La mirada de un gran director
"En construcción" (España/2001, color). Dirección: José Luis Guerín. Con Antonio Atar, Iván Guzmán Jiménez, Juana Rodríguez Molina, Juan López López, Santiago Segade. Guión: José Luis Guerín. Fotografía: Alex Gaultier. Edición: Mercedes Alvarez y Nuria Esquerra. Presentada por Primer Plano Film Group. Duración: 125 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
El interés de un film no depende del tema que se aborda, sino de la interpretación que se le da a ese tema, afirma José Luis Guerín. Lo que en el caso de una obra de naturaleza documental como la suya puede traducirse como que no importa tanto lo que el cineasta mira (lo que coloca delante de su cámara), sino lo que es capaz de ver.
Metamorfosis
"En construcción" es una ventana abierta a la vida cotidiana del antiguo y desacreditado barrio Chino barcelonés sorprendido en un momento crítico: el de su forzosa (o forzada) transformación. Una brusca metamorfosis cuya manifestación más visible es la demolición de viejas casas y su reemplazo por modernos edificios de departamentos, pero cuyas réplicas, como en los terremotos, acentúan el trastorno, extienden el efecto alterador y dejan a la intemperie testimonios a veces reveladores. Lo que Guerín ve al instalar frente al fenómeno su cámara discreta y sutil va mucho más allá de los límites de un barrio: desde un panorama humano de rica diversidad, y a través de él, el registro de un momento histórico de Europa y del mundo, hasta la reflexión más espontánea y más sabia respecto de los valores, de la relación con el trabajo, del paso del tiempo o de la fragilidad de la vida.
Cine "en construcción"
El cineasta catalán empleó tres años en preparar, rodar y editar un film que se construye, como la obra que le da motivo, delante de nuestros ojos. No hay un guión ni un plan preconcebido ni una hipótesis que comprobar: están solamente el proyecto urbanizador que trastorna el barrio y los que se ven comprometidos con él, ya como vecinos, ya como obreros, ya como curiosos ocasionales o futuros residentes. La intervención de Guerín es anterior al rodaje: se reduce a elegir entre todos ellos los que serán objeto de su especial atención. Una especie de "casting" que, a juzgar por los resultados, es el primer gran acierto del film: ningún guionista habría sido capaz de desplegar el humor, la riqueza expresiva y la fresca sabiduría que contienen los diálogos, pura improvisación de seres que viven momentos de su vida -apenas sugeridos por una "puesta en situación"- delante de una cámara prudente e inmóvil, excepción hecha del largo plano con que al final acompaña a dos de sus "actores" alejándose del lugar.
Selección
Salvo las primeras imágenes tomadas a principios de siglo en el barrio (hoy conocido como el Raval), todo lo demás es el resultado de una minuciosa selección entre los innumerables trozos de vida real captados por Guerín y por un equipo de estudiantes que colaboró con él y le aseguró una mirada alerta, sensible y perceptiva, la "mirada del viajero" que juzgaba indispensable. El retrato, que por su complejidad y su hondura acepta (o mejor: exige) más de una observación, va componiéndose ante el espectador con una naturalidad casi milagrosa: la verdad se descubre bajo los gestos cotidianos. Guerín sabe, como Rossellini, de la capacidad de revelación que tienen los hechos, los gestos y las palabras de todos los días, captados en su desnudez.
La selección -que está atenta a esas sutiles revelaciones y descarta cualquier registro de la sordidez y la violencia que también forman parte de la realidad del barrio- habla por sí misma de la calidez fraterna, la sensibilidad poética y el sentido moral del realizador.
De a poco, entre la polvareda y el estrépito de la construcción, algunos personajes van recortándose del conjunto y haciéndosenos familiares: un viejo marinero en busca de habitación, una muchacha que recauda en la calle lo necesario para mantener a su noviecito y pagarse humos y entretenimientos; un desalojado que conserva aires y pretensiones de dandi; un albañil marroquí que se aventura en disquisiciones sobre filosofía y política con un compañero gallego reservado y en edad de jubilarse; un padre y un hijo ligados por la sangre y por el oficio.
Hay situaciones inesperadas cuya resonancia en el espíritu de los habitantes del Chino el cineasta captura en toda su significación sin necesidad de subrayados; entre ellos, uno que confiere especial sentido a todo el film: el descubrimiento de restos humanos -quizá difuntos de una necrópolis romana, quizá víctimas de la guerra civil-, que aviva en los que observan la conciencia de su condición: "Todos cabemos en un mismo agujero, ricos y pobres", reflexiona alguien sin ánimo de filosofar. La percepción del tiempo y de la historia también asoma en las imágenes de una vieja película que rescata la TV o en el comentario que suscita entre dos albañiles la comparación entre la elaborada solidez de las construcciones del pasado y la practicidad (liberada de afanes de trascendencia) de los sistemas de edificación que se aplican hoy.
Seguramente el paisaje humano sobre el que se asoma "En construcción" no difiere demasiado del que tenemos cada día delante de los ojos. Pero hace falta la clarividencia y la sensibilidad del artista para que su riqueza se nos haga visible. Así, Guerín termina regalándonos una lección de cine y, al mismo tiempo, una lección de vida.
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