Las peripecias de la producción
-En enero el proyecto casi naufraga. ¿Cómo rearmaste la producción?
-Tiene que ver con que mis anteriores películas funcionaron bien en el exterior. Inicialmente, este proyecto se armó con un buen porcentaje de financiación francesa y española. La crisis de diciembre fue arrastrando a la parte argentina. Y aunque nos quedamos sin producción argentina por un tiempo, los europeos no se retiraron. Hasta me propusieron hacer la película en España o en Francia.
-¿Eso implicaba cambios profundos en la película?
-En términos de producción es absolutamente posible, porque la película es intimista, con muy pocas locaciones. No hay nada que no se pueda filmar en otro lado, simulando que se trate de la Argentina. Seguramente un director francés podría hacer "Kamchatka" en Francia como si fuera acá. El que no puede soy yo. Me resultaría impostado, y si no me creo algo, menos lo va a creer el espectador. Por otro lado es una película sobre la resistencia, y si me iba a hacerla a Francia, se haría más honda la impostación.
-¿Cómo se convencieron los inversionistas europeos?
-En el peor momento logré que vinieran. A través de lo que veían en televisión, sentían que invertir acá era como mandar dinero a Kabul. Hubo que explicarles que la CNN no es el mejor reflejo de la realidad siempre. Llegaron a mediados de enero. Entonces llamé al productor Pablo Bossi (de la empresa Patagonik), que se interesó por el proyecto. Se conocieron y se cayeron muy bien. Y Oscar Kramer, el otro productor argentino, pudo reconstruir parte de lo que tenía armado. Así se pudo seguir adelante.