Marvel ante una encrucijada, en un camino lleno de obstáculos y varios fracasos millonarios
La semana que viene se estrena Capitán América: un nuevo mundo y se pondrá otra vez en la balanza si estos films siguen convocando al gran público
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Se viene Marvel, ¿se viene la alegría para los que venden entradas? Con el estreno de Capitán América: un nuevo mundo y el trailer de Los 4 Fantásticos: primeros pasos, se despertaron expectativas en quienes hace 17 años siguen en el cine ese entramado de historias que, en las historietas, se creó en los sesenta. Pero no estamos ya ante la firma invencible, la superpoderosa que hacía un éxito multimillonario cada película: Marvel pasó por una crisis y lo que viene es incierto. La historia de cómo un fenómeno que generó, a enero de 2025, 31.060 millones de dólares hoy vuelve a rendir examen tiene muchos nombres, meandros y cifras, pero pinta claramente el estado del negocio cinematográfico contemporáneo.
Las razones para aquel éxito son varias, pero se concentran en dos: en 2008, Marvel -a punto de la quiebra- se jugó un pleno a hacer películas con lo que le quedaba en el archivo cuando ya había loteado lo más famoso; y un actor de prestigio al que le quedaba un último cartucho aceptó un género visto como algo infantil y trivial, Robert Downey Jr. De esa apuesta a todo o nada nació un grandísimo negocio. Cierto: en los EE.UU. había un público ávido por recuperar cierta forma de la fantasía donde los buenos y justos le ganan a amenazas monstruosas luego del 11/S. Y aunque los tipos con superpoderes debutaron “en grande” en 1977 con Superman, y hubo el Batman de Tim Burton (y otros), X-Men y Spiderman, eran más excepciones que regla, y recién en este siglo la tecnología estaba a punto y el sistema de producción, en condiciones para hacer estas películas sin causar vergüenza ajena. Faltaban los nombres, apareció Downey, y el resto es historia. Pero también es historia lo que pasa hoy con Marvel y, por extensión, con el género: dejó de ser la apuesta millonaria segura y entró en la misma lógica que cualquier otro tipo de películas. Si alguna vez el deseo de saber qué pasará con el personaje X en la película Y anunciada en la escena poscréditos del film Z empujaba al público, hoy ya no, o no necesariamente.
Por cierto, “Marvel” no es sólo Disney/Marvel, porque Sony todavía tiene los derechos de todo lo relacionado con el Hombre Araña. Los cruces de personajes responden a complejas ingenierías y contratos. Pero la línea Marvel/Sony sólo tuvo éxito con Venom y -asociado a Disney- con Spidey. El año pasado vimos dos debacles: Madame Web y Kraven, el cazador, por no recordar un año antes el mediocre rendimiento de Morbius. Pero seamos sinceros: las cosas tampoco estuvieron bien hasta 2024 con la línea Marvel/Disney. Sobre todo en 2023, cuando de tres películas estrenadas, dos funcionaron muy por debajo de lo esperado y una puede considerarse directamente un fracaso. En efecto: Ant-Man: Quantumania recaudó por debajo de los 500 millones de dólares (cifra decorosa que permite recuperar la enorme inversión que conllevan estas películas): US$ 476.071.180, de los cuales 200 fueron en país de origen, tras un debut de US$ 125 millones. Guardianes de la Galaxia 3 funcionó bien: US$ 845 millones en todo el mundo, pero fue menos de lo esperado. Y The Marvels fue un fracaso directo: mientras que Capitana Marvel, estrenada entre Avengers-Infinity War y Avengers-Endgame superó los US$ 1000 millones de recaudación, la secuela hizo solo US$ 206 millones en todo el mundo. Se empezó a hablar de “fatiga de superhéroes”, algo bastante creíble si se considera que la competencia (DC/Marvel) estrenó cuatro películas y las cuatro funcionaron mal: The Flash, Shazam 2, Blue Beetle y Aquaman y el reino perdido.
