue soberbio -dice la actriz-. Todo el tiempo hace bromas, y yo lo adoro". Por su parte, Redford declara: "Siempre tuvimos una excelente relación y aún mejor química. La vi el verano pasado, después de varios años, y fue como si el tiempo no hubiera pasado para nosotros". Y Vanessa Redgrave, que ha hecho más de 85 películas, afirma que "Julia" (1977), que protagonizó junto con Jane Fonda, fue la más importante de su vida.
Para cuando filmó sus dos últimas películas, "Gringo viejo" (1989), y "Stanley e Iris" (1990), Fonda pasaba por la destrucción de su segundo matrimonio y, según dice, por un derrumbe nervioso. Perdió toda confianza en su capacidad actoral y volvieron sus peores temores. Pero, a pesar de todas sus luchas, Jane Fonda no cejó hasta conseguir una carrera prolongada y distinguida. Como actriz, cree que ya ha cumplido. Y aunque Redford, Pollack y su propio hermano Peter dicen que desean hacer más películas con ella, Jane dice que no volverá a actuar. Pero la actriz también es famosa por sus cambios de opinión. Por eso, tal vez sería más conveniente prestar atención a lo que dice Robert Redford: "Tengo la corazonada de que volveremos a trabajar juntos. No puedo explicarlo, porque es sólo una corazonada".