Lección de optimismo y algo más
La felicidad trae suerte, del director inglés Mike Leigh, es un film delicioso y divertido que no cae en la frivolidad
La felicidad trae suerte (Happy Go Lucky, Gran Bretaña/2008, color; hablada en inglés). Dirección y guión: Mike Leigh. Con Sally Hawkins, Alexis Zegerman, Andrea Riseborough, Sinead Matthews, Eddie Marsan, Karina Fernández. Fotografía: Dick Pope. Música: Gary Yershon. Edición: Jim Clark. Presenta SP Films. 117 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy buena
"El hombre feliz es inatacable", decía más o menos Philippe de Brocca en una escena memorable de El amante de cinco días (1960). Poppy, la heroína de este delicioso, divertido y no precisamente frívolo film de Mike Leigh, lo sabe bien. La felicidad es el escudo que la protege de las agresiones del mundo. Hay malhumor, frustración y rabia por todas partes; también ella puede sentirlos: cómo no, si tiene ojos para ver a los expulsados de este mundo y además es maestra y se topa a menudo con la negligencia o la desatención de tantos padres. Pero a ese estado de ánimo, que a veces se resuelve en violencia y se difunde por el planeta como una pandemia sin alertas sanitarios, ella le opone su optimismo, su buena onda y, sobre todo, su amabilidad.
Poppy es la sal de la vida, la luz de la risa entre tanta ofuscación, la buena onda. Ella quiere contagiarla sin mirar a quien, y a veces, sin querer, puede irritar o lastimar al prójimo.
Se la ve colorida, luminosa y risueña desde el principio, cuando pasea por Londres en su bicicleta, irrumpe en el silencio de una librería, busca flirtear con el vendedor ignorando su adustez invencible y sale sin dejar de sonreír y recomendándole: "Sé feliz". Nada puede derrotar su optimismo y no porque sea trivial: en cada actitud que toma se percibe su espíritu generoso, su calidez, su sensibilidad; sabe dedicarle su atención a un homeless , comprender las rabietas de su hermana menor y hasta divertirse peleando con su instructor de manejo (agrio, irascible, racista: su exacta contracara), por lo menos hasta que descubre, tarde, al ser humano herido que hay en él.
La felicidad trae suerte cuenta unos días en la vida de este personaje inolvidable: en casa, con su amiga entrañable o sus compinches, en la escuela, en un fin de semana familiar, en las reñidas clases sobre el auto-escuela, viviendo un incipiente romance. Sin embargo, aunque no existiría sin Poppy (así como Poppy no existirá sin la prodigiosa comunicatividad de Sally Hawkins), el film es algo más que su retrato: basta atender a todo lo que hay a su alrededor. El famoso método de improvisaciones de Leigh da aquí resultados casi milagrosos: no hay una sola nota falsa en los personajes; todos tienen una historia visible detrás y nada de lo que se dice o se hace -de las esenas más cómicas, como la clase de flamenco; a las más dramáticas, como el tenso desenlace de la relación con el instructor, o las más apacibles y conmovedoras, como el final- es gratuito ni caprichoso.
Después de la risa, podrá verse que Mike Leigh ha sabido dejar su generoso sedimento.
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