Habían pasado cosas. Tras el inmenso y previsible éxito de Avengers: Endgame, en el que el elenco incluía a la mayoría de las estrellas que pasaron por la firma, se comenzó una etapa de ampliación que incluía la novedad (vieja para la ciencia ficción, viejísima para el comic) de los multiversos. Que sirve para muchas cosas, como por ejemplo cambiar el actor que interpreta un personaje, contar cuentos alternativos que no “afecten” la continuidad que parecía constituir el negocio, etcétera. Aunque el concepto es perezoso, para el negocio era panacea. Encontraron un nuevo villano, Kang, y lo pusieron en movimiento. Ahí es donde las cosas empezaron a complicarse, aunque -es justo decirlo- la pandemia tuvo bastante que ver.
Disney lanzó su plataforma Disney+ poco antes de que el virus paralizara gran parte del mundo. Rápidamente, la firma -cuyo principal negocio es en realidad el real estate y el turismo- reorientó la inversión a un rápido crecimiento del streaming, algo lógico cuando el mandato global era quedarse en casa. Se multiplicaron las series, especialmente en Disney+. Y se modificaron los planes para cine, lo que hirió a los primeros dos proyectos post Avengers-Endgame (la película que cerró el primer ciclo de Marvel): Black Widow (que desencadenó una demanda por parte de la actriz y productora Scarlett Johansson cuando se decidió lanzarla al mismo tiempo en salas y plataforma) y Shang-Chi y la Leyenda de los diez anillos, que de todos modos funcionó razonablemente. Pero la narrativa estaba un poco a la deriva. Apareció el Kang de Jonathan Majors en la segunda temporada de Loki, como el personaje que podía abrir el Multiverso y cerrarlo luego de cierto ciclo. Se reforzó como villano en Ant-Man: Quantumania, pero el actor luego fue acusado, procesado y condenado por violencia doméstica. Una tragedia, dado que estos entramados narrativos se producen con muchos años de antelación, los planea muchísima gente y requieren ingentes cantidades de tiempo y dinero. Hubo que replantear una década completa de películas y series.
Hay un pequeño problema de saturación de material: setenta años de Marvel produjeron miles de personajes y muchos arcos narrativos que se volvieron icónicos. Pero no para todo el mundo sino, sobre todo, para los fans. El uso del “multiverso” (con su enorme arbitrariedad) permite “darle un lugar” a todo eso que los fans esperan. También es útil para el negocio: cambiar un actor para tal o cual personaje es más sencillo. Las criaturas de historieta no envejecen, ni fallecen repentinamente (el caso de Chadwick Boseman, protagonista de Black Panther), ni van presos o son cancelados. Pero el cine no se sostiene sólo por los imperativos del negocio ni por la necesidad de dejar contentos a los fanáticos (el famoso “fan service”). Su principal sostén es el espectador no especializado que elige de acuerdo con sus ganas una película para pasar parte de su tiempo de ocio. Cuando un film tiene un número en su título o un personaje que se repite, se asume por defecto que hay cosas anteriores que uno debe conocer. Esa necesidad de estar “informado” antes de entrar a ver una película es mucho más un problema, a la larga, que una solución: el público no crece.
Marvel hizo muchísimo fan service en estos últimos años, para no perder el impulso de lo que había sido su monumental ciclo (económico sobre todo) de 2008-2019. Claro que hubo películas que no anduvieron como se esperaba (el experimento de Eternals, a cargo de la ganadora del Oscar Chloé Zhao, quizás la elección menos adecuada para una película de superhéroes, aunque se sabe que Marvel había ofrecido ya un film a Lucrecia Martel), pero parecían excepciones. Lo que sí sucedía era que bajaban rápidamente su convocatoria. Dr. Strange en el Multiverso de la Locura, que hizo más de 188 millones de dólares en su primer fin de semana, perdió casi la mitad a la segunda, cuando el promedio de “caída” de estreno a segunda semana, si la película es exitosa, es de un 30%. Igual recaudó un total global de 955 millones, pero la alarma era clara. Lo de The Marvels fue el resultado lógico de estos problemas y allí la prensa estadounidense empezó a hablar de la “fatiga”. Un poco es cierto: el género sobresaturó su demanda. Pero no es lo único: excesivo fan service, multiplicidad de relaciones entre series y películas, personajes que no cuajaron, malas decisiones de elenco (y agreguemos: también de directores), unas gotas de conciencia woke no muy aceptada por el público, y factores extra cinematográficos como un personaje central cuyo actor termina preso desataron la incertidumbre.
