La historia del pueblo armenio
"Ararat" ("Ararat", Canadá-Francia/2002). Dirección y guión: Atom Egoyan. Con Eric Bogosian, David Alpay, Arsinée Khanjian, Christopher Plummer, Charles Aznavour, Marie-Josée Croze y otros. Música: Mychael Danna. Fotografía: Paul Sarossy. Presentada por Distribution Company. Duración: 116 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy buena
Desde siempre el director armenio-canadiense Atom Egoyan había considerado la posibilidad de realizar un film acerca de la verdadera historia del pueblo armenio. Su objetivo -el cineasta lo dijo en más de una oportunidad- era rodar "una película que permitiera al espectador experimentar la realidad del horror en un sentido espiritual, y no sólo mostrar los tétricos resultados de la pérdida física y material".
Historia humana
Con "Ararat" cumplió sobradamente su cometido. Y lo hizo con una historia tan humana como esperanzadora acerca de dos familias enemistadas que luchan por hallar la verdad y lograr la reconciliación, y un cineasta que evoca el genocidio de Armenia.
Insertarse en el horrendo capítulo de las atrocidades cometidas contra del pueblo armenio, entre 1894 y 1896 por el gobierno otomano y continuadas durante la Primera Guerra Mundial, con el devastador saldo de millones de muertos, requería una clara visión de los hechos.
Egoyan consiguió que su film sobrevolara armónicamente esa aterradora atmósfera de muerte, destrucción y dolor apoyándose en dos personajes centrales: un joven de 18 años -excelente actuación de David Alpay-, y un hombre en el ocaso de su vida, papel que Christopher Plummer desarrolla con sus reconocidas condiciones actorales.
Paralelamente un famoso director de cine armenio, al que Charles Aznavour aporta una enorme cuota de calidez, realiza una película evocativa del genocidio de su país. Ambas historias se asociarán, se diversificarán y volverán a encontrarse en la búsqueda de la verdad, salvando un arcaico e intrincado terreno de mentiras, decepciones, negación y miedos.
Mano maestra
Pero "Ararat" está mucho más allá del mero relato de su argumento y de la variedad de situaciones y personajes que sustentan el film. La obra habla de la tolerancia, de la concordia y de la paz. Para ello -otro mérito de Egoyan- el realizador no necesitó de un guión altisonante ni dramático en exceso, sino que se limitó a radiografiar a una fauna humana inserta, de una manera o de otra, en las consecuencias de los brutales hechos históricos que padeció su pueblo y que vibran en la generación actual.
Pasado, presente y futuro
Emblema de la identidad de la nación armenia, el Ararat es donde confluyen el pasado, el presente y el futuro de ese pueblo. Y desde ese mismo Ararat los armenios fueron reconstruyéndose y fueron amarrando su destino de libertad. Trasladar al cine esta historia y convertirla en imágenes necesitaba de una mano maestra que tuviese el sentimiento y la calidez de esa gente arrasada durante años. Y Atom Egoyan fue ese maestro cauto, sincero y poético que desarrolló esta obra que no necesita de la angustia visual para conmover ni apuesta a naipes melodramáticos para acongojar a los espectadores.
Lo que se destruyó con el genocidio no fueron sólo vidas humanas, sino la huella de nuestra humanidad. Y un Egoyan que conoce tan a fondo esta problemática surge en este film como un mentor siempre dispuesto a la reflexión y a la recordación sin necesidad de apuntar con su dedo acusador. Para él son sus criaturas -las que aparecen en su película- las que marcan el camino de la historia de una Armenia siempre dispuesta a reflotar de sus horrores y de sus condenas.
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