Lucrecia Martel, creadora de mundos perturbadores e incómodos
Lucrecia Martel se ha convertido en artífice de un mundo que pocas veces ha tenido expresión como en sus imágenes: el de la incomodidad. Sus personajes, ligeros en un mundo de pesares, deambulan como fantasmas de tiempos anteriores, habitantes de un caos originario, casi anterior a todo intento de orden. Tanto la Mecha de La ciénaga, sumergida en el alcohol y las humedades del verano salteño, como la Verónica de La mujer sin cabeza, amaneciente de una realidad difusa tras un incierto accidente, son personajes incómodos, desplazados, que solo pueden nacer de la imaginación de Martel, o de su extraordinaria capacidad de observación alimentada por el más perturbador genio.
La creciente inquietud que presentan sus ambientes, preñados de extrañas sonoridades, de tensiones sociales, de clima hostiles, de ambientes tormentosos y opresivos, se conjuga con un despertar erótico, sutil y ambivalente, que hace de lo corporal su innegable presencia. Sus historias son abiertas a la interpretación como canales de navegación con obstáculos secretos y misterios impensados, y cada una de sus películas tiene esa apariencia espontánea y difusa que oculta, con celo, una minuciosa preparación. Desde el corto Rey muerto de aquella inaugural Historias breves hasta Nueva Argirópolis, notable aporte al ciclo 25 miradas de la marca Miu Miu de Prada, su cámara ha subvertido la naturaleza despojándola de la condición de recurso, haciéndola nacer a una nueva existencia, la que solo el cine y sus imágenes han podido darle.
Atenta a un mundo propio, el de su Salta natal, el de su mirada creativa, el de su cuerpo de mujer, ha trascendido esos límites, haciendo un cine universal y político. Un cine que mira a su alrededor, que devela hipocresías y desigualdades, que concentra en sus entresijos aquello que resulta indecible, imperecedero. Con cada nuevo desafío, ya sea el de la pasión y la fe en La niña santa, o el de la pertenencia y la identidad en su versión de la Zama de Antonio di Benedetto –que acaba de ser seleccionada por la Academia de Cine para representar a nuestro país en el Oscar 2018 –, su cine confirma el hallazgo de haber dado una luz única a esa incómoda y sublime perturbación.
Más leídas de Cine
Potencia y precisión. Guerra civil: un inquietante escenario futurista que hoy está lejos de ser visto solo como ficción
Con Léa Seydoux. Amor sin tiempo es una película arriesgada y distópica, inspirada en Henry James y la desconexión emocional de nuestros días
Animación para toda la familia. Un gato con suerte es una modesta y efectiva propuesta sobre el valor de las segundas oportunidades