La estrategia de Disney volvió a cambiar con el regreso de Robert Iger como CEO de la compañía en 2021. Se restringió la cantidad de estrenos Marvel tanto en streaming como en cine. Esto comenzó a verse en 2024: sólo dos series (Agatha en todas partes y la tercera temporada, casi a fin de año, de la animada What If...?) y una película, Deadpool & Wolverine, que terminó siendo una de las dos más taquilleras del año (la otra, también de Disney, pero de la corriente Pixar, y número uno global, fue Intensa Mente 2). De todos modos, la razón de la escasez no es tanto la restricción planteada por la dirección reciente sino la siguiente calamidad pospandemia que sufrió Hollywood: la doble huelga de guionistas y actores de 2023, que reconfiguró dramáticamente el calendario de estrenos. Por eso es que este año hay tres films de Marvel: Capitán América: un nuevo mundo debió salir el año pasado. Pero es evidente, además de estos cambios, que la firma tomó nota de lo que no estaba funcionando. Alfred Hitchcock decía que, cuando había una crisis, había que correr a seguro (su lema era, en inglés, “run for cover”). Es lo que hizo el zar del Marvel Cinematic Universe, Kevin Feige. Después de que varios directores (entre ellos Destin Daniel Cretton, de decoroso trabajo en Shang-Chi) abandonaran las futuras Avengers, llamó a los hermanos Anthony y Joe Russo, que hicieron Capitán América y el Soldado de Invierno, Capitán América-Guerra Civil y, sobre todo, Avengers-Infinity War y Avengers-Endgame. Y, en un giro nada copernicano, trajo de vuelta a Robert Downey Jr., pero para interpretar a uno de los mayores villanos de la firma, Victor Von Doom, archienemigo de los 4 Fantásticos en los cómics. Por supuesto que los fans aplaudieron.
Pues bien: este año hay tres estrenos. Además de Capitán América..., tendremos en mayo Thunderbolts* (un grupo de antihéroes y exvillanos) y Los 4 Fantásticos: primeros pasos, cuyo primer trailer acaba de salir. Es decir, mucho. En 2026 vuelven los Avengers con Avengers: Doomsday (y esto implica el regreso de Downey Jr. y, por ahora, de Chris Evans como un “avatar” del Capitán América; es rumor, pero rumor fuerte) y otra Spiderman; hay en 2027 otra Avengers (Secret Wars, un arco narrativo con muchísimos personajes en los cómics), y antes, se supone, una más de Dr. Strange. Pero como siempre, nada es definitivo: todo depende de cómo funcione lo que viene.
Mientras que durante una década una película de Marvel era una apuesta segurísima y era “floja” si recaudaba menos de 700 millones de dólares, hoy volvió a ser risky bussiness. Los superhéroes son personajes difíciles: se “pegan” al actor de un modo complejo y, sobre todo en esta especie de narrativa cruzada, requiere tanto que el intérprete realice las películas que le pidan y eso implica una ingeniería legal y contractual muy compleja. O sea, mucho gasto previo a amortizar antes incluso de que rueden las cámaras. Crecer implica instalar personajes nuevos, por ejemplo, pero su aceptación es aleatoria. Y quizás la solución para que el género fluya sin tantas exigencias ni “fan service” sea arriesgarse a narrativas más simples y menos “relacionadas”. En definitiva, Marvel está nuevamente en el comienzo. Y con ella, el género completo, salvo que la Superman de DC (es decir, de James Gunn, el tipo que se fue de Marvel para encabezar la competencia) le otorgue otro, diferente impulso.